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"Non Fiction" de Olivier Assayas: que todo cambie, pero nunca sin libros

Actualizado: 13 ago 2020

El realizador francés exhibió una comedia ambientada en un mundo literario afectado por la tecnología.


Por África Sandonís CRÍTICA / CARTELERA INTERNACIONAL

Fuente: CatalunyaFilmFestival

En el imprescindible libro Superficiales: ¿qué está haciendo internet con nuestras mentes?, Nicholas Carr analiza de manera profusa y clarificadora cómo la tecnología de internet ha cambiado paulatinamente nuestros patrones mentales, para adaptarse a los nuevos requerimientos. Con el uso de la red hemos perdido capacidad de concentración y contemplación, sin embargo, hemos adquirido habilidades como la de poder escanear un texto de manera ágil y así extraer, en tiempo record, la información relevante sin tener que leerlo de inicio al fin. Nuestro órgano pensante se ha transformado a imagen y semejanza de la tecnología que hemos creado.


Los beneficios de la red son reales e indiscutibles, pero a su vez, su instauración en nuestras vidas ha modelado nuestro proceso de pensamiento. Todos estos cambios vienen marcados también por los intereses de la industria y una diferente ética intelectual. Una era de cambios importantísimos, que parecen no tener vuelta atrás. Con seguridad, podríamos decir, que el mundo que conocemos desaparecerá para siempre.

Fuente: Filmin


Non Fiction (Doubles vies, 2018), filme de Olivier Assayas, traslada la base de esta reflexión al mundo editorial. El director parisiense amplía dicha deliberación y abre un interesante debate sobre los cambios que se están dando, tras la entrada de la tecnología cibernética, en lo referente al libro como elemento de transmisión cultural que promueve el pensamiento, pero también como artículo industrial y comercial. Non Fiction, es una auténtica declaración de intenciones extradiegética, más allá de la ficción, al estar filmada en super 16mm, porque el formato no es baladí y en el núcleo de esta cinta se encuentra el discurso entre lo analógico y lo digital.


Assayas, autor con una mirada afilada y analítica sobre la posmodernidad, retoma de nuevo el interés por los procesos que completan y culminan periodos importantes de la existencia, desde niveles íntimos y personales hasta los más globales. La evolución inevitable de lo que estaba instaurado trasformado en algo que deja de ser lo que era. Por otro lado, la cultura popular y lo tecnológico son nexos en común compartidos con algunas de sus cintas anteriores ─Demonlover (2002), El otro lado del éxito (Clouds of Sils Maria, 2014) o Fantasmas del pasado (Personal Shopper, 2016) ─. Assayas se pregunta aquí si es el libro un pilar sólido ante la influencia de la red o si por el contrario estamos asistiendo a su extinción, de manera progresiva, con fases todavía por descubrir.


El traspaso del libro de papel al electrónico, es un cambio de configuración que no solo afecta al mercado, sino también a los lectores. Esto modifica el modo en que leemos, pero ¿a qué afecta realmente?. ¿Está comprometida la inmersión en el mundo creado por el autor dependiendo del formato en que leemos? De igual manera, se ve afectada la escritura, ¿el medio la ha democratizado?. Por otro lado, la crítica literaria, como otro de los vértices importantes para la venta y difusión del libro y la premura instaurada como necesidad a través de las redes, han trasformado tanto su eficiencia como su funcionalidad. Cuestiones de peso e interés ante un presente en constante cambio, lleno de incógnitas, sobre el que charlan, incansables, los protagonistas de esta cinta.


Fuente: WSJ


El filme comienza con una reunión entre Léonard (Vincent Macaigne), un escritor de autoficción de éxito relativo, que vive sus horas más bajas y de Alain (Guillaume Canet), editor de gran prestigio, que plantea abiertamente sus serias dudas sobre las posibilidades comerciales del último trabajo de su socio y amigo. Ambos son la viva estampa de la realidad de los envites de la globalización digital y de su esforzado aferramiento por mantenerse dentro de la ola literaria. Aunque el nexo principal entre ambos es profesional, se conocen desde hace muchos años y comparten algo más que su interés por los libros.

El trabajo lo es todo para Alain y sus diálogos, siempre monotemáticos, son compartidos también con su círculo más íntimo, como es su mujer Selena (Juliette Binoche), actriz de afamadas series de televisión, quien también se encuentra perdida en sus escasas motivaciones profesionales.


Assayas ha construido una historia que avanza desde los planos argumental y conceptual en dos direcciones radicalmente opuestas pero complementarias. El filme da prevalencia a un marcado tono ensayístico, en el que la palabra adquiere protagonismo pleno, con reflexiones expresas, que son equilibradas por la superficialidad clásica de los entramados amorosos e infidelidades varias, propias de una comedia de enredos. Esta diversidad de tonos hace que el calado de las ideas que planean a lo largo del filme se asimile de manera liviana y quede despojado de toda pedantería. El nombre del film, Non Fiction, hace clara referencia a otro de los puntos clave de la película: la mentira y las fronteras entre la realidad y la ficción. La autoficción de los libros de Leonard resulta ser la excusa perfecta para hablar de verdades de manera encubierta pero con grandes contraindicaciones para las personas implicadas. Confesiones íntimas a voces que cuestionan dónde está el confín de lo moralmente aceptable.


La mítica frase de Lampedusa en El Gatopardo “Si queremos que todo siga como está, es necesario que todo cambie”, tan bien traída por Assayas, está más que nunca en entredicho, porque incluso en tiempos de crisis, el cambio es fruto de desconfianza.


En definitiva, en Non Fiction encontramos una amalgama interesante entre comedia contenida y sofisticada que, a medida que avanza, adquiere toques más enrarecidos y una mirada incisiva sobre el presente de la digitalización.

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