"Queer" (2024): ensoñaciones y deseos reprimidos
- Andrea Caro
- 28 mar
- 2 Min. de lectura
La más reciente película de Luca Guadagnino explora el deseo a partir de alucinaciones, simbolismos y una actuación bastante destacada de Daniel Craig.
Por Andrea Caro CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

Con Queer (2024), se cierra un año prolífico para el director italiano Luca Guadagnino, que estrenó la película tan solo unos meses después del éxito de “Challengers”. Aunque totalmente diferentes, Queer, es sin duda el proyecto más arriesgado del director, pues combina simbolismos visuales y una atmósfera alucinógena que altera la realidad a través del protagonista.
Inspirada en la novela corta de William S. Burrough, Queer cuenta la historia de Lee a través de una narrativa visual que mezcla lo real, lo surreal e incluso lo delirante. Los objetos simbólicos que vemos a lo largo del filme, como el ciempiés y las secuencias de ensueño como el viaje de Yagé, refuerzan el lado lisérgico del filme y sirven a manera de metáfora para explorar el mundo interior de Lee. Sin embargo, este intento puede sentirse demasiado calculado para algunos. Guadagnino empuja la estética de lo alucinógeno hasta un punto donde la experiencia parece más un artificio que una manifestación genuina del estado mental y los deseos reprimidos del protagonista, especialmente en el último acto. Lo que contribuye a una clara división de opiniones del público, si bien es fascinante para unos, puede resultar exorbitante para otros.
Daniel Craig nos entrega una actuación totalmente oscarizable; transmite la vulnerabilidad y obsesión del personaje de una manera cruda y auténtica. Su interpretación muestra su versatilidad como actor, desviándose de los roles que lo han definido en el pasado.

Visualmente, considero que Queer logró lo que esperaría de un director como Guadagnino. Su característico uso de colores en la composición de sus planos mantiene una estética similar a la que vimos en Call Me by Your Name (2017). Temas recurrentes como el cuerpo como objeto de deseo y sufrimiento son tratados en ambas películas, e incluso de manera similar, la diferencia de edad en las relaciones amorosas.
A esto se suma un diseño de producción destacable, con J. W. Anderson recreando la atmósfera característica de los años 50 a través de un diseño de vestuario impecable. Algo que logró captar mi atención desde el comienzo de la película fue el anacronismo musical, bastante similar al trabajo de Sofía Coppola en María Antonieta (2006). Guadagnino incluye temas de New Order y Nirvana que, en mi opinión, enriquecen el sentimiento de atemporalidad emocional de la historia.
Indiscutiblemente, Queer no está exenta de las críticas y, en efecto, no es para todos. Sin embargo, la película presenta una propuesta artística bien definida. Si bien es fiel a temáticas familiares, visualmente se exploran terrenos menos convencionales, lo que lo posiciona a Guadagnino como un cineasta audaz.
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