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Érase una vez en Italia: entrevista a Ernesto Gastaldi

Ídolo de Tarantino, guionista de grandes cineastas como Sergio Leone o Mario Bava, y especialista en escribir historias de terror gótico, wésterns o giallos para la pantalla grande, Ernesto Gastaldi es un referente del esplendor del cine de géneros que se hizo entre los años sesenta y setenta en Italia.

Por José Carlos Cabrejo

ENTREVISTA

/CINE ITALIANO

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Marzo 10, 2021

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A sus 86 años, Ernesto tiene mucho que contarnos. Escribió los guiones de varios clásicos del terror gótico italiano, dirigidos por realizadores como Mario Bava, Riccardo Freda o Antonio Margheriti, y protagonizados por estrellas de la talla de Christopher Lee y Barbara Steele. Es el autor de algunas de las historias que cineastas como Sergio Martino o Umberto Lenzi plasmaron en esos estilizados cruces de misterio y thriller conocidos como giallos, o en esos singulares y violentos policiales a la italiana conocidos como poliziotteschis. Figuras legendarias de Estados Unidos como Carroll Baker, Henry Fonda o Anthony Quinn, o de Francia, como Jean-Louis Trintignant o Jean Sorel, encarnaron sus personajes. Íconos del cine italiano como Edwige Fenech, Marcello Mastroianni, Terence Hill, Sophia Loren o Tomas Milian dieron vida a sus guiones. En los ochenta, trabajó en la gran película final de Sergio Leone: Érase una vez en América, protagonizada por Robert De Niro. En el Festival de Venecia del año 2004, Quentin Tarantino dijo que nuestro entrevistado es uno de los más grandes escritores del giallo y que le gustaría trabajar con él. Gastaldi nos hablará de su obra y su visión del cine.

Alguna vez he leído sobre el amor que tienes por la escritura, lo que es notorio por la gran cantidad de guiones que has escrito, y para diversos géneros como la ciencia ficción, el giallo, el terror, el péplum o el wéstern. ¿Cómo se inicia su relación con la escritura? ¿Cuáles son los libros, o de pronto también películas, que despertaron en Ud. el gusto por escribir? ¿Cómo fue su paso de la escritura de novelas a la de guiones?


De niño leía los libros de aventuras de Salgari, Mioni, Verne y otros. Así que a los 8 años comencé mi primera novela en un cuaderno cuadrado. Era sobre los nativos americanos, ambientada en Yellowstone. Nunca lo terminé. Luego mi hermana recibió un teatro de marionetas, y no le importó que lo use para dar espectáculos para los niños del edificio de apartamento donde vivía. Me inventé historias. En la adolescencia pasé a la poesía, luego a los artículos en los periódicos locales, pero no trajeron dinero. Tuve que mantener a mi madre que estaba enferma y no tenía pensión, así que trabajé en el banco y tuve que permanecer allí durante tres años, siempre pensando en cómo podría ganarme la vida escribiendo. Finalmente, mi madre obtuvo una pensión de viuda de guerra, y conocí a Peppo Sacchi, que siempre había hecho cine, obviamente como aficionado, y quien mucho tiempo después derribaría el monopolio de la televisión pública en Italia. En 1954 hizo en Biella un wéstern en blanco y negro. Ese fue el primer verdadero wéstern italiano moderno, aunque pocos lo sepan. Se llama Cowboy Story y ganó la copa AGIS en Festival de aficionados Montecatini como la película más espectacular. Entonces tuve la idea: transformar esa actividad de aficionado en algo profesional. Peppo me dijo que nunca podríamos ganar el Festival Montecatini porque no teníamos la perfección técnica necesaria. Le respondí que no deberíamos ganar el festival, sino generar escándalo y atraer la atención del cine profesional hacia nosotros.

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El secreto del Dr. Hichcock. Fuente: moviesandmania

¿Y en qué consistió la estrategia para conseguir el escándalo?


