"Amores Materialistas" (2025): todo tiene un precio
- Marcelo Paredes
- hace 2 días
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La nueva película de Celine Song propone una protagonista incapaz de entregarse, atrapada entre el cálculo emocional y la apariencia del amor. Sin embargo, lo que parecía una exploración sobre vínculos modernos se convierte, en cambio, en una mirada escéptica donde la calidez nunca termina de aparecer.
Por Marcelo Paredes CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

Lucy, una exitosa casamentera en Nueva York, enfrenta un dilema romántico cuando se ve dividida entre dos hombres muy distintos: uno, un millonario de éxito, y el otro, su exnovio con menos recursos, pero más emocionalmente cercano. A través de esta encrucijada, la película explora temas del amor moderno y las dinámicas afectivas en un contexto marcado por el valor material.
No sé si me considere parte del grupo de personas que amó con locura Vidas pasadas (Past Lives, 2023), la ópera prima de Celine Song, ya que, como se sabe, generó un culto importante en su momento. Pero de algo sí estoy seguro: en su momento me pareció una muy buena película, en la que uno veía a una directora que, a pesar de estar dando sus primeros pasos en el cine, sabía muy bien lo que quería contar. Ya sea por su logrado manejo de la puesta en escena —simple pero eficaz— o por su construcción narrativa basada en la melancolía y el dolor de la distancia (física y emocional), era posible identificar una historia muy humana, con una voz singular.
Lógicamente, luego del impacto que tuvo su primera cinta, había expectativas por ver qué haría después. Song decidió dirigir un proyecto que, si bien no fue del agrado de todos desde que se anunció su trama y elenco, personalmente me mantuvo entusiasmado hasta el momento de verla. Habiéndola visto, debo decir que me siento apenado con el resultado, ya que encontré muy poco de lo que admiré en su cinta anterior. Reformulando: podría decir que lo vi a medias, porque si bien hay elementos que remiten a su primer largometraje, buena parte del resultado se siente debilitado y con un impacto mucho menor. Esto se debe a problemas que afectan a la película desde su origen, desde la concepción misma de la idea.

No exagero al decir que si tu protagonista es alguien con quien no se puede empatizar en ningún momento (ni en sus aciertos ni en sus errores), estamos mal. Lucy, como se repite hasta el cansancio, es una mujer fría, convencida de que todo vínculo afectivo es una transacción. Cree que, si no hay una suma de dinero importante en la relación, esta no vale nada. Hasta cierto punto, no hay nada reprochable en ese planteamiento, al menos en el primer tramo del filme. Incluso la directora intenta argumentar esa lógica desde un curioso prólogo que sugiere que el interés material ha estado presente desde el inicio de la humanidad. Uno asumiría que, como comedia romántica, la película mostraría una evolución, un aprendizaje sobre la importancia del amor por encima del dinero. Hasta ahí, podía seguir el razonamiento de Song.
Durante la preparación del conflicto principal, la cineasta no solo afirma que Lucy no cree en el amor, sino que también lo demuestra con recursos cinematográficos: la diferencia visual con el resto del elenco, su vestuario y el modo en que los planos la aíslan. Todo apunta a reforzar su distancia emocional. Pero una vez que los personajes de Pedro Pascal y Chris Evans entran en escena —el conflicto central de todo—, se hace evidente que las cosas no van por buen camino. El problema no es solo que la presencia de estos hombres sea poco interesante: Pascal es el típico millonario sin más aporte que su dinero (con uno que otro secreto oscuro), mientras Evans es el pobre con quien deberíamos empatizar solo por su situación económica, algo que también se subraya hasta la exageración.

Lo verdaderamente grave es que Song parece no tener un compromiso real con lo que cuenta. Esto resulta fatal en una película de este tipo. Este proyecto se presentó como un regreso a las comedias románticas clásicas que, pese a sus clichés, todavía son queridas porque transmiten alma, sinceridad, y un compromiso genuino tanto de los realizadores como del elenco. Esa entrega es lo que hace que muchas de ellas sigan siendo recordadas con afecto. Sin embargo, aquí se siente que la directora observa todo desde cierta distancia irónica, como si esperara que el espectador se convierta en cómplice de su mirada escéptica. Sus personajes dialogan con frialdad, como si Song quisiera dejar claro que no cree en nada de lo que dicen.
Soy consciente de que lo que planteo puede sonar especulativo. Es posible que Song simplemente haya querido deconstruir los tropos de la comedia romántica, aterrizándolos a la realidad. Esa intención puede notarse, sobre todo en los momentos donde las emociones parecen más auténticas, particularmente después de que Lucy “elige” con quién quedarse. Ahí se insinúa un comentario sobre cómo el amor, en los tiempos que corren, pasa a un segundo plano. Pero incluso cuando parecía que, mal que bien, el desenlace podía ser efectivo, la película vuelve a complicarse con vueltas innecesarias y un cierre que, aunque reconfortante para la audiencia por ser el esperado, deja un sabor amargo. Da la impresión de que Song no cree en ese final, como si en los últimos minutos nos dijera: “no creo en nada de esto, pero supongo que es lo que ustedes quieren”.

Me duele lo que Amores Materialistas (Materialists) terminó siendo. Si la comparamos con una gran película sobre las crisis de los adultos jóvenes como La peor persona del mundo (Verdens verste menneske, 2021), de Joachim Trier, queda muy por debajo, especialmente por cómo está construida su protagonista. Mientras allá veíamos a una mujer que, aunque a la fuerza, aprendía a crecer, aquí Lucy, pese a los obstáculos (unos más logrados que otros), siempre encuentra la forma de evadirlos sin aprender nada realmente.
A mi parecer, eso vuelve a esta película cínica y a pesar de sus aciertos (especialmente en el primer acto y en las actuaciones correctas del elenco), el guion y la falta de creatividad en el planteamiento terminan traicionando lo que parecía estar haciendo bien. Es, en definitiva, una de mis grandes decepciones del año. No obstante, no pierdo la esperanza de que Song pueda recuperarse y volver a la altura de su ópera prima.
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