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“Crímenes de familia” (2020) y los roles ilustrativos

Actualizado: 9 nov 2022

La película argentina, dirigida por Sebastián Schindel, es una propuesta cargada de buenas intenciones, aunque carente de una sólida puesta en escena.


Por Rodrigo Bedoya Forno CRÍTICAS / NETFLIX

Sofía Gala Castiglione como Marcela Sosa. Fuente: Net tv

Crímenes de familia, de Sebastián Schindel, explora una serie de temas que están muy presentes en la opinión pública: violencia sexual, tensiones entre grupos distintos y diferencias de clases y de género. La historia se centra en Alicia (Cecilia Roth), una mujer de la clase alta bonaerense que vive una situación difícil: su hijo ha sido acusado de violación por Marcela (Sofía Gala Castiglione), la expareja y madre del nieto de Alicia. Además, en la casa de Alicia trabaja Gladys, una joven del campo que tiene un hijo. Poco a poco, las distintas tensiones que van apareciendo en la vida de la protagonista (que involucran al esposo, interpretado por Miguel Angel Solá) se van haciendo cada vez más inmanejables.

La propuesta de la película es ir alterando los tiempos de la narración para marcar, de manera más profunda, las situaciones límite que tiene que vivir la protagonista. Alicia poco a poco va viendo cómo su mundo se resquebraja, mientras hace todo lo posible para evitarlo. La defensa de su hijo se convierte en su prioridad. Mientras tanto una situación igual de terrible se va cocinando con Gladys, a quien iremos conociendo en el transcurso del relato. Lidiar con ese panorama doméstico hace que Alicia desarrolle una relación de empatía cada vez más fuerte con las otras mujeres del relato. La clase social y la defensa de la familia, todo aquello en que la protagonista se apoya, va dando lugar a una mirada más compasiva con Marcela y Gladys, víctimas de un sistema que las margina, de una manera u otra.

El problema es que las buenas intenciones de la película se chocan con una puesta en escena que prefiere verbalizar el sufrimiento de los personajes más que encarnarlo. Toma la forma de una película de juicios, pero sin la tensión o el intercambio que se da en ese tipo de filmes. Por el contrario, Schindel elige dar prioridad a los testimonios de las mujeres, que parecen sermones recitados por las actrices. Se desaprovecha totalmente la posibilidad de crear algún tipo de tensión o de darle un carácter emocional a las experiencias de violencia. Tenemos, pues, declaraciones que explican la situación, pero que no se encarnan de manera tangible en el relato.

La película contó con el apoyo de ONU mujeres y la Organización Internacional del Trabajo.

Por otro lado, los personajes parecen diseñados para cumplir un rol ilustrativo. La unidimensionalidad se puede ver tanto en el esposo interpretado por Solá (que establece un conflicto con la esposa desde el primer momento, y que la película repite y repite) como en el abogado defensor de Gladys, que nunca tiene un rol verdaderamente propio más que el de ser una comparsa del proceso. Tener personajes tan poco desarrollados termina afectando la verosimilitud del propio proceso redentor de Alicia. Ella también debe cumplir lo establecido por un guion de hierro, al que le interesa más recalcar temas como la redención, la culpa y el perdón.

Vale la pena, por eso, comparar Crímenes de familia con El cuidado de los otros (2019) o con Emilia (2020), películas argentinas que estuvieron en la competencia oficial del Festival de Cine de Lima. Estos filmes tocaban también temas ligados a la situación de las mujeres: la tensión y precariedad cotidiana en el caso de la primera y la dispersión, el placer y el goce en la segunda. Pero en esas películas los temas están expresados en base a puestas en escenas logradas. La cámara en mano y los encuadres durativos permiten sentir en El cuidado de los otros la tensión de la protagonista, que vive una situación límite. En Emilia, el trabajo con la sensualidad que se expresa en momentos cotidianos nos permite adentrarnos en la complejidad de un personaje femenino muy rico.

Crímenes de familia opta por un camino en el que importa más la explicación y la ilustración que la riqueza de lo expresivo. Y ahí están sus debilidades.



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