top of page

“Titanic” (1997): lo bello y lo trágico

Actualizado: 26 jun 2023

Con su breve vuelta a salas de cine por su aniversario, la magnánima obra de James Cameron, que en su momento ganó varios premios Oscar, demuestra que con el paso del tiempo nunca perdió su poder.


Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

“Titanic” (1997). Fuente: 3 Brothers Film
“Titanic” (1997). Fuente: 3 Brothers Film

En 1912, el Titanic, un lujoso e imponente transatlántico, parte hacia América, y entre sus cientos de pasajeros, florecerá una historia de amor entre dos jóvenes de clases sociales muy distintas, llamados Jack y Rose. Incluso superando todos los obstáculos que la familia de la chica pone, su relación tendrá que pasar una prueba mucho más grande, cuando, de un momento a otro, el barco impacte con un gran iceberg, que causará una enorme tragedia.


Se suele hablar mucho de la rigurosidad histórica de una película, siendo vista incluso como algo malo si es que dicha no es tan fiel al hecho real. A lo largo de la historia, es muy probable que casi todos, por no decir todos, los hechos importantes que conozcamos no hayan pasado tal cual se nos ha enseñado. En un medio como el cine, los hechos 100% reales deberían estar más reservados a los documentales. Que una historia ficticia sea apegada a la realidad, es lo que menos debe importar. Además, la verosimilitud es algo a no tener muy en cuenta si lo que se tiene en frente es un relato de semejantes proporciones como el hecho en 1997 por James Cameron.


Titanic fue de esas películas, como Avatar, de las que renegaba en el pasado. La diferencia con esa es que, a dicho romance marítimo, nunca le encontré mayor gracia que eso, ser solo una película de amor que me resultaba inconcebible disfrutar. Cuando la vi por primera vez hace varios años, lo hice predispuesto a creer que no sería buena, y así fue como me pareció. Claramente en ese entonces sabía mucho menos de cine de lo que sabía hoy, y ahora por su aniversario he podido verla una vez más en pantalla grande, y el cambio ante ella fue más grande de lo esperado.


Durante el pasado y el presente de la historia, se hace hincapié en lo importante que es el Titanic como objeto, como esa pieza majestuosa de ingeniería que según sus creadores “ni Dios podía hundirla”, y hasta estando bajo el mar ya años después de la tragedia, el equipo de exploración que busca tesoros siente aún ese apego a lo material que el transatlántico puede dar. La película podría ser vista a la vez, erróneamente, solo como un gran logro técnico, cuando es mucho más que eso.

“Titanic” (1997). Fuente: Foote & Friends on Film
“Titanic” (1997). Fuente: Foote & Friends on Film

Dentro de toda esa maquinaria, hay no solo una, sino miles de historias para contar, y es la de Rose la elegida para darle emoción. Dicha emoción es la que se va cocinando bien desde la primera mitad, que es cuando todo el romance se irá desenvolviendo. Y es que la cinta, entre muchas cosas, es un melodrama como los de antaño, usando las dinámicas de las clases sociales diferentes, los prejuicios y la eventual prohibición que se interpondrán en la pareja.


A ojos de hoy, algunas frases o situaciones podrán parecer trilladas, pero si esta parte se sostiene muy bien es gracias a los pequeños detalles y a cómo la química entre Rose y Jack, a pesar de sus diferencias, resulta genuina. En su vínculo, se ve cómo uno va a aprendiendo del otro y es así que la confianza entre ambos se vuelve esa fuerza base en su relación. Dicho esto, vale la pena mencionar las buenas actuaciones tanto de Kate Winslet como de Leonardo DiCaprio, siendo la primera quien destaca mucho más.


Ahora, acabado el primer momento, lo que viene es todavía mejor. En toda la parte del hundimiento del crucero James Cameron da un giro muy interesante, ya que la cinta pasa a ser una de acción, como a las que nos tiene acostumbrados. Todos los momentos catastróficos son filmados de excelente manera, sobre todo porque, aunque sea innegable lo potente que es a nivel técnico, el director no olvida nunca el drama humano que ocurre dentro, que, más allá de sus protagonistas, nos deja muchos momentos desgarradores con los demás pasajeros. La emoción narrativa siempre a la par de la espectacularidad visual.

“Titanic” (1997). Fuente: FilaSiete
“Titanic” (1997). Fuente: FilaSiete

Pero además del romance y la tragedia, ¿de qué nos habla la cinta? Si se va un poco más allá, Titanic habla sobre el tiempo (es por eso que la presencia de los relojes en el barco es prominente). El tiempo que pasó desde la tragedia hasta que Rose decidiera contar su historia. El tiempo, breve, pero intenso, que ella pasa junto a Jack. Y por supuesto, el tiempo que, una vez comenzado el hundimiento, se va haciendo cada vez más corto. Es esa lucha contra aquello que es inevitable, lo que hace que todo sea mucho más creíble y doloroso, ya que es un enemigo común en nosotros.


Otro tema muy presente es el de la sociedad misma y cómo el barco acaba siendo una representación del mundo. Un mundo grande y lleno de gente de distintos estratos sociales que dentro podrán separarse por niveles, pero una vez que se choca con el iceberg, ello afecta por igual a cada uno. Lamentablemente, como se ve en la película, si bien impacta en todos, los que se salvan son pocos, los que siempre buscarán la forma de estar por encima del resto. Ahí es que se ve otra constante en el cine de Cameron, que es una crítica al sistema, la cual, para no ser tan sutil, estará siempre en segundo lugar con respecto a lo principal que está contando.


Qué gusto me ha dado volver a ver Titanic y darle ese valor que se merece. Al volverla a ver, no solo reconfirmo el gran narrador que es James Cameron a nivel visual y de storytelling, sino que también caigo por fin en cuenta de lo importante que ha sido para la historia del cine en las últimas décadas. No importa si la historia de amor es la más arquetípica del mundo. Mientras se tenga la pasión de contar algo emocionante, donde nunca se olvide el impacto que puede generar en cada uno, la grandeza de la película siempre estará ahí.



bottom of page