top of page

27 FCL: “Los delincuentes” (2023), un juego de dobles

La última película del cineasta argentino Rodrigo Moreno es uno de los grandes atractivos de la competencia de ficción del Festival de Cine de Lima. Su visión de los géneros, de la rutina y de la libertad, resultan apasionantes.


Por Gustavo Vegas Aguinaga FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Los Delincuentes
“Los Delincuentes” (2023). Fuente: Vogue México

Fácilmente podría decirse que la última película de Rodrigo Moreno es en sí dos películas. Navega con bastante fluidez entre la comedia, el drama, el romance y más. Tiene, incluso, breves momentos que recuerdan al wéstern. Juega mucho con los nombres de los personajes (los protagonistas son Morán y Román, y aparecen luego Norma, Morna y Ramón) y no es casualidad la escena inicial de las firmas idénticas. Entre comentarios inocentes y chistes precisos nos va dando pistas y guiños del mar de dualidades que nos espera: dos capítulos, dos protagonistas, dos ciudades, dos botines, dos vidas -que bien podrían ser la misma-.


Hay un gran trabajo en cuanto al montaje y la fotografía para acercarnos -o no- a los personajes. Al inicio, observamos de lejos a los trabajadores venidos a delincuentes, como juzgándolos. Sabemos lo que han hecho y los seguimos entre la gente mientras caminan con temor. La culpa los consume poco a poco y los vemos desde múltiples ángulos: todas las miradas están puestas en ellos dos. Somos testigos de sus crímenes hasta que, claro, todo cambia. El tono, la culpa, el clima. Ahora los ojos se detienen en el río, las rocas, la pradera, las nubes, y un rural y cómodo etcétera. Hay una parte soleada, casi veraniega, de la cinta que resuena bastante con el cine de Éric Rohmer (aunque los desvaríos poéticos y filosóficos de un personaje cineasta cumplen con la cuota humorística en este caso).


Estas secuencias quizá, diría, recuerdan más a dos cineastas franceses que considero discípulos espirituales del director de La Coleccionista, como lo son Guillaume Brac y Emmanuel Mouret (el primero más rohmeriano que el segundo). No por nada en esta película Daniel Elías tiene leves -y buenos- aires a Vincent Macaigne. En cuanto a referencias, claro, Los delincuentes como tal retoma la historia ya vista en Apenas un delincuente (cinta argentina de 1949 dirigida por Hugo Fregonese), pero le da nuevos toques y una mirada moderna. Resalta también cómo los recursos cambian según el lugar donde transcurren los hechos. En la ciudad todo va más rápido, como el ritmo de la cinta, a la velocidad de las subes y el subte. En el campo, en cambio, la historia se torna un poco más lenta, se sienta a orillas del río a disfrutar un poco del sol.

Los Delincuentes
“Los Delincuentes” (2023). Fuente: Infobae

Es muy importante reparar en los paralelos que elabora Moreno y no hablo solamente de las ocasiones donde se parte la pantalla -ejemplo cristalino-, sino de cómo la historia alterna entre Román y Morán de distinta pero igual manera. Me explico: mientras uno acaba preso en la cárcel el otro queda preso en su trabajo; en un momento crítico Román se refugia en el cine y Morán en la poesía (en el contexto de su personaje y sus años de pena, el poema “La Gran Salina” de Ricardo Zelarayán cobra un sentido devastador, hondo, pero hermoso a su vez). Los dos tienen su aventura cordobesa, su breve cuento de verano pues aman, incluso, a la misma mujer [nota personal que se escapa un poco: ¿dos hombres que aparentemente podrían ser el mismo y que se acuestan con la misma mujer no recuerda a una película de Fincher del año 1999?]. Y ni hablar del final. O se podría decir: de ambos finales.


Hay un recurso, un objeto, que funciona como elemento cómico, pero su uso resulta agridulce una vez transcurridas las tres horas de filme. Es un discazo, le dice Morán a Norma, refiriéndose a un vinilo de Pappo’s Blues. Y aunque su música se acapara del final -con toques también del wéstern- hay una escena embriagada de ternura donde él le canta: yo soy un hombre bueno / lo que pasa es que me estoy viniendo viejo. Morán cuestiona, a través de la letra, su accionar, su edad y su futuro. ¿Realmente es bueno? ¿Qué lleva a un hombre a cometer semejante robo si no es la cárcel de la ciudad y la monotonía, de la trampa de la modernidad y las oficinas? Quizá, como argumenta, 25 años de trabajo son en sí 3 de cárcel. Asimismo, podría deberse a lo que reza el otro tema de Pappo’s Blues: nunca la habían pasado tan mal y es imposible aguantar. Con las últimas tomas de Morán y Román nosotros también nos preguntamos dónde realmente está, entonces, aquella ansiada libertad.


bottom of page