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En el marco de la Semana del Cine, toca comentar dos películas argentinas. Ambas tienen una relación cercana a terrenos poco glamourosos del país latinoamericano, con personajes desenvolviéndose en los bajos mundos, sean ajenos a él o pertenecientes al mismo.
Por Marcelo Paredes FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
1
Algo muy interesante que tiene El suplente (2022), película de Diego Lerman, es cómo se presenta. Lo que uno podría esperar al verla sería la clásica historia del docente suplente que intenta “salvar” a este grupo de alumnos rebeldes de una provincia argentina. Sin embargo, a pesar de igual ser una parte no menor en la historia, opta también por una vía alterna que es una ligada al tema del crimen y el dilema que se le presenta a su protagonista, al estar su padre involucrado.
Así, el conflicto principal de la cinta va tomando forma, ya que se tiene a alguien que, aunque privilegiado en el saber, se da cuenta que está pasando desapercibido en la vida. Alguien que, como sugiere el título, solo cubre espacios de manera temporal. Es justo ahí que Lerman quiere encontrar ese sentido de permanencia personal que podemos lograr en nuestro accionar. Hasta en los actos más pequeños, se pueden hacer grandes cosas.
De este modo, la cinta se va construyendo de menos a más con hechos problemáticos que en la marcha, a medida que el personaje crece, encuentran una solución positiva o negativa. Si algún inconveniente podría tener sería en cómo todas esas situaciones tampoco consiguen un cierre completamente satisfactorio. Tramas de corte romántico y hasta ligadas a la corrupción son tocadas por encima, dejando con ganas de saber más.
2
Carrero (2022) de Fiona Lena Brown y Germán Basso podría ser una película asociada a lo que un público lejano a Latinoamérica esperaría de ese continente en festivales. Algo típicamente ligado al realismo social, que muchas veces suele tener una visión muy condescendiente de las clases más marginales. Este por suerte no es el caso, ya que la película podría estar más cerca a la monumental pieza audiovisual argentina que fue la serie de televisión Okupas.
Si bien esta cinta no llega a los mismos niveles de frenetismo y crudeza de la serie de Bruno Stagnaro, si se aplaude la forma en que logra construir interacciones tan auténticas. Claro que tampoco es que celebre lo tan verosímil que pueda ser, pero definitivamente resulta más fresco ver algo que no se asemeje mucho a lo que se ve tanto. Lo bueno que tiene Carrero es que no mira a sus personajes desde arriba, como las clásicas "víctimas de la sociedad". En su lugar opta por indagar más en las dinámicas de su entorno.
Es la incapacidad de ambicionar por el mero gusto de así quererlo, un mensaje complicado de asimilar, con un personaje con el que es difícil de empatizar. Los directores, supongo que, con una investigación previa, vieron que lo aspiracional no es para todos. Sin embargo, no podría considerarse como una excelente película, al aún sentirse muy amateur, más allá de tener actuaciones genuinas.
A nivel cinematográfico, no presenta una propuesta tan firme. La narrativa va perdiendo interés gradualmente, hasta al punto de llegar a un cierre poco satisfactorio. Aún con eso, resulta ser un decente descubrimiento.
