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El aclamado thriller chileno, que ya se pudo ver en el Festival de Cine de Lima 2022, llegó a una de las plataformas más populares. Fue dirigido por la famosa intérprete Manuela Martelli.
Por Alberto Ríos CRÍTICAS / NETFLIX
Los gobiernos dictatoriales no solo marcan su opresión en actos visibles, en represiones públicas y manifestaciones de fuerza bruta; sino en el sentimiento de persecución y alerta en el que las personas comunes, que intentan vivir en un periodo plenamente turbulento, se ven obligadas a transitar mientras buscan realizar una buena acción.
1976 es la ópera prima de la actriz Manuela Martelli, quien dirige con gran precisión este thriller sociopolítico enmarcado en la dictadura de Pinochet. La protagonista del filme es Carmen, interpretada magistralmente por Aline Kuppenheim, una mujer de clase acomodada y ex enfermera de la Cruz Roja que abandona Santiago y viaja a una casa ubicada en un balneario, para supervisar la renovación del lugar. Su marido, sus hijos y sus nietos suelen acudir al lugar durante las vacaciones de invierno. Es en este pequeño pueblo ubicado al sur de Chile que el padre Sánchez (Hugo Medina) le pide que cuide a Elías (Nicolás Sepúlveda), un joven herido de bala en una pierna del que poco sabemos, pero intuimos que está metido en la lucha contra la dictadura de Augusto Pinochet. Carmen se adentrará en lugares extraños, que la alejan de la acomodada vida a la que está acostumbrada.
Es a través de este pedido que Carmen irá sumergiéndose cada vez más en la vida de Elías, y en su interés de apoyarlo, ella misma se comenzará a sentir perseguida. La protagonista comprenderá el miedo a la tortura, la sensación de estar constantemente bajo vigilancia, de las amenazas; todo esto en el marco de las celebraciones del cumpleaños de su nieta, las comidas familiares y las tareas domésticas y cotidianas.
Los dos mundos se encuentran dentro de Carmen: el tradicional y vinculado al poder se expresa dentro de su familia: su esposo es director de uno de los principales hospitales de Santiago, sus amistades, bien relacionadas, expresan comentarios opresivos y anticomunistas. En la vida cotidiana de su familia es como si la situación en el país fuera completamente normal. Por su parte, ella tiene una obsesión cada vez mayor en comprender la situación y la lucha de las personas como Elías. Y en esa búsqueda, esa creciente indagación, irá descubriendo un universo muy distinto, y se irá topando con personajes de otros orígenes y realidades. Una dualidad y un conflicto externo que se pueden camuflar de forma tan simple como el mareo a la hora de navegar un barco.
Desde el comienzo de la película el sentimiento de opresión se hace presente. La protagonista está eligiendo el color de pintura para su casa basándose en los paisajes de un libro. Fuera de cámara se escucha el grito de una mujer llevada por los militares, que distrae por un segundo a Carmen y al vendedor, y nos llevan a un primer plano de los elegantes y caros zapatos a los que les caen tres gotas de pintura. Saliendo de la tienda, Carmen ve el zapato viejo de la mujer a la que arrestaron y nota su presencia. A diferencia de su familia, no logra hacer ojos cerrados a lo que sucede a su alrededor.
La dirección es bastante clásica, con un manejo de los tiempos narrativos que permiten que se desarrolle uno de los aspectos más interesantes de la película: el manejo de la tensión, que recuerda al trabajo de la directora argentina Lucrecia Martel en obras como La ciénaga. El sentimiento de persecución que tiene Carmen es creciente a lo largo de la película. El papel de Aline Kuppenheim, actuando con todo el cuerpo, con las manos, con los tics de la cara, se ve respaldado por una dirección y fotografía que la pone al centro de todas las escenas de la película. Es una persona común, que nos muestra que, en medio de una dictadura, su libertad está lejos de pertenecerle.