"Corazón salvaje" (1990): más allá del arcoíris
- Gustavo Vegas
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La película propone un viaje no solo por el territorio norteamericano, sino también por la relación de una joven pareja y su forma de enfrentar todas las adversidades en una relectura de El Mago de Oz que se mezcla con elementos “lyncheanos”.
Por Gustavo Vegas Aguinaga CRÍTICA / APPLE TV+

Si en 1986 con Terciopelo azul (Blue Velvet) David Lynch planteaba una sociedad “perfecta” que escondía un mundo extraño al que se llegaba mediante cruzar diversos umbrales y hasta una carretera perdida, acá la historia empieza en medio de aquel tránsito. Sailor (Nicolas Cage) ha asesinado a un hombre y tras un permiso de salida de prisión, huye con su novia, Lula (Laura Dern). Para narrar esto, Lynch sabe bien pisar los terrenos de diversos géneros. Lo que inicia como un relato criminal se mezcla con el melodrama a medida que Lula y Sailor huyen de la justicia y se enfrascan en una escapada tan feroz como romántica. Sexo en moteles, peleas en bares y más recorridos en la carretera. Hay, inclusive, una secuencia musical que pareciera pertenecer al mundo de la ensoñación por su iluminación de fiesta que, sumada al montaje, le dan un efecto estroboscópico.
De ahí, la película también es abordada desde una suerte de cine negro: la madre Henrietta (Diane Ladd) contrata a sus amantes detectives privados para que asesinen a Sailor, pero uno de ellos termina matando al otro. Así y todo, se siguen mezclando secuencias que parecieran de distintas películas. Si en la citada Terciopelo azul el tránsito al mundo villano se podía hacer únicamente de noche, en Corazón salvaje (Wild at Heart) se realiza de día, sin importar la hora o el ambiente; es decir, se asume esta condición del mal como propia y natural del mundo. Son Lula y Sailor quienes deben recorrerlo con la esperanza de poder atravesarlo para finalmente ser felices.

El recorrido narrativo de la película es paralelo al que hacen sus personajes en el automóvil. En ese mundo vil que los encierra y los persigue, donde no tienen lugar y su única opción es huir y seguir huyendo, Sailor y Lula saben resistir a través de una fortaleza y un corazón que, como augura el título de la película, es feroz tanto en un sentido violento, como de la vastedad de su bondad. En una noche hallan ropa tirada en la carretera para toparse luego con los restos de un accidente de auto. Fuera de que parece una suerte de presagio para la escena donde Betty encuentra a Rita en Mulholland Drive (2001), resulta un momento de completa luz entre todas esas sombras. La bondad, ¡el corazón!, en medio del terreno maligno. Es una escena llena de sensibilidad y genuino cariño que demuestra la grandeza de los protagonistas: han de huir, pero pueden detenerse a auxiliar a una mujer de presencia extraviada y luminosa. Entonces, ese corazón no es solo salvaje sino también puro.
Así como esta secuencia detiene brevemente el viaje de Sailor y Lula, Lynch alterna los momentos álgidos e intensos con pausas sensatas. No todo es persecución y acción, sino que hay tiempo también para fumar, hacer el amor, conversar sobre el futuro. Así como el coche de Sailor, la película hace uso de cambios de ritmo para que ruede mejor. Pasa de la violencia al sexo como si de una cinta de serie B se tratase, pero también recurre a momentos distendidos. No significa esto una falta de pericia técnica o prolijidad, sino lo contrario: un conocimiento vasto del cine y un manejo total de sus herramientas para ofrecer una variedad estética. Así como hay romance, melodrama, acción, aventura y más, también existe una influencia del wéstern. Llegados a Texas, Sailor y Lula se hospedan en otro motel y conocen a Bobby Perú (Willem Dafoe) y Perdita Durango (Isabella Rossellini), que parece una femme fatale silenciosa así como una suerte de oráculo tenebroso.

La presencia de Bobby Perú le vuelve a cambiar el pulso a la cinta. Se acaba el relajo y se regresa a la intensidad. Bobby goza de una apariencia desagradable, pero enigmática. Cuando se sobrepasa sexualmente con Lula y hace que guarde silencio, Dafoe da una interpretación tan asquerosa que logra transmitir esa petrificación de Lula a la audiencia. Compartimos su silencio, sus susurros y el recuerdo de su trauma pasado. Combina, además, gestos idiotas que alivianan la tensión de los tocamientos grotescos que realiza. Todo, sin embargo, está filmado con una delicadeza enorme, que resulta admirable. Se contrasta así la crueldad y atrocidad de aquel acto con la habilidad de Lynch y su equipo para retratarlo. La fragilidad de Laura Dern como Lula hace que aumente el pesar de lo cometido por Bobby Perú. No obstante, son sus gestos provocadores, sus ademanes torpes y su suciedad lo que lo vuelven llamativo. Es un villano horrendo, pero por lo mismo, un personaje lleno de riqueza narrativa. Lo mismo sucede con el Frank de Dennis Hopper en Blue Velvet: es terrible y maligno, pero tiene un encanto particular.
Así, Bobby y Sailor se vuelven, por un rato, bandoleros que asaltan y roban un pequeño banco. Tiros van y vienen. Sailor cae preso de nuevo y tras seis años se reencuentra con su familia. En otro vaivén melodramático los abandona, pero la presencia de la bruja Glinda lo convence de volver y dar fin a ese recorrido donde cruzaron el mundo oscuro para buscar, como con todos esos guiños a El Mago de Oz, un mundo más acorde a sus deseos, un lugar feliz más allá del arcoíris. Allí la conexión entre la historia de Lyman Frank Baum y la de Lynch: la huida a otro lugar y otra vida como escape de la propia realidad. Así, entre el romance, la aventura y la fantasía (y algo de wéstern), Lynch explora el terreno de la ternura, la bondad y la libertad en un road trip que cruza ese mundo oscuro propio de sus películas así como atraviesa los Estados Unidos.