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“Licorice Pizza” (2021): la incorrección de los setenta

Actualizado: 19 jun 2023

La última película de Paul Thomas Anderson está nominada a la categoría de Mejor Película de los Oscar 2022. Hasta el momento, sigue disponible en la cartelera peruana.


Por Renato León CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

“Licorice Pizza” (2021)
“Licorice Pizza” (2021)

La felicidad es una de las emociones más hermosas que te puede dar el cine. Que ese afortunado estado de ánimo se apodere de tu cuerpo durante horas no lo pueden lograr muchas películas, sólo las hechas con inteligencia y oficio, como es el caso de Licorice Pizza, el nuevo filme del maestro Paul Thomas Anderson.


El noveno título del director estadounidense tiene la capacidad de dibujarte una sonrisa en el rostro desde el inicio, con una divertida travesura de colegio, y mantenerte feliz hasta el desenlace, con los verdes créditos finales y la bellísima canción “Tomorrow May Not Be Your Day” del mítico cantante ‘bluesiano’ Taj Mahal de fondo.


Es 1973 y la historia se sitúa en el Valle de San Fernando (Los Ángeles, Estados Unidos). Gary (Cooper Hoffman, hijo del fallecido Philip Seymour Hoffman) es un quinceañero y actor juvenil de mentalidad emprendedora, aunque algo “embaucador”. Por su parte, Alana (Alana Haim) es una joven de 25 años que trabaja como asistente de fotografía y aún no tiene claro su futuro. Ellos se conocerán y sentirán atracción, pero la inmadurez y algunas situaciones los mantendrán reprimidos.


El atractivo de la cinta, nominada a Mejor película en los premios Oscar 2022, se condensa en la cantidad de situaciones jocosas que se presentan durante los 133 minutos de metraje, y también en los flechazos entre Gary y Alana, llevados por sus encantadores e inmaduros comportamientos. Un abrazo o el correr funcionan como un acto de afecto, al mismo tiempo que una mirada y una sonrisa.


“Licorice Pizza” (2021)
“Licorice Pizza” (2021)

En manos de otro director, Licorice Pizza podría haberse concebido como una comedia romántica abundante en situaciones cursis, con sus momentos estúpidamente graciosos y envueltos en un ambiente edulcorado. Pero Paul Thomas Anderson se aleja de esos clichés para llevar a la pareja protagonista a toparse con algunos extraños personajes, como son los encarnados por Bradley Cooper, Sean Penn, Tom Waits y Ben Safdie, notables apariciones que le dan un aire a veces inquietante al relato sin quitarle ese lado encantador.


La nostalgia viene por todos los frentes. Desde el uso del formato fílmico de 70 milímetros hasta la atmósfera de colores cálidos e iluminación natural que encubre a una optimista ciudad como Los Ángeles, entonces enfrentada a una crisis petrolera. La música, un sello en el cine de Thomas Anderson, también contribuye a definir esta historia de amor juvenil, con sus piezas de rock and roll y blues, que son reflejo de una intención por recrear de manera respetuosa y con una pizca de añoranza una época.


Un tono provocador, por otro lado, recorre la película. Quizás un llamado de atención por parte del cineasta californiano frente al auge de la cultura de la cancelación. Es visible en el argumento: una relación sentimental entre una mayor de edad con un muchacho que no llega a los 18 años. Y también en escenas en las que alguien da una nalgada, o cuando se imita el habla de una persona asiática como si fuese una burla.


Pero ni ese carácter agitador afecta la factura final de Licorice Pizza, fiel a la incorrección de los años setenta. Por eso y más, sería un error etiquetar al filme como un título menor en la carrera de Paul Thomas Anderson. Estamos ante una obra personal, íntima, que respira encanto, nostalgia y mucha, mucha felicidad.





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