"El príncipe de Nanawa" habló. Una entrevista con Ángel Stegmayer
- Gustavo Vegas
- hace 6 horas
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Conversamos con Ángel Stegmayer, protagonista de “El príncipe de Nanawa”, en el marco del 29.° Festival de Cine de Lima PUCP. Nos contó acerca de los largos años de rodaje, de su comunidad y el impacto de la película en su vida.
Por Gustavo Vegas Aguinaga ENTREVISTAS / CINE LATINOAMERICANO

EL NACIMIENTO DEL PRÍNCIPE
De algún modo, siento como si ya te conociera. Quizá por la familiaridad de ver tu crecimiento en la pantalla. ¿Te lo han dicho antes?
No es la primera vez. Son pocas las personas que me dicen “ya nos vimos una vez”, “siento que te conozco de toda la vida”. Me hacen muy feliz esas cosas, porque la película te da esa emoción de recordar tiempos pasados que te hacen sentir como si ya lo hubieras visto.
En la película se ve tu acercamiento al equipo de Clarisa, las cámaras y demás, pero ¿tú cómo sientes que ellos decidieron acogerte y convertirte en el protagonista de la película?
Conocí a Clarissa grabando ella un documental aparte, y yo quería hablar demasiado. A ella le encantó tanto la forma en la que yo hablé y que le dijera que, por favor, no se olvide de mí, que yo nunca me iba a olvidar de ella. Pasando el tiempo, como un año y medio, yo había cumplido 10 años y ella me encontró. Se fue a la puerta de mi casa, me encontró, yo le vi, no pude creer. Le mostró a mi mamá el mini documental que hizo conmigo con esas preguntas. Y, bueno, qué decirte. Le preguntó a mi madre si yo podía hacer un documental de mí mismo, de qué piensa este niño de 10 años para su vida, y le dijo que sí. Entonces, pasando el tiempo, empezamos a grabar hasta que llegó un punto que le digo si podemos dejarlo un rato. Y se volvió más como un cariño mutuo, una familia, un amor muy muy fuerte, y nos dejamos llevar por las cámaras y empezamos a compartir todos juntos, y nos grabamos entre todos, y fuimos solamente nosotros.

Al comienzo de la película estás caminando frente a las cámaras y por tu apariencia te ponen este sobrenombre de “el príncipe de Nanawa”. Se quedó contigo.
Sí, este sobrenombre es como una burla. El señor dice “¿quién se cree este? ¿El príncipe de Nanawa?” Y nosotros dijimos “gracias, ya tenemos nombre”. Fue muy loco todo.
Cuando ya se supo que se iba a estrenar esta película, ¿ha habido alguien que te haya llamado así en la calle, o te ha molestado así?
Vos sabés que no, ni una molestia, ni una burla, más felicidad que otra cosa, más cosas lindas que malas. Así que, no, muy bueno todo.
¿Pero sí te pasa que quizás estás en un lugar y alguien te reconoce con ese nombre?
Sí, ahí me pasa, en Clorinda me pasa mucho.
¿La gente de ahí sabe que existe esta película?
Claro, todo el mundo está pendiente de El Príncipe de Nanawa en Clorinda, en Puerto Elsa, todos preguntan que cuándo va a salir, dónde va a salir, cómo hacer para verla, así que muy bien.

Fuera del reconocimiento de tienes en Nanawa y Clorinda, ¿cuál fue el impacto de haber hecho la película en tu vida?
Fue muy loco porque la gente me empezó a hablar más y “¡guau, qué bueno!”, se pusieron muy orgullosas de mí, ya que estoy representando a Nanawa. Fue un impacto muy grande para mí, para mi familia y mis seres queridos. Más fue una buena noticia que una mala.
¿Tenías alguna relación previa con el cine y la película te hizo estar más pendiente o simplemente ha sido un apartado en tu vida?
No, fue como un apartado, mi vida cotidiana era grabar, y entonces, no es que me metió al cine. Siempre, siempre, siempre quise ser actor, eso sí, no voy a decir otra cosa. Siempre me encantaron las cámaras. Sí me daba esa energía de que algún día podría ser un actor profesional. El hecho de grabar me daba mucho ánimo en todo eso.
Por esa venia actoral te llamaron para la película, ¿no? A otros niños les hubiera asustado, pero a ti te gustaba y querías mostrarte.
Sí, claro, quería que resaltara, ¿viste? Entre todo esto, quería que la gente sepa quién soy, qué quiero hacer, qué pienso. Entonces, sí, desde chico ya yo me daba esa integridad y esa forma de yo ser y me ponía a pensar: si no lo hago ahora, no lo voy a hacer nunca. En cuanto vi a Clarisa y vi las cámaras me decidí.

