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“Mi amigo Robot” (2023): circuitos empañados

Llegó a cartelera una de las nominadas a Mejor Película Animada en el último Oscar. Si bien no se alzó con la estatuilla, se ha robado el corazón del público por su encanto inocente y estilo tan vivo.


Escribe Marcelo Paredes                                             CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

De tantas películas del 2023 acerca de los vínculos y la soledad, jamás pensé que la que tendría como protagonistas a un perro y a un robot sería de las mejores. Me refiero a Mi amigo Robot (Robot Dreams), la nueva cinta del director español Pablo Berger (Blancanieves) que, con el perdón de Hayao Miyazaki y Spider-Man, es la mejor película animada que dio el 2023.


Dog vive en un departamento en Nueva York durante la década de los ochenta. Al estar solo y no tener ninguna clase de compañía en su vida, se consigue un robot para ponerle fin a su tristeza. Lamentablemente, luego de tomar una dura decisión, Dog perderá a su nuevo amigo y hará todo lo posible para recuperarlo, ya que la amistad que formaron los hizo inseparables.


La existencia de una película así en esta época creo que genera una importante reflexión sobre el estado del cine. Recientemente, el director Denis Villeneuve dio unas declaraciones en las que decía que el cine, ante todo, es un medio visual y que elementos como el diálogo “contaminaban” esa forma de narrar. Añadía que además era un elemento que odiaba, creyendo que es prescindible.


Esto es algo que puede ser verdad dependiendo de cómo sea presentado, ya que de nada sirve componer imágenes muy potentes si no te están comunicando nada y si eso lo llevamos a un nivel macro, creo que de nada sirve tener una estética pulcra si tu estructura narrativa no es clara en lo que cuenta. Es con eso en cuenta que la cinta de Pablo Berger viene para darle la razón a Villeneuve. No obstante, a diferencia del canadiense, no lo hace con una declaración que pueda sonar pretenciosa, si se lee de manera simplista, sino que lo hace con un trabajo que nos hace recordar por qué el séptimo arte comenzó funcionando tan bien desde la era muda.

mi amigo robot
"Mi amigo robot" (2023). Fuente: El Confidencial

Mientras veía la película, en más de un momento me cuestionaba qué tanto podría ser capaz de sostenerse sin emitir un solo diálogo y grata fue la sorpresa al ver que pudo lograrlo hasta el final y sin perder el ritmo. Y claro, si retomamos a lo dicho en el párrafo anterior, podemos decir que esto se debe a lo bien trabajada que está visualmente, contando con una animación que tal vez no esté en sintonía con la onda moderna, pero igual gusta por su variedad de formas y detalles. Eso está muy bien, aunque tampoco creo que lo sea todo.


Si Mi amigo Robot llega a funcionar es porque su historia, la cual proviene de un cómic estadounidense, toca cuestiones muy interesantes que se trabajan de gran manera dentro de una obra que puede ser para todo público. A través de un conflicto que parte desde la soledad, en un mundo donde parece reinar el individualismo, dar rienda suelta a un vínculo que añora el simple hecho de reconectarse resulta en un acto sumamente bello. Y aunque pueda tratarse de una amistad, si prefiero solamente llamarlo vínculo antes que etiquetarlo bajo alguna otra cosa, es lo que demuestra a la perfección esa búsqueda que tiene de ser universal.


La mención a esto se debe a que, como seguro varios vieron en internet, se le ha comparado mucho con otra gran película del año pasado como es Vidas Pasadas, pero si esa podía tener un “limitante”, por decirlo de algún modo, era que a fin de cuentas se termina ciñendo a una idea de amor romántico. Acá, por otro lado, no solo se busca desprenderse del rótulo, sino que tiene el agregado de hacer mayor énfasis en el sentir individual de ambos personajes, siendo justamente solo eso, anhelos de algo que no pasa del terreno mental. Esa idea cobra fuerza a base de la repetición de ciertas situaciones y el potencial que tiene la animación para dar mayor vida a esos sueños, lo que da lugar a que la experiencia logre ser fascinante.

Es cierto que se le puede acusar de que a la mitad pierde fuerza. Como dije, busca repetir lo mismo de distintas formas, cosa que puede parecer aburrido a ojos de algunos espectadores. Sin embargo, es precisamente en ese ejercicio de cambio de perspectiva que su montaje se trabaja correctamente, al redondear el significado de la película. En esa repetición uno siente el dolor que hay en Dog y en Robot, dándole vueltas una y otra vez a un hecho en particular que los remonta a ese periodo de su existencia donde fueron muy felices.


He ahí la razón por la que ver esta cinta se siente como mirar un álbum de fotos. La historia no solo muestra la amistad entre una máquina y un can, ya que, si lo analizamos con mayor detenimiento, podemos percatarnos que trata sobre los recuerdos personales que formamos luego de conocer a alguien, e incluso si somos capaces de repetir ese efecto vinculándonos con alguien distinto, nada podrá quitar lo disfrutado en el pasado. Es en ese recuerdo encapsulado que la magia acaba perdurando, donde los videojuegos jugados, la comida consumida, los lugares visitados y las veces que esa canción de Earth Wind and Fire fue escuchada son lo que complementan esas nostálgicas imágenes. 


En conclusión, Mi amigo Robot es un goce visual que mira con mucho cariño el medio de donde viene y también en el que está ahora (siendo el cómic y el cine respectivamente). Con una animación bien hecha y un guion que encanta a pesar de su falta de palabras, estamos frente a una película que habla de aceptar que los instantes con aquellas personas especiales son justamente eso, momentos que podrán ser pasajeros, pero que la memoria siempre deberá conservar. Es una gran cinta que, como decía, mira al cine con tanto cariño y respeto que se desvivirá homenajeándolo con guiños a diversos clásicos que le dan un tono nostálgico, convirtiéndose en otro agregado que hará feliz a más de un cinéfilo al tener como escenario principal una ciudad tan referenciada como lo es Nueva York. Sin duda, es una obra a la cual la expresión “bonita” le queda chica.



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