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Augusto Tamayo: “Diego Bertie siempre aportaba una dimensión personal a sus interpretaciones”

El cineasta peruano habla acerca de su más reciente película, La herencia de Flora (2024), que se aproxima a la vida de Flora Tristán. Conocido por cintas como El Bien Esquivo (2001), La Vigilia (2010) o Rosa Mística (2018), se ha embarcado en una búsqueda por explorar la historia de personajes femeninos representativos de la historia del Perú.


Por Alberto Ríos ENTREVISTAS / CINE PERUANO

Tu nuevo largometraje es parte de una serie de películas que se centran en figuras femeninas que son parte de la historia del Perú. ¿Cómo surge este interés por explorar estas figuras y qué motivó la elección de Flora como personaje central?

Este proyecto ha sido una idea que ha existido por mucho tiempo. Mi enfoque siempre ha sido utilizar la historia del Perú como un medio para contar historias relacionadas con personajes que han tenido vidas dramáticas y conflictivas, encarnando temas importantes. En mis películas anteriores, de la década del 2000, los personajes masculinos cumplían ese papel. Con esta nueva serie, quería explorar figuras femeninas que también tuvieran objetivos desmesurados y ambiciosos, a pesar de las dificultades que enfrentaban. Tanto los hombres como las mujeres en esta serie tienen proyectos ambiciosos, pero especialmente para las mujeres, sus circunstancias resultaban más difíciles. A pesar de ello, trabajaban, luchaban y vivían por alcanzar la trascendencia.


Por ejemplo, Flora busca transformar el mundo y superar la marginación y maltrato hacia las mujeres. Quiero mostrar cómo, a pesar de estas dificultades, ellas se levantaron para enfrentar luchas desmedidas y lograr objetivos que iban más allá de sus posibilidades aparentes. La exploración de los objetivos de estos personajes es una ventana hacia la complejidad de la identidad peruana. A través de sus vidas y luchas, busco ofrecer una visión más profunda de cómo dichos personajes, a pesar de sus circunstancias personales, contribuyeron a la formación de la identidad del país.  

Además de explorar estos temas, ¿Cómo abordas la representación de las mujeres en una sociedad actualmente machista, como la peruana?

Quiero destacar las luchas y logros de cinco mujeres, representando diversas clases sociales y abordando problemáticas que han persistido a lo largo de los siglos. Desde Santa Rosa de Lima, representada en Rosa Mística (2018), hasta Flora Tristán, estas figuras abordan temas cruciales como la transformación social y la lucha por los derechos de las mujeres. La serie también explora las vidas de La Perricholi, La Mariscala y Francisca Pizarro. Mi objetivo con esta serie es utilizar el cine como una herramienta para retratar, reflexionar y ofrecer temas que construyan momentos en la configuración de la identidad peruana. Espero que, al explorar las vidas de estas figuras femeninas, podamos entender mejor la complejidad y la riqueza de la historia y la identidad del Perú.


Flora, en particular, representa de manera notable los problemas contemporáneos de las mujeres. A lo largo de quinientos años, estas figuras han enfrentado condiciones como maltrato en el matrimonio, violencia, feminicidio y desigualdad, temas que persisten en la sociedad actual. A través de la película, intento mostrar la dialéctica histórica. Aunque ha habido mejoras, algunos problemas persisten de manera cíclica.


La labor de investigación detrás de sus películas parece ser muy detallada y exigente, comparable a la de un historiador. ¿Podría ahondar en qué tan puntilloso puede ser este proceso y cuál es su enfoque al respecto? Además, me gustaría saber qué motivó su interés en la historia del Perú.

En cuanto a mi interés por la historia del Perú, considero que soy un ejemplo de la continuidad familiar. Mi padre, una figura cultural destacada en el siglo XX, me inculcó desde joven un profundo amor por la identidad peruana y un conocimiento minucioso de la historia del país. Su influencia se reflejó en mi carrera, ya sea en arquitectura, literatura o cine. Este legado familiar me llevó a reconocerme tanto en la línea de mi ascendencia como en la historia del Perú, con todas sus complejidades, debates y conflictos.


La historia, para mí, es fundamental y constituye el elemento central para comprender el presente.  Esto, a su vez, se traduce en mi enfoque en la cinematografía, donde entiendo que el cine histórico no es un relato literal, sino una construcción personal, una interpretación artística de la realidad.


Actualmente estoy trabajando en un proyecto sobre la historia del cine en Perú desde 1972 hasta 2014, porque creo que después de esa fecha hay un cambio radical en las tendencias que inicia un nuevo periodo en el cine peruano. Esta investigación se convirtió en un libro pendiente de publicación, titulado Historia de la Industria Cinematográfica en el Perú 1972-2014.

Las películas de época están muy ligadas al papel de la dirección de arte ¿Cómo aborda esta faceta al momento de crear sus películas?

Mi objetivo no es una precisión milimétrica, como la exactitud de una puerta en un año específico, sino crear una representación que contribuya a la construcción de la atmósfera y a la comunicación profunda de la historia. Entiendo que el cine histórico es una interpretación artística y no un relato histórico directo. Mi enfoque en la dirección de arte va más allá de la verosimilitud histórica; es una expresión artística que potencia y comunica la historia de manera única.


Durante la creación de mis películas, cada elemento de la dirección de arte se elige cuidadosamente. Desde los objetos en la escena hasta la elección de la locación y la simbología asociada, cada detalle tiene un propósito. Por ejemplo, en La Vigilia (2010), la elección de un lirio como flor tiene un significado bíblico que refuerza la historia. Trabajo intensivamente durante meses, incluso años, para asegurarme de que cada elemento contribuya a la narrativa visual y a la comunicación de la historia.


Aunque reconozco la importancia de la técnica cinematográfica, para mí, el cine es un objeto cultural expresado a través de un medio, y mi enfoque en la dirección de arte va más allá de la gratificación estética del cinéfilo. Es parte de la construcción de un objeto cultural que busca tocar la mente, las emociones y los sentimientos del espectador.


Existe cierta expectativa en torno a la película, especialmente por incluir la última actuación de Diego Bertie. ¿Podría compartir sus impresiones y cómo fue colaborar con él a lo largo de los años?

Mi relación con Diego Bertie se remonta a su juventud. En el año 1988, trabajamos juntos en una película para el mercado norteamericano llamada Welcome to Oblivion (también conocida como Ultra Warrior), lanzada en 1990. Diego fue parte fundamental de proyectos donde interpretó a dos personajes de gran dimensión, los de El bien esquivo (2001) y Una sombra al frente (2007). Mi aprecio por su talento actuó como motivación para incluirlo en futuros proyectos, como Flora, aunque lamentablemente no llegamos a ser amigos íntimos. No obstante, nuestra relación estuvo marcada por el respeto mutuo. Ahora estoy inmerso en la creación de un libro que aborda la historia del actor peruano.


Diego no solo era un gran actor, sino que también aportaba una dimensión personal a sus interpretaciones, utilizando su propia interioridad para enriquecer sus personajes. Su actuación en Flora lleva consigo una carga emocional que trasciende al personaje que interpreta. Su habilidad para utilizar su propia interioridad y sus experiencias personales para construir personajes es evidente en cada escena. En la película, Diego interpreta a un personaje que, con el tiempo, se vuelve más amargado y retirado del mundo, reflejando aspectos de su propia lucha interior. Hay un momento especialmente conmovedor al final de la película, cuando visita a Flora después de muchos años. Esta escena, cargada de emotividad, es un testimonio de la intensidad que Diego podía aportar a sus interpretaciones.


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