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“Araña sagrada” (2022): El regodeo de la violencia visual

Actualizado: 8 feb

En su nueva película, Ali Abassi (Border) habla de la violencia de género en Irán, pero con una puesta en escena que parece regodearse en ella misma.


Por Alberto Ríos CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

Araña sagrada (2022). Fuente: Hammer to Nail


La violencia hacia las mujeres en los países árabes siempre ha sido una gran problemática social. Reprimidas por motivos religiosos y políticos, su vida no ha sido ni es fácil en una sociedad regida por el islam y el patriarcalismo. En los últimos tiempos, las mujeres iraníes se han volcado a las calles en fuertes protestas frente al gobierno, reclamando mayores libertades y derechos. Es en ese contexto que el director Ali Abassi, en su más reciente película, explora dicha problemática social, aunque recayendo demasiado en el regodeo visual hacia la violencia.


Araña sagrada (Holy Spider) cuenta la historia de Rahimi, una periodista de Teherán que se sumerge en los barrios con peor reputación de la ciudad santa de Mashhad para investigar una serie de feminicidios hacia las trabajadoras sexuales de la ciudad. Rápidamente se dará cuenta de que las autoridades locales no tienen ninguna prisa por resolver el asunto. A lo largo de la película se muestra que los crímenes son obra de un solo hombre, perturbado y ultra islamista, que asegura purificar la ciudad de sus pecados al atacar a prostitutas por la noche.


La película se basa en un caso real que sacudió a Irán a principios del presente siglo. El director iraní, radicado en Dinamarca, muestra desde el inicio imágenes fuertes, dejando en claro cuáles serán los niveles de violencia que se manejarán durante todo el metraje y hasta qué punto decide explorarlo. Todo inicia con un desconocido en moto que una noche aborda a una prostituta y se la lleva a su pequeño departamento. El resto de la secuencia muestra una crudeza que suele ser alabada en festivales europeos por “realista” pero que puede terminar cayendo en una estética que parece deleitarse en la violencia, la miseria y la muerte. Araña sagrada (nombre por el que el asesino es conocido en los periódicos iraníes) asesina brutalmente a la prostituta ahorcándola con sus propias manos. La secuencia está filmada a cámara en mano, con claroscuros, completamente explícita y con ausencia de música en la banda sonora. Vemos y escuchamos cada segundo de la muerte como si estuviéramos presentes.

Araña sagrada (2022). Fuente: Deadline


Como esta secuencia, se presentan varios asesinatos más a lo largo de la cinta. El problema es cuando la denuncia hacia el machismo y la represión político-religiosa queda opacada por el deleite visual que el director parece proponer hacia los asesinatos. Hasta en 5 ocasiones se puede ver en primer plano las caras de las mujeres al morir y de las manos que las ahorcan. Este tipo de cine es el que triunfa en Cannes, Venecia y Berlín por su “crudeza” y sus tópicos sociales, pero es también el que genera la pregunta de si es que no triunfa debido al morbo que los europeos tienen hacia la miseria y la muerte. Ya en los últimos años ha habido selecciones oficiales de Cannes dominadas casi en totalidad sobre cine de la violencia y porno-miserias.


La cinta cumple en su modelo narrativo, hecho en base a esquemas clásicos del cine de asesinos y detectives teniendo un aura “Fincheriana”, como si de Zodiaco se tratara. El peso dramático recae en una excelente actuación de Zar Amir Ebrahimi, quien interpreta a Rahimi, una periodista que llega de Teherán a investigar por su cuenta la serie de asesinatos, ya que a esa altura el tipo lleva casi una decena de homicidios cometidos sin que haya un interés real por descubrir quién los ha realizado.


Araña sagrada (2022). Fuente: The Guardian


La dificultad de ser mujer en un país heteropatriarcal aparece desde su primera escena en pantalla. Los dueños del hotel donde se hospedan se niegan a darle un cuarto por estar sola, sin un padre o esposo que la acompañe. No es hasta que muestra su carnet periodístico que le permiten acceder a su habitación de hotel. Luego de ello se enfrentará a un sistema que no la quiere ayudar. Será ella quien tendrá que hacer el trabajo por ellos. Esta sórdida denuncia hacia el machismo y la misoginia terminará haciendo que el personaje femenino sea quien se lleve las luces y el peso dramático hacia la cinta.


En muchos sentidos, Araña sagrada es correcta y funcional. El interés narrativo recae en el último tercio, hacia las posibilidades de que, en un país de estas características, el asesino sea castigado o logre escapar de la justicia. El momento judicial está muy lejos del gran manejo de los tribunales que logra una cinta como Argentina, 1985. La resolución final, mostrada como una cinta casera, encierra los tópicos de esta película: como la sociedad religiosa conservadora sigue preservando la misoginia y la violencia de género, pero también el morbo que causa verla desde el ojo voyerista del espectador.



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