Le prometí que escribiría una mala historia en la que los chicos malos ganan. En ese tiempo no sabía a qué se le llamaba guion. Después de dos semanas, le di a leer una historia con un buen título de presagio: "LA STRADA CHE PORTA LONTANO" (El camino que llega lejos). En ella el mal vencía y se extendía por todas partes. El protagonista fue destripado por su mujer y al amanecer dos niños que pasaban para ir a pescar, volteaban el cadáver con una patada y robaban su reloj, mientras una voz sardónica cantaba "Il male che è in me è in tutte le cose e non muore insieme a me!” (el mal que hay en mí está en todas las cosas y no muere conmigo). La música recordaba a la de la película Rififì (1955).


Debido a su duración de hora y cuarto, el festival la excluyó de la competencia y la proyectó mientras el jurado comenzó a ver las películas en competencia en otra sala. Era el 5 de junio de 1955: una sala de 1000 asientos a las nueve de la mañana. Ocho espectadores. Nuestra película no tenía sonido y tuvimos que doblarla, así como poner la música y los ruidos cada vez que la proyectamos, parados detrás de la pantalla. Después de un cuarto de hora, tuve un descanso y salí para ir al baño: el cine estaba lleno de gente de pie. ¿Quién corrió por las calles de Montecatini para decir que se estaba mostrando una película "diferente"? Seguirá siendo un misterio. Pero el escándalo fue enorme, la organización del festival estuvo a cargo de Democracia Cristiana y del Ministro de Entretenimiento. El presidente de Cinecittà, el director Alessandro Blasetti (fundador del Centro Experimental de Cinematografía en Roma), periodistas y varios funcionarios llegaron a Montecatini y repetimos la proyección. Por cierto, se incluía una escena en la que se rasgaba la blusa de una niña y se veía su pecho. Al final, recibimos una carta de grave reproche del festival, pero también una visita de Blasetti al hotel:

-¿Dónde están esos locos de Biella? ¿Quieres venir al Centro Experimental?


-¡Hicimos todo esto solo por eso, maestro!


Me fui a Roma con Peppo Sacchi en agosto para tomar los exámenes de ingreso en octubre. Solo había tres asientos y no fue fácil. Llegué segundo y con beca. Mi increíble plan fue perfectamente exitoso y sabía que al escribir para el cine podía ganar mucho dinero.



EL AMOR Y LA MUERTE

Mucho de ese componente provocador se puede hallar en varias de las películas de terror gótico que escribió posteriormente. En lo personal, Raptus. El secreto del Dr. Hichcock (L’orribile segreto del Dr. Hichcock, 1962) de Riccardo Freda me parece uno de los grandes filmes dedicados a una amada muerta. Tenemos una historia explícita de necrofilia, con muchos ecos de Rebecca (1940) de Alfred Hitchcock. Por cierto, ¿cómo surgió la idea de que el personaje principal tuviera casi el mismo apellido del cineasta británico?


La idea de imitar el nombre del gran director estadounidense surgió de los productores. No tenía una gran cultura cinematográfica y nunca me preocupé si lo que inventé ya había sido inventado por otros.



El látigo y el cuerpo (La frusta e il corpo, 1963) de Bava no solo es una gran película de terror. Es una gran historia de amor, pero de ese "amour fou", como dirían los surrealistas. Es un romance de desborde pasional y sobrenatural ¿Cómo así se llegó a la idea de plasmar un romance de este tipo entre los personajes que finalmente fueron interpretados por Christopher Lee y Daliah Lavi?


Cómo surgen las ideas es realmente difícil de decir: cada autor tiene diferentes fuentes. Puse una hoja de papel en blanco en la máquina de escribir y comencé a describir un entorno, que luego me sugirió personajes que una vez creados actuaron por su cuenta, a menudo "desobedeciendo" la voluntad inicial del creador. A menudo me pasaba que uno de los personajes inventados decía "¡No, no hago esto!". Eran momentos de felicidad porque significaba que el personaje se había convertido en una persona real, como Pinocho de títere a niño. ¿Quizás el Señor Dios también experimenta las mismas alegrías cuando un hombre se rebela contra el destino?

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Libido de Ernesto Gastaldi. Fuente: Cinema Sojours

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