En este documental rumano, recientemente exhibido en el festival Lima Alterna y donde obtuvo una mención honrosa en la competencia internacional, convergen la ficción y la realidad a través de imágenes de archivo y narraciones de cartas.
Por Mariano Soto FESTIVALES / LIMA ALTERNA
Conocido por su documental Where Are You Bucharest (2014), el director rumano Vlad Petri esta vez ofrece un híbrido entre ficción y realidad que narra la historia de dos jóvenes que intercambian cartas durante periodos de revolución en sus respectivos países. Compañeras de medicina en Bucarest, María, una joven rumana y Zahra, una joven iraní, separan sus caminos cuando esta última debe volver a Teherán antes del inicio de la revolución islámica. Algún tiempo después, estallaría la revolución rumana en contra de la dictadura de Ceausescu, por lo que ambas empiezan a contar sus experiencias.
Aunque de espectros políticos opuestos, ambas revoluciones buscaban separarse de la opresión y el colonialismo. En Irán, se luchaba por derrocar al sha Mohammad Reza Pahleví, quien contaba con el apoyo de los Estados Unidos y el Reino Unido. Por otro lado, en Rumanía el pueblo se alzaba frente al gobierno comunista de Nicolae Ceaușescu. Así, Petri nos muestra dos contextos geográfica e ideológicamente diferentes, pero unidos por el espíritu revolucionario de dos jóvenes.
A pesar de sus cortos 68 minutos de duración, el filme logra transportarnos por casi 20 años de material, en donde, gracias a un montaje inteligente, se aprecia el avance social y tecnológico de ambos países. Temporalmente mantienen diferencia, pero se siente como una progresión unánime entre ambas situaciones, el avance de las revoluciones (que aunque ideológicamente opuestas, parecen seguir un mismo hilo) narrada por personajes anónimos, sin rostros, cuyos nombres apenas sabemos, pero que no se alejan tanto de quienes vemos en imágenes viviendo -su vida- y luchando por lo que consideran correcto. Asimismo, el choque cultural salta rápidamente a la vista, las diferencias en las calles, celebraciones y luchas, cosas que dejan de estar y otras que aparecen, esperanza y desesperanza. El director logra hurgar en la memoria, sacarla de un cajón y entregarla en forma de una conversación ligada por el cariño y la añoranza.
Si bien no se menciona hasta el final de la película, las cartas son ficcionales y están basadas en archivos encontrados. Petri, de la mano de la escritora Lavinia Branişte, adaptó poemas y cartas que dan como resultado aquella relación entre Zahra y María. La imaginación y ficcionalización de la realidad sirve como excusa para abordar el ambiente revolucionario, pero el foco está en la relación de ambas amigas. Se escriben porque se extrañan, desearían estar juntas, recuerdan y desean compartir recuerdos. Ellas no pueden ver lo que la otra ve, pero nosotros sí. Between Revolutions explora la potencia de las relaciones, el dolor de la distancia, la nostalgia de lo que ya no está. Como mencioné, el realizador saca las memorias de un cajón, pero sus protagonistas poco a poco empiezan a perder sus propios recuerdos. Aquellas conversaciones que mantenían en sus cabezas empiezan a deteriorarse porque sus voces ya no resuenan, pasan a ser parte del olvido. El propio recuerdo de ellas mismas se suma a las tantas pérdidas que trajo consigo la opresión ante la que deben luchar.
El intercambio epistolar y las imágenes de lo real convergen en una aproximación casi poética, pero cruda y realista, del avance de las distintas revoluciones. Por un lado, nos cuenta el apartado ficcional que aborda la amistad a través de las narraciones, pero a su vez, son aquellas imágenes las que adquieren un protagonismo particular. El uso del material de archivo como una manera de unir, espacial y temporalmente, dos contextos aparentemente distantes, no sólo para quienes envían las cartas, sino para quienes lo ven desde afuera, los espectadores. El autor rumano logra combinar de gran manera música y diálogos para potenciar imágenes que por sí mismas son lo suficientemente consistentes. Desde protestas hasta banderas siendo quemadas, la liberación y la opresión, militares en plazas y un camión regalando botellas de Pepsi a una multitud desesperada. El rostro de la revolución y sus consecuencias son mostrados a través de la amistad de dos personas que pasan a ser víctimas.
Es inevitable pensar en la similitud de este filme con Correspondencia (2020) de Carla Simón y Dominga Sotomayor. En esta última cinta, ambas directoras se comunican a través de una suerte de epístolas grabadas. Una se encuentra en Chile en pleno estallido social; la otra, embarazada en España preguntándose si se puede ser madre y cineasta a la vez. Se presentan, así, reminiscencias a nivel de forma y en contexto. Ambas cintas nos muestran una relación de amistad entre mujeres que traspasa fronteras y que pueden coexistir aún en situaciones de revolución. Es importante mencionar la figura de personajes femeninos como protagonistas de ambas cintas, pues deja evidenciado cómo es vista una revolución desde su perspectiva. María, por ejemplo, viéndose obligada a casarse para no ser molestada por sus familiares.
Queda la sensación de que la mirada del realizador es melancólica y algo desesperanzadora, mostrando revoluciones que terminan en “victorias confiscadas”. Aparece así, la idea de luchar por algo que parece desvanecerse, que eventualmente terminará sucumbiendo frente a la opresión de un grupo más fuerte. El documental nos muestra, así, un panorama aparentemente condenado a repetirse en el que los esfuerzos de un pueblo pueden verse arrebatados, junto a sus alegrías, memorias, amistades, relaciones, e inclusive, sus cartas.
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