La película del director Henry Selick nos sumerge en un mundo lúgubre y sombrío, con una animación stop motion que se adecúa al estilo visual propuesto. Con personajes muy particulares y un viaje de enseñanza y aventuras mágicas, la cinta se establece como todo un clásico tras quince años de su estreno.
Por Francisco Torres CRÍTICA /CARTELERA COMERCIAL
Coraline, la protagonista, se muda con sus padres a una casa grande llamada el Palacio Rosa. Mientras sus padres están ocupados con su trabajo, Coraline explora el nuevo lugar y conoce a Wyborn, el nieto de la antigua propietaria de la casa, y a su gato negro. Tras un encuentro incómodo, Coraline encuentra una muñeca que tiene su aspecto, dejada por Wyborn. Durante la cena, descontenta con la comida de su padre, se va a dormir sin cenar. Un ratón la despierta y la lleva a una puerta secreta. Al abrirla, descubre un túnel de colores que la transporta a un mundo paralelo donde sus padres le prestan la atención que anhela.
Es así como la cinta empieza y poco a poco la protagonista se va enamorando de esa realidad alterna. Desde como su otro papá toca música hasta como su otra mamá prepara platos deliciosos a diferencia de aquella del mundo real que tiene un trato frío con ella. Además, sus vecinos son una versión más exageradas y extravagante. Spink y Forcible con un show de teatro y acrobacia, y aquel señor Bobinsky el cual cuenta realmente con un circo de ratones. Coraline va y viene de manera seguida, ya que encuentra en ese lugar un escape a su realidad imperfecta. Sin embargo, aquel gato que siempre acompañaba a Wyborn le advierte que hay un peligro latente en ese sitio en el que se encuentra, puesto que su otra madre tiene malas intenciones. Este punto es muy bueno, dado que genera una tensión y misterio por descubrir que hay realmente detrás de lo que parece ser una fachada adecuada a los gustos de la protagonista. De esa forma Coraline tendrá que ver la manera de escapar de esa situación, ya que descubre que aquella persona que veía como una mejor versión de su verdadera madre es una bruja que planea quedarse con el alma de ella.
Más allá de la técnica del stop motion, que le da una animación particular por ser objetos reales que se les da movimiento, lo interesante es ver la manera en la que se atrevieron a adaptar esta historia, siendo que es bastante oscura y con escenas de terror que a cualquier niño asustaría. Recuerda mucho al cine de Tim Burton que mezcla humor, oscuridad y personajes que destacan por su excentricidad (en efecto, Selick dirigió El extraño mundo de Jack). Del mundo real se tiene a Bobinsky, por un lado siendo un retirado acróbata que dice tener ratones, y las señoras Spink y Forcibe, con su esoterismo y perros disecados. Son en primera instancia raros y lejanos a la normatividad, pero que por eso mismo terminan siendo entrañables al ver como en el fondo son personas nobles y con buenas intenciones. Claro está que en el apartado de los que se encuentran en el otro mundo, resultan inquietante por esos botones en lugar de ojos y la transformación física de su otra madre en una bruja. Esto funciona porque es un elemento importante que suma a la estética de fantasía oscura que se plantea.
Por otra parte, la paleta de colores que maneja la película contraste muy bien el mundo real y el paralelo, ya que el primero se presenta con una escala variada de grises que dan una ambientación de un sitio casi carente de vida y que va bien con la realidad insatisfactoria de Coraline, mientras que el otro tiene una gran cantidad de colores como azules intensos hasta verdes, esto para representar bien el carácter mágico del lugar, el cual puede verse con maravilloso y de ensueño. Pero, a medida que la protagonista descubre poco a poco que el lado oscuro de esa fantasía, los mismos colores sirven para crear una atmósfera tétrica.
Una lectura inicial que se le podría hacer a esta película es el descuido que tienen en ocasiones los padres hacia sus hijos, ya que ambos en el caso de Coraline tienen un trato bastante frío y distante con ella, por lo que de esa manera la frustran al querer pasar tiempo con ellos, sumado a pequeños detalles como que detesta la comida hecha por su padre. Sin embargo, es aquel mundo paralelo que le da una lección a la misma protagonista. No todo es perfecto, pero es mejor que una falsa ilusión. Coraline y la puerta secreta es una travesía por un mundo mágico que le permite darse cuenta de que prefiere la realidad ante una aparente vida perfecta. No se trata de evadir lo que te fastidia yendo a un sitio que parece cumplir tus fantasías, sino afrontarlo y cambiarlo por ti mismo. Es así como al final, tras el enfrentamiento con la bruja ella consigue lo que tanto deseaba: poder pasar más tiempo con sus padres, quienes logran llevar una vida laboral más alegre, mejorar su relación con Wyborn y el resto de vecinos.
Cabe destacar también la música, ya que está ayuda a establecer el aire de misterio que se desea trasmitir. Con armonías y coros que reflejan el viaje de altibajos de Coraline dentro de ese lugar propio de la fantasía oscura. De estas voces, se destaca que tiene una característica no lingüística, la cual añade una dimensión surrealista y mágica. La técnica vocal incluye el uso de armonías complejas y, a veces, canto en lenguas inventadas o sonidos abstractos que establecen el sentido de la ambientación que se desea transmitir. Desde la alegría y la curiosidad de descubrir un lugar nuevo lleno de hasta el miedo latente que representan las criaturas que se vuelven en contra de ella cuando se enfrenta a su otra madre. Es así como se da una dualidad, las apariencias más visibles y la maldad que hay de fondo. Sin duda este soundtrack es pieza clave del acierto que tiene la película para plasmar su universo. Uno con misterio y excentricidad.
Sin lugar a dudas, esta obra es muy particular por su modo de usar el terror que se encuentra en perfecto equilibrio con la música, el misterio, el humor y personajes fácilmente reconocidos por sus características físicas y personalidades. Elementos únicos que la hacen una historia redonda tanto visual como narrativamente.
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