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29 FCL: "Punku" (2025): miradas y ríos místicos

La nueva película de Juan Daniel Fernández Molero, vista en el 29.° Festival de Cine de Lima PUCP, sorprende por su variedad estilística y narrativa, así como por el misticismo de sus imágenes y sus guiños a la obra del célebre David Lynch.


Por Gustavo Vegas Aguinaga          FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

"Punku" (2025). Fuente: Cinencuentro
"Punku" (2025). Fuente: Cinencuentro

Punku es una entrega refrescante dentro del panorama del cine peruano. Experimental y mística. Analógica y digital. Tradicional y moderna. La que es una historia de ficción que parte de la mitología nacional empieza, justamente, a modo de documental y combina la fantasía con la realidad, ese otro mundo con el nuestro. Desde el inicio, también, se exhiben los gestos del montaje que funde, quiebra, mezcla imágenes y sonidos entre sí y forma una experiencia sensorial única. La película destaca no sólo a través de su narrativa y su factura audiovisual, sino también mediante los detalles de su vasto trabajo en edición. Nada nuevo, cabe recalcar, en las películas dirigidas por Juan Daniel Fernández Molero.


Vi Punku unos días después de revisitar Terciopelo azul (Blue Velvet. 1986) de David Lynch, de modo que, una vez atravesado el umbral onírico de la película, fue inevitable empezar a esbozar ciertas similitudes, inicialmente a manera de broma entre colegas y amigos críticos, pero después dio paso a lo siguiente. Lo que para Lynch en Blue Velvet eran los oídos, aquí son los ojos (y los espirales), por donde entran las imágenes del mundo. El protagonista, Iván, se queda sin un ojo y eso le permite ver más allá, doblar su propio mundo y conectarse con otro, lejos de las verdades de éste.


En la línea lyncheana, Iván es otro Jeffrey, Meshia es otra Sandy, la cantante es otra Dorothy Vallens y el hombre misterioso es otro Frank (ambos vestidos enteramente de negro, como agentes de la muerte que son), la canción de la mujer de ropa verde (ya no azul) es usada también como leit motiv y somos testigos de esos cruces entre realidades donde la luz y el sonido de la selva se conjuga con la oscuridad nocturna y moral de ese /otro/ mundo extraño adonde se asoma Iván. Queda la duda, eso sí, de si es que Meshia recibe su nombre de Meshes of the Afternoon (1946) de Maya Deren y su característica faceta surreal y experimental.


"Punku" (2025). Fuente: IMDB
"Punku" (2025). Fuente: IMDB

Hay un guiño de Fernández Molero con las muñecas de sirenas con las que juega una niña y el certamen de belleza en el que participa Meshia, así como con la clásica historia de Hans Christian Andersen: es ella quien se “vuelve” sirena, pero es él quien pierde la voz. Hay mucho misterio, pero también mucha comedia, así como imágenes cautivadoras acompañadas de un montaje disruptivo aprestado a una narrativa episódica donde se difuminan las distancias entre "inicio" y "final". Lo importante, lo interesante, lo rico, lo vital, son los tránsitos. por los ríos, por la carretera, por la noche, por realidades alternas, en botes, en carro, en mototaxi, en sueños, etc.


En este sentido, vemos a una primera Meshia que atraviesa el río junto a Iván para llevarlo a ser atendido y se cruza con otra Meshia que regresa en otro bote junto a un hombre misterioso. Esta duplicidad responde, en principio, a ese onirismo propio de la cinta, aunque más tarde se trate de una viaje de retorno por las aguas turbias luego de un aparente abuso sexual. La ida es esperanzadora, con la sensación de seguridad y protección. El retorno es desolador, desamparado, impío. Estas dos caras son dos momentos claves en relación a la presencia de ese mal misterioso que late en todos los rincones y minutos de la película. Está en tránsito constante entre esa ida y vuelta, entre día y noche, luz y oscuridad, realidad y alteridad, dialogando entre sí. Pasado y presente/futuro.


Lo tradicional del mito del Chullachaqui y las leyendas de la selva se contrasta con la aparición de TikTok e Instagram, de otakus, el Juego del Calamar y más, así como lo identitario y cultural se enfrenta a la alienación, vista, por ejemplo, con los atuendos de Meshia y su amiga que corresponden a otra localidad y doblemente contrastadas ante la figura de Tarzán y los chimpancés. Fernández Molero critica así a un país que ve al resto de regiones y culturas bajo enfoques superficiales y fachadas, tal como la película emplea el folklore para hablar sobre el mal, las creencias, la violencia, etc.


"Punku" (2025). Fuente: Cinencuentro
"Punku" (2025). Fuente: Cinencuentro

La idea, si se permite, de TikTok e Instagram, redes sociales e imágenes telefónicas responde nuevamente a la idea de los ojos como portales entre realidades. La /mirada/ como forma de inmiscuirse en distintos mundos, pero también como tara. Mientras más vemos una pantalla, menos vemos el mundo. Por ello la ceguera parcial de Iván se transforma en clarividencia, pero también en una “marca” que da cuenta de su tránsito por la senda de la pérdida de la inocencia.


Así como pasa del celuloide a la imagen digital e incluso videos de celular, la película navega también por distintos géneros y una modernidad sujeta a los mitos de antaño mientras evoca ecos lyncheanos. De vuelta entonces a Blue Velvet (disculpen mi insistencia): el Chullachaqui se le suele aparecer a aquellos que caminan en soledad, tal como Iván, tal como le sucede a Jeffrey Beaumont: no es un duende-demonio, sino la oreja; en ambos casos es un /tránsito/ solitario lo que abre el portal (el ¡punku!) hacia el otro mundo y deja que el mal de ese plano cruce al nuestro.


En fin, hay un sinfín de elementos cuyas significaciones y símbolos han pasado inadvertidos por mis ojos, de eso estoy seguro. Por otro lado, he visto cantidad de comentarios sobre esta película y sus pretensiones, pero hay que saber identificarlas y comprenderlas, hacia dónde van o bajo qué motivo existen. Basta ya con esa mala costumbre de catalogar como tal (y por lo mismo descartar) a una película simplemente por desviarse de las normas narrativas y audiovisuales convencionales. 130 años tiene el cine y se sigue vapuleando a los que buscan y toman caminos distintos y cruzan sus propios umbrales y portales, a los que ponen el ojo en otros lugares.



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