NANAWA EN EL CINE Y LA NUEVA ADULTEZ
Algo que también me agrada mucho de la película es que, si bien es una suerte de biografía tuya, se toma el tiempo, también, de filmar el lugar. La gente del lugar, cómo juegan carnavales, cómo venden en los mercados, qué comen, cómo hablan, cómo se ríen. ¿Qué te genera ver tu lugar y tu gente representada en el cine?
Y la verdad es que súper mega contento de poder representar a Puerto Elsa, a Nanawa. Hay personas que yo quiero mucho, hay personas que yo conocí en algún pasado mío, con quienes compartí algo, entonces me pone muy feliz estar dejando bien en grande a Nanawa. Lo hace a uno feliz, ¿verdad? Que se den cuenta de dónde viene y de las raíces de uno.
¿Qué sientes al verte de pequeño y cómo crees que ha sido tu evolución desde aquel entonces hasta el fin de la película y ahora?
No sé si mis pensamientos cambiaron mucho en ese sentido. Yo siempre quise el bien, quise la felicidad, el amor, el cuidado de los animales, todas esas cosas y nada casi cambió, sino que la forma de trabajo y de pensar es más grande, sí, ¿verdad? Porque siempre quise ser una gran persona, ayudar a mucha gente, ganar, estar económicamente bien. Muchas cosas a mí me juegan mucho en la cabeza y antes no me preocupaba, pero ahora sí. Es lo que más me cambió, en sí.
Claro, vemos unas preocupaciones de niño, que son preocupaciones grandes también, ¿no? Se habla de la discriminación hacia la gente que habla guaraní y hacia el final vemos otras preocupaciones de alguien más adulto, con la familia que ha formado. ¿Cómo asumes este tránsito hacia la adultez?
Fue un poco difícil, pero yo estaba muy enamorado, y como mi papá siempre le dio todo a mi mamá, pensé que yo también podría, ¿viste? Y hasta ahora no me decepcioné de mí mismo porque sí pude. No sé si era muy chico, pensaba que estaba muy enamorado, pero también a base de eso tuve mis cosas muy rápido y no dependo de nadie. Entonces siempre fui una persona que se fue derecho, conseguí lo que quise, conseguí lo que pude, conseguí todo lo que, en algún momento, a muchos les cuesta la edad de hoy en día. Muchos pueden tener 25, pero todavía tienen a su madre y todo, no es nada malo, pero…

Te independizaste joven.
Sí, cuando me enamoré, y sigo enamorado, así que salimos bien. Quise una casa, hice una casa aparte, no en Puerto Elsa, pero lo hice en Clorinda, así que ellas son mis raíces también porque soy argentino. Fue un poco duro al principio porque siempre hay esto de que quieres lograr lo mejor y a veces te cuesta, a veces no tienes o te frustras, pero creo que si te rendís te va mal y si no lo haces, te va bien.
Hay una parte del documental donde Clarisa te regala una videocámara para que tú registres parte de tu día a día y eso se usa en la película. ¿Cómo fue para ti el hecho de poder grabar cosas y, de algún modo, inmortalizar estos recuerdos?
Como Clari me decía que grabe todo lo que yo quiera, lo que yo pudiera, entonces me lo tomé muy en serio y grababa a mis amigos, me grababa a mí, le grababa a mamá. Era más como un juego para mí todo eso. Entonces sí, la gente me miraba extraño, porque “¿qué hace este?”, “¿qué quiere hacer con mi video?” Bueno, a nadie nunca le molestó, pero me miraban raro, Yo quería tener tantas cosas en mi cámara entonces grababa y grababa. Después eliminaba todo y otra vez volvía a grabar. Era un juego y salió todo bien, por suerte.

¿Esperabas viajar a conocer otros países, ir a festivales de cine?
Sí, porque Clarisa siempre me contaba que ella se había ido con sus películas o era jurado, algo así. Esas cosas se me metían en la cabeza y quería que se terminara ya, pero con el tiempo dejé llevarme y dejó de interesarme tanto. Ya no me importaba si viajaba o no, pero después siempre había querido conocer países y mira, ahora estoy en Perú. Hace poco estuve en Madrid y Suiza.
¿Cómo llegan al final de la película? ¿Hay un momento en que se dicen “mira, este va a ser el último día que grabemos” o “cuando cumplas esta edad ya se acaba”?
La verdad es que no hubo un fin. Es loco porque yo quise terminar mucho antes la película, pero después nos dejamos llevar y ya. De repente, tuve un hijo (risas) y un día me dijo “ya tenemos el final” y seguimos grabando porque según ella estaban preparando un final muy hermoso y fue la escena con mi hijo. Agradezco mucho eso.
Es un final muy emocionante, porque la película empieza contigo pequeño y luego te vemos grande, con tu hijo en brazos, acogiendo una nueva vida.
Es un golpe emocional cambiar tanto y tu forma de pensar, pero creo que lo más lindo de todo es que viví la vida al máximo, nunca me rendí, y siempre hubo mucho amor en todo esto.
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