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“Locos de amor, mi primer amor” (2025): te quiero tanto, tanto

La nueva película de la saga musical peruana llegó a salas de cine con un elenco joven, música de los noventa y los recuerdos de esos amores tan jóvenes como pasajeros.


Por Gustavo Vegas Aguinaga                                       CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

"Locos de amor, mi primer amor" (2025). Fuente: El Comercio
"Locos de amor, mi primer amor" (2025). Fuente: El Comercio

Convengamos que, como se darán en este texto, no soy tan conocedor del género musical como me gustaría y sin embargo entiendo que una de sus características más clásicas es la relación contextual que tienen las canciones con lo que sucede en la historia; es decir, el guion. Ahí recae mi principal reparo con el debut cinematográfico de Miguel Valladares, director general de la productora Tondero. Algunas de las canciones poco o nada tienen que ver con la historia, incluso desde el inicio. La primera empieza con una letra sobre el amor cibernético en la era de las computadoras y si bien cobra algún sentido cuando la película se detiene a hablar sobre los celulares y redes sociales, no se enamoran mediante estos aparatos, sino cara a cara, a la antigua.


En fin, tras un par de chistes y gags, el tema de “La Chica Yeyé” amaga con una escena de transformación al mejor estilo de las chick-flicks de los 90, pero funciona más para establecer rápidamente las características, entre el arquetipo y el estereotipo, de los personajes femeninos. Las pequeñas interacciones entre las chicas nos revelan detalles de sus identidades, pero no lo suficiente como para evitar el simplismo. Lo mismo sucede con algunos de los varones, sobre todo con los secundarios: el exnovio patán y bully, el chico artista alternativo o el extranjero que sabemos tendrá que irse.


En la línea de las canciones, pese a que “La gata bajo la lluvia” es desaprovechada casi totalmente en un corto recurso cómico, “La chula”, por su parte, ofrece un brevísimo enfrentamiento de baile entre hombres y mujeres que gusta por su ritmo de ida y vuelta, y en esta separación es donde se unen dos personajes. Es un gesto simple, pero funciona. Luego este amago de pareja se deshace como para que entendamos que, claro, hay amigos que no están destinados a ser pareja, hay besos que no llevan a nada. Cosas de la juventud. Lamentablemente esta idea -casi moraleja- se deshace rápidamente a partir de Lucho (Brando Gallesi) y Milagros (Arianna Fernández): se besan, ella lo rechaza amablemente, pero él no acepta un “no” como respuesta e insiste una vez más. Se besan de nuevo y ahora el amor juvenil triunfa bajo las propias e ingenuas creencias de esa edad.

Detrás de cámaras de "Locos de amor, mi primer amor" (2025). Foto: Infobae
Detrás de cámaras de "Locos de amor, mi primer amor" (2025). Foto: Infobae

Es claro que el guion busca captar la energía de una generación actual así como entender a esta juventud, pero no logra esa cercanía, ni con los personajes ni con el público. Se delata al emplear términos y jergas que en su justificado intento de realismo caen en la parodia. Se trata de un guion que, al no comprender del todo a los jóvenes de ahora, tampoco termina de entender a sus propios personajes. Están trabajados más desde el discurso que desde las motivaciones profundas de cada uno. Me explico: pareciera que a la película le importa más que exista alguien que personifique la idea del éxito académico antes de conocer qué le lleva a esto; importa más que haya alguien de la comunidad LGBTQ+ antes de interesarnos por sus dolores y sus alegrías, o alguien que encarne la difícil situación que viven las mujeres ante el machismo, misoginia, acoso sexual y más.


A partir de esto último, es interesante cómo se emplea la situación de Verónica (Mariagracia Mora), a quien cosifican y la consideran una “chica fácil” para dar una mirada crítica hacia las juventudes actuales que caen en conductas machistas propias del fenómeno incel, con insultos, apodos, miradas y comentarios morbosos y fuera de lugar. Lo mismo ocurre cuando el exnovio de una de las protagonistas la expone en redes sociales como infiel. Esto pudo dar pistas sobre los peligros de las redes y las relaciones hoy en día ante las venganzas digitales, las imágenes y videos íntimos, etc.; sin embargo, la situación se resuelve de pronto y queda en el olvido.


