NOTICIA
Éric Rohmer o el gusto por la belleza
Hoy se cumplen 100 años del nacimiento del legendario cineasta Éric Rohmer. En este texto, Federico de Cárdenas, nuestro recordado crítico de cine, explora el estilo cinematográfico del realizador francés, quien fuera también figura emblemática de la revista Cahiers du Cinéma.
Por Federico de Cárdenas

Marzo 21, 2020
Fuente: Universidad de Lima
Aunque Maurice Schérer -verdadero nombre de Éric Rohmer- estuvo ligado a la escritura a lo largo de su vida, conviene recordar que se inicia publicando una novela en 1946 con la prestigiosa editorial Gallimard. Protegido bajo el seudónimo de Gilbert Cordier, Isabelle pasó inadvertida hasta su reciente reedición, acompañada de una larga entrevista con el cineasta, en la que entre otras cosas confiesa que la escribió para vencer el tedio de los días de la ocupación nazi. Lo importante es que ya por entonces el joven profesor de letras que era Rohmer no deseaba que sus actividades se mezclaran. En 1948 lo tenemos como responsable del cineclub del Barrio Latino, donde conoció a Jacques Rivette y Jean-Luc Godard. Ese mismo año publicó el ensayo “El cine, arte del espacio” en La revue du Cinéma, una suerte de manifiesto estético al cual será fiel como teórico y cineasta. En 1951 participa de la fundación de los Cahiers du Cinéma en los cuales, además del culto por Howard Hawks y Alfred Hitchcock -sobre el cual publica un libro con Claude Chabrol- añade los que serán sus maestros: Jean Renoir, Roberto Rossellini y Wilhem Friedrich Murnau. Desde 1955 firma sus críticas y ensayos como Éric Rohmer, y también sus cortometrajes. Un intento de pasar al largo con Les petites filles modèles (1952), basado en la Condesa de Ségur, aborta y queda inconcluso.
Rohmer se las juega de nuevo acompañando a la Nueva Ola y en 1959 rueda su primer largometraje, el muy apreciable El signo del León, pero la cinta -a la inversa de lo que ocurre con las de sus amigos Chabrol, Truffaut, Godard o Resnais- es rechazada y tarda tres años en estrenarse, algo similar a lo que le ocurre a Jacques Rivette con París nos pertenece. En 1962, en un golpe de estado incruento, debe ceder la jefatura de redacción de los Cahiers -que ocupa desde 1957- precisamente a Rivette. No habrá rencores entre ambos, cuyo cine -tan distinto- dialoga secretamente.
Es el momento en que Rohmer crea una productora independiente, Les Films du Losange -concebida sobre el modelo de Les Films du Carrosse de François Truffaut- y rueda La panadera de Monceau, primero de los “Cuentos Morales”, que contiene en 20 minutos todo su universo de autor. Mientras, forma parte de la TV escolar, para la cual trabaja en fílmico apreciables emisiones sobre clásicos. Otro cuento seguirá, también en blanco y negro y 16 mm, La carrera de Suzanne, hasta que con la coproducción de Truffaut y otros logra pasar a los 35 mm y rodar Mi noche con Maud (1969), su primera obra maestra (aún en blanco y negro) que obtiene gran repercusión en Francia y en EEUU, donde es presentada como candidata al Oscar en el apartado guión. La cinta triunfa en el Festival de Nueva York, punto inicial del culto rohmeriano en Norteamérica, y festival al cual el cineasta permanecerá ligado, estrenando muchas de sus películas allí.