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La película de ciencia ficción de Víctor Checa, aunque muy interesante en su planteamiento narrativo y visual, ofrece un desarrollo muy frío, carente de calidez, en el tratamiento de sus personajes.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL
En una Lima donde nunca llueve, un chico llamado Teo, junto a su padre electricista, Luis, construirán una máquina con la que puedan controlar el clima. Es durante este proceso que el chico intentará despegarse de su padre, buscar su propia vida. Para esto, se unirá a un grupo de jóvenes que se dedican a robar, experimentando una doble vida que complicará su proyecto familiar.
Es curioso pensar que una ciudad como Lima tenga un gran potencial como distopía. En más de una ocasión se ha querido abordar la ciencia ficción en el Perú desde ese enfoque. Incluso una película reciente como El Corazón de la Luna, si bien no es una distopía como tal, posee una visualidad próxima a películas como Blade Runner, lo que le da parte de esa vibra. Ahora, que se pueda hacer lucir a Lima como una distopía, no necesariamente quiere decir que lo que se verá funcionará correctamente como tal.
Antes de ir a eso, hay que dejar en claro de que esta opinión no es del todo negativa. Esta es una película que en concepto sabe lo que cuenta y lo hace de una manera interesante: la lejanía de una relación padre/hijo, en la que la idea de crear juntos esa “nube” los convierta en seres especiales o distintos en un ambiente apagado y uniforme, cubierto por el cielo limeño. Lo que Luis quiere es, de cierta manera, frenar ese futuro inevitable del crecimiento, y el posterior distanciamiento que tendrá con Teo. Eso, al menos en papel, en el empleo de la ciencia ficción, resulta muy prometedor y más todavía por lo que uno puede sacar del mensaje.
A eso se le suma un muy bien logrado acabado técnico, que dentro de la media producciones nacionales, sobresale. La fotografía en clave baja transmite la sensación de una opaca suciedad. Del mismo modo, el trabajo sonoro es atractivo, dado que permite identificar los distintos funcionamientos de la máquina, así como los diferentes espacios de la ciudad, otorgándoles su propia personalidad.
Muy buena parte de ese encanto rápidamente se pierde porque la misma cinta no lo sabe sostener. La película está contada con una excesiva solemnidad que, para sus casi 90 minutos, llega a niveles exasperantes. Entiendo que todo en el entorno tenga que ser frío y distante, pero no hay interés más allá del clima en que la película nos sumerge. Es esa frialdad la que también se verá reflejada en sus poco inspiradas actuaciones. Por ahí que un poco destaca el trabajo del joven Lorenzo Molina como Teo, quien al ser protagonista tiene momentos de introspección, mejor logrados, mas no se podría decir lo mismo de un intérprete experimentado como Fernando Bacilio. En El mudo de los hermanos Vega supo dar una gran actuación, comunicando mucho con poco, pero acá se le siente muy desaprovechado, con una performance entre fría y mecánica que no comunica nada potente más allá de lo transmitido por la propia fotografía.
Tiempos futuros resulta en parte esperanzadora, porque demuestra las ganas que hay de querer expandir los horizontes del cine peruano, más allá de lo previsible. No obstante, ni esas buenas intenciones impiden que se siga sintiendo fallida, más allá de las virtudes ya referidas.