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3er Festival Andares: “Después, la niebla” (2024): caminar como antes

El III Festival de Cine Contemporáneo Andares proyectó este filme argentino donde un vigilante huye de su trabajo para adentrarse en el campo durante un viaje al interior del país y de sí mismo


Por Gustavo Vegas Aguinaga                                       FESTIVALES / FESTIVAL ANDARES

"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine
"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine

La nueva película de Martín Sappia propone, en un inicio, el retrato de la cotidianidad de un hombre que trabaja como vigilante en una fábrica de químicos. El comienzo es oscuro, de madrugada, cuando se empiezan a prender las luces y César (Pablo Limarzi) ya se halla despierto y metido en su rutina. Todos los días, por décadas, ha hecho lo mismo. Las cosas cambian cuando recibe una carta de su hermana diciéndole que ha vendido el terreno que les pertenecía y por tanto la urna con las cenizas de una mujer de su pasado quedarán ahí en el olvido. César ha de emprender un viaje que solamente puede hacer a pie.


Es en este trayecto que, ya con el pelo cano y varios años encima, el vigilante deja atrás el trabajo para atravesar pueblos y campos. Pasa de estar siempre a contraluz, entre sombras y máquinas para avanzar libre por la carretera y los árboles. En medio de la larga caminata, aparece la voz en off de la hermana que rememora siempre el pasado a través de sus palabras nostálgicas. César, con su ropa avejentada y su lucir cansino se asemeja un poco al Travis de Paris, Texas (Wim Wenders, 1984). Habla muy poco y va errante.

"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine
"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine

Una de sus primeras paradas en su propia odisea para retornar a su hogar es una gasolinera donde, si bien es recibido con una desconfianza inicial (las columnas de la estación de servicio separan a los personajes), le permiten descansar. Algo similar sucede cuando conoce a una dibujante de botánica: otro elemento vuelve a marcar la distancia entre ellos, esta vez, una fogata. Pero es ese fuego lo que enciende cierto afecto entre ambos y conversan. En la charla vemos una introspección honda de César que se contrasta con el silencio mecánico al que fue sometido por años y años.


Esta sensación de encierro, que es contrarrestada por su escapada, se representa no sólo a partir de su lugar de trabajo y luego a través de César mismo, pues en su ser tímido esconde un hombre que ha perdido y sufrido mucho, que para pidiendo perdón constantemente. Es esta culpa profunda y pasada que aún conserva lo que lo lleva también a emprender su viaje y hacer las paces consigo mismo y con figuras que viven en su memoria. Después, la niebla nos golpea con una verdad lenta, serena y dura: hay algunos lugares del pasado que ya no existen. Y si se conservan, están transformados por el tiempo.


Así, César el escape de César es un tránsito físico, así como por la memoria, donde contrastan la naturaleza y la fábrica, el pasado y el presente, la quietud y el movimiento. Es un hombre que está en un andar constante, pero la película lo retrata siempre desde la contemplación, el reposo, con planos del campo, árboles y la hierba que recuerdan a Abbas Kiarostami, pero con ese recorrido incesante del monje de algunas películas de Tsai Ming-liang. El recuerdo se vuelve un componente importante de la historia pues César recuerda sus años pasados donde caminaba siempre, donde recorrer largas distancias era parte de su vida y por casi 20 años abandonó esos paseos para dedicarse al trabajo.

"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine
"Después, la niebla" (2024). Fuente: contracampo cine

César camina como lo hacía antes y llega a lo más hondo de su pasado y su memoria. Se cruza con otros extraños, amables y hostiles, pero todo eso es parte de un viaje que por fin debía hacer. En su destino, un árbol aguarda por él y en la tierra esconde la urna de aquella mujer que su hermana le recordaba en sus cartas que guiaron el recorrido de César. Él se echa ahí y ya no interesa realmente si se lleva la urna o no (convengamos que sí): el tránsito ya está hecho. Si antes inició despertándose en la oscuridad absoluta e industrial, ahora acaba echado, descansando bajo la sombra de un árbol en medio del campo y con la luz del sol que ilumina el resto de su camino.


Sappia coloca a un personaje que, tras un largo recorrido introspectivo donde ha expuesto sus dolores del pasado, logra por fin descansar. No sólo su viaje fue el que hizo a pie, sino se trata también de 20 años bajo la vida laboral. La pasividad de su vida es empleada para el trayecto hacia el interior del país y de sí mismo. Las tomas se abren, los encuadres se aclaran y si bien no se trata por completo de un final positivo o que levante ánimos, es ciertamente tranquilo. Amparado en esa contemplación, César entiende que su vida es otra, que ha bastado un escape de la rutina para acortar las distancias que veinte años separaron, tanto físicas como sentimentales o inclusive en tanto a recuerdos.


Los trabajos firmados son de responsabilidad de los autores. Esta página web se realiza con fines absolutamente educativos.

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