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Fellini: 5 películas favoritas

Actualizado: 23 jun 2023

Hoy se celebran 103 años del nacimiento del legendario realizador italiano. A través de cinco películas, exploramos un cine cargado de ilusionismo y jolgorio, más allá de otras películas ricas en una filmografía extensa.


Por José Carlos Cabrejo ESPECIALES / FEDERICO FELLINI

Federico Fellini. Fuente: Infobabe
Federico Fellini. Fuente: Infobabe

5. Las noches de Cabiria (Le notti di Cabiria, 1957)


La película trasluce ese vínculo esencial entre Fellini y Giuletta Masina, su musa y esposa. En este filme se hallan parte de los rasgos neorrealistas de los inicios del cineasta, pero con un aire casi fantástico que evolucionaría en cintas próximas.


Masina interpreta a una prostituta que se ve inmersa en problemas amorosos, pero en esos tránsitos azarosos, su vida deambula en un mundo de exaltación y baile trazado como mágico carnaval. Esa doblez, que habla de cómo es la vida misma, se expresa de forma notable y cómplice en el encuadre final, con el rostro de ella rompiendo la cuarta pared, entre las lágrimas, la sonrisa y la música.



4. La strada (1954)


Esta cinta es un reflejo de la obsesión de Fellini por el mundo circense. Entre los personajes de ambos actores se crea una relación tensa, que contrasta la corporeidad fornida y agigantada de Anthony Quinn y la presencia menuda y risueña de Masina.


Zampanò, el personaje de Quinn, es compuesto en el encuadre de forma imponente, casi animal, pero esa imagen es solo el viril espejismo de una fragilidad ante la pérdida. Ese final, con el personaje llorando inconsolablemente en la orilla, es uno de los momentos más entrañables del cine de Fellini.


3. Amarcord (1973)


Sería un ejercicio interesante conectar esta película con muchas cintas coming of age, que son tan recurrentes en la actualidad. Pero más allá de ello, Fellini posee un estilo, una marca, que siempre lo distinguirá del resto. Uno de los elementos notables de Amarcord es la música de Nino Rota, que le da hondura nostálgica a un filme que se siente como un acto íntimo de memoria.


Hay algo del trazo exagerado de historieta en la forma en que se visualizan a los personajes, sea a los familiares de gritos y ademanes exaltados, como a las mujeres que obsesionan a Titta (Bruno Zanin), sea la voluptuosa Gradisca (Magali Noël) de trajes ceñidos, o la Tabacalera (Maria Antonietta Beluzzi) de inmensos senos que lo dejan afiebrado.


El impacto de Amarcord sigue vigente en el cine contemporáneo, como se puede notar en cintas autoficcionales recientes como La danza de la realidad (2013) y Poesía sin fin (2016) de Alejandro Jodorowsky.



2. La dolce vita (1960)


Es un retrato fantástico de una Italia que va dejando atrás los opacos tiempos de la posguerra. Los desplazamientos bohemios y nocturnos por la ciudad de personajes del mundo del espectáculo desembocan en una de las grandes secuencias de la historia del cine: las caminatas de los personajes de Marcello Mastroianni y Anita Ekberg, entre diálogos y gestos de contenida tensión sexual, y el giro casi surreal que los muestra súbitamente de día en la Fontana di Trevi.


Los recorridos de los personajes, entre viejas y misteriosas arquitecturas y casas de alcohol, lujo y sensualidad, sugieren al final una suerte de vacío inexplicable y casi angustiante en ellos, que parece adquirir forma en esa criatura extraña y marina que se les aparece, mientras andan sin rumbo definido, como almas en pena.



1. (1963)


Marcello Mastroianni encarna a un personaje que claramente evoca al propio Fellini. Como él, es cineasta y vive un mundo en frontera con lo onírico. Es en esa frontera que lo vemos conflictuado con las mujeres de su vida y con su condición de celebrado maestro del cine. En , la vida es comprendida como una puesta en escena, como un espectáculo, y fiel a su universo autoral, crea algunos momentos inolvidables para la historia del cine: el baile del protagonista con Barbara Steele, la reina del terror gótico, que es un referente para el baile de John Travolta y Uma Thurman en Tiempos Violentos (1994) de Quentin Tarantino. O también en su final, con la inolvidable pieza musical de Rota y los personajes mezclados en una marcha circense que habla de la propia ilusión cinematográfica, y de la manera en que cobija nuestras fantasías, como lo hace, en tono más cercano a la pesadilla, David Lynch en la secuencia del Club Silencio en El camino de los sueños (2001).


Esta obra maestra es esencial por la huella que seguiría dejando en el cine posteriormente. Estaría con los personajes femeninos en películas de Woody Allen, las inspiraciones en musicales como Nine (después llevado al cine). Incluso estaría en la manera en que realizadores contemporáneos mezclan lo felinesco de forma fallida con el talento para la pseudopoesía de Ricardo Arjona y Eliseo Subiela en cintas como Bardo (2022) de Alejandro González Iñárritu. En algunos casos, siempre es mejor volver a la fuente, al origen.



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