Los personajes que tenían el potencial para explorar temáticas relevantes en nuestra sociedad actual quedan como meras (re)presentaciones de dichos conceptos. Se suma a ellos la chica influencer que tras sus máscaras se esconde la joven que usa su carisma y belleza para crear contenidos de marcas y con el dinero que gana sostiene a su familia, pero este trasfondo sensible se queda apenas en la superficie donde los muchachos se bañan y la película se muestra dudosa de sumergirse. Una de sus anclas es la nostalgia, como se evidencia en la lógica (desde hace tres películas ya) de usar canciones antiguas y, aunque esta versión apelaba a una audiencia más joven, emplea las mismas fórmulas de sus predecesoras, solo que con un elenco de menor edad. No obstante, podría ser un punto a favor de esta entrega pues plantea una suerte de recambio generacional y hace las veces de semillero para nuevos rostros.

Detrás de cámaras de "Locos de amor, mi primer amor" (2025). Foto: El Comercio
Detrás de cámaras de "Locos de amor, mi primer amor" (2025). Foto: El Comercio

Curiosamente, el musical Locos de amor, mi primer amor no alcanza sus mejores momentos en la música, sino cuando se acomoda con soltura dentro de la comedia. Destacan así Thiago Vernal y Ray del Castillo, que emergen como nombres a tener en cuenta. No sorprenden Job Mansilla y Monserrat Brugué (quienes encumbran la película, sin lugar a dudas), pues se trata de talentos más curtidos, sobre todo en el humor. A manera de apunte personal, sería interesante ver a los jóvenes en roles más serios a partir de lo demostrado aquí. Thiago Vernal en virtud de la fragilidad que esconden sus chistes (y su talento para la danza) y Ray del Castillo por la versatilidad con la que pasa del humor a la seriedad melancólica, como cuando habla por teléfono con su padre.


Momentos como el anterior son acompañados por ciertas propuestas visuales. En ese caso en particular, vemos una noche oscura con pequeños puntos de luz a los que se aferra el personaje de Ray del Castillo, una muestra de su esperanza en esa llamada. La cámara se hace notar más cuando prioriza los detalles y narra con emoción en vez de acompañar la acción. Ejemplo: las manos de dos chicos que se separan al ser descubiertos, las miradas torpes y contenidas pero llenas de amor de una pareja que se gusta pese a no verbalizarlo, o la dulzura radiante que embarga a una chica (Alexia Barnechea) al ver una pintura de ella misma, todo en medio de un estudio artístico lleno de reflejos, brillos y luces que propician el amor. Entra a tallar también el diseño de producción y la dirección de arte, que logra darle (más) vida a los ambientes y personajes principalmente a partir de los colores. Es una película llena de matices, quizá no tanto narrativos, pero sí cromáticos.


Si bien hay veces donde Valladares apela a la fantasía (propia de un musical, claro), hay otros donde demuestra una perspectiva más realista. La película está trabajada desde la facilidad y posibilidad de estos amores -hay momentos donde todos los protagonistas se emparejan-, por lo que no resultan en amores prohibidos, como anuncia la canción de Selena Quintanilla que emplean. Sin embargo, se sabe que estos romances breves no son sino pasajeros (de su propio viaje) y ahí vemos una faceta más práctica y sensata. La canción “Te Quiero Tanto” advierte de una dificultad para expresarse que queda en segundo plano pues lo importante es el amor, la dedicación, las ganas. Quizá funciona bajo un punto de vista del primer amor que advierte el título. Quizá la película busque albergarse en esa lógica. Sin embargo, hay tanto más por explorar, cada día un poco más.


Los trabajos firmados son de responsabilidad de los autores. Esta página web se realiza con fines absolutamente educativos.

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