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“Bottoms” (2023): el club de la pelea femenino

Lo nuevo de Emma Seligman, directora de Shiva Baby, llegó al streaming. En esta nueva cinta, con mayor presupuesto, nos cuenta la historia de dos adolescentes próximas a acabar la escuela que, con el afán de poder conectar con sus amores platónicos y perder la virginidad, crean un club de autodefensa en el que más de una saldrá lastimada con el fin de salir de sus capullos y defenderse ante el mundo real.


Por Mariano Viza CRÍTICAS / PRIME VIDEO

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"Bottoms" (2023) Fuente: The New Yorker

Emma Seligman es una de las nuevas voces que se está abriendo camino en el mundo del cine norteamericano moderno. Con Shiva Baby demostró su manejo de la comedia negra utilizando su religión como fuente de inspiración, así como su orientación sexual. En Bottoms, aunque se aleja de todo realismo posible al ser una cinta disparatada y exagerada, mantiene como base la exploración de lo sexual como de la identidad misma.


Su nueva película es sencilla de seguir partiendo de una premisa, valga la redundancia, sencilla. Dos chicas, PJ y Josie, cursan su último año, están enamoradas de dos compañeras de clase y quieren dejar de ser vírgenes. Sin embargo, son tan introvertidas que, por azares del destino, con el fin de poder relacionarse con sus amores platónicos, terminarán creando una especie de club de la pelea, pero femenino, donde el supuesto fin de este es poder protegerse de los abusadores de la escuela. Y aunque el propósito de la creación del mismo fue para acostarse con sus amores platónicos, converge en un espacio seguro para las mujeres en el que la figura del hombre no está para perturbarlas, sino que entre ellas mismas pueden unirse y lograr algo distinto sin tener en cuenta las diferencias de estatus que tienen en la escuela. En este marco, el principal antagonista serán los miembros del equipo de fútbol americano, que, por alguna razón, tienen a toda la escuela a su merced.


En Bottoms, Seligman demuestra, nuevamente, su manejo de la comedia negra y lo lleva a un nivel más arriba. Su manejo del guion, escrito en conjunto con Rachell Sennott quien también funge como coprotagonista, recuerda mucho a Supercool. Sea en cómo formula los diálogos de una manera ingeniosa o por cómo estructura la historia para llevarla hasta un punto en el que lo fantástico y hasta lo absurdo puede sentirse real.

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"Bottoms" (2023). Fuente: The Queer Review

Los personajes planteados responden a estereotipos de comedias como de la vida real misma. Los gays protagonistas que son amigos, pero distintos el uno del otro, el aliado que no sabe qué sucede, pero apoya de todas maneras, o el hombre republicano conservador que al final resulta ser un chiste no solo por lo ignorante que llega a ser mostrado, sino por las actitudes que parodia del mundo real. La directora toca el tema del feminismo, pero no lo hace de un lado reflexivo tan directo o endulzado para poder atrapar a las audiencias más ofendidas. En su caso, aprovecha las situaciones hilarantes para ejemplificarlas y mostrarlas de una manera clara y graciosa. No es condescendiente, pero tampoco le da al espectador el mensaje convertido en papilla, lo hace trabajar para que entienda. Momento más claro de esto es cuando, en plena sesión del club, se pregunta a las miembros si habían sido violadas, y como no responden, se les dice que las áreas grises cuentan, ante lo cual levantan la mano. No necesitó de un monólogo super expresivo ni de una escena con lágrimas por doquier, simplemente una situación simple con un chiste como base para tocar un tema serio.


Pero Bottoms no es simplemente una comedia más situada en una escuela gringa. Tiene una característica en particular y es que está cubierta de puñetazos y sangre. Como mencioné anteriormente, este dúo de chicas crea un club de la pelea con el fin de poder “gilear” a sus compañeras de clase. En este escenario, los golpes que se reparten están llenos de sangre a por montones. La violencia que presenta la directora no se limita a simplemente puñetazos o gore por doquier, sino que juega con lo visual para que nos adentremos no solo en el golpe, sino en el momento mismo. Cada vez que una pelea inicia o es un momento de alta tensión donde la violencia física será la principal protagonista, Seligman hace un movimiento de cámara similar al de Tiburón cuando el protagonista siente que no todo está bien. Las secuencias de golpes no son increíbles por lo sangrientas que llegan a ser, aunque es muy gracioso ese recurso empleado, sino por cómo se construye visualmente. No cortan los movimientos ni nada por el estilo, más bien deja que los movimientos fluyan con un estilo en particular para diferenciar tanto a hombres como mujeres.


Es grandioso ver cómo esta dupla entre Emma Seligman y Rachel Sennott sigue creciendo. Lo vimos desde la versión en cortometraje de Shiva Baby, pasando por la película que convergería, a como lo es ahora con Bottoms. Sin duda alguna, Seligman es el futuro del cine indie norteamericano. Esperando con ansias lo nuevo de esta directora que la va rompiendo desde su primera película.


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