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Ya se encuentra en streaming para Latinoamérica Los Cinco Diablos, la segunda película de Léa Mysius. Una fábula fantástica sobre el descubrimiento.
Por Alberto Ríos CRÍTICAS / MUBI
La fantasía, la infancia y el descubrimiento son temas que se han abordado recientemente en la cinematografía francesa, como fue el caso de Céline Sciamma con Petite Maman (2021). Ahora, la directora Léa Mysius, tras su interesante ópera prima Ava (2017), presenta en Los cinco diablos (Les Cinq Diables) un contenido y revelador drama familiar que también se aproxima a aquellos tópicos, incluyendo el racismo.
Adèle Exarchopoulos interpreta a Joanne, una instructora de natación en un pueblo cercano a los Alpes. Su matrimonio con Jimmy (Moustapha Mbengue), un bombero de origen senegalés, está en plena crisis y marcado por las tragedias del pasado. A ello se le suma la presencia de su pequeña y solitaria hija Vicky (Sally Dramé), una niña que posee un singular don: tiene un olfato prodigioso. Con esta habilidad especial puede recordar cualquier aroma que le agrade y reproducirlo sin esfuerzo.
La normalidad de la familia se ve sacudida con el retorno de Julia (Swala Emati), la hermana de Jimmy, quien se había alejado del pueblo debido a problemas de salud mental relacionados con extrañas visiones. Sin embargo, en su regreso, descubrimos que el pueblo está plagado de homofobia y racismo, y Julia es objeto de un profundo odio, al igual que Joanne, quien adopta una actitud extremadamente hostil hacia su presencia. Ante esta situación, Vicky, impulsada por su curiosidad y su habilidad especial, decide investigar el pasado de su familia para comprender el origen del rencor que siente su madre hacia Julia.
Comúnmente se afirma que el sentido del olfato, a diferencia de los otros cuatro sentidos, tiene la capacidad de transportar a las personas a lugares o situaciones lejanas en el tiempo y el espacio. A lo largo de la historia, nos encontraremos con una protagonista que lucha por superar su miedo a crecer, el cual se ve agravado por el constante acoso de sus compañeros de clase y la compleja relación de dependencia que tiene con su madre.
A través de los poderes de una niña tan especial, Mysius nos lleva a un viaje que explora la complejidad del proceso de madurez que experimentamos durante el fin de la infancia. Vicky posee una sensibilidad especial a los olores que le permite percibir el mundo de una manera única. A medida que avanza la trama, descubrimos que su don es solo el comienzo de algo mucho más profundo. A través de esta revelación, se nos muestra el momento en que la infancia llega a su fin y nos enfrentamos a la realidad de un mundo adulto que no siempre es como lo imaginábamos.
Léa Mysius utiliza de forma fascinante el fantástico, pero de una manera poco convencional, ya que no se enfoca en dar explicaciones lógicas o científicas a los poderes de Vicky, sino que los trata como algo común y corriente para narrar una historia, de la misma manera que Céline Sciamma en Petite Maman; aunque, a diferencia, Mysius explora más a fondo cómo la fantasía puede revelar secretos del pasado familiar. Así, desde el punto de vista de esta niña con sus propias dudas existenciales, la autora explora temas profundos como la identidad y el trauma familiar, pero sin necesidad de mostrar, de “decir”. Lo que sugiere la mirada de una niña detrás de unos arbustos puede ser más revelador.
Joanne y Julia tienen un pasado común y parte del misterio gira en torno a sus identidades sexuales, su descubrimiento y búsqueda de liberación. Ambas funcionan como una dualidad. El uso recurrente de imágenes de fuego y agua por parte de Mysius funciona bien en la película: en los extremos, Julia está asociada con un incendio devastador, Joanne trabaja en una piscina y suele darse largos baños en un lago helado, mientras que en el medio está Jimmy, un bombero. La simbología recurrente de la dualidad entre fuego y agua que representan a los personajes de Joanne y Julia, junto con su enredo amoroso, puede resultar más difícil de comprender para el espectador que la narrativa en forma de flashbacks que presenta la película. Ello a la vez dota al subtexto de la cinta de una gran riqueza.
El director de fotografía Paul Guilhaume utiliza la niebla del pueblo montañés para darle un aura mística a la película. Además, juega con la paleta de colores para comunicar el estado psicológico de los personajes. En Los cinco diablos se puede apreciar un atractivo visual hipnótico, con un cromatismo cálido que contrasta con el paisaje invernal. La película demuestra que Léa Mysius es ya una de las nuevas voces más interesantes de la cinematografía contemporánea.