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“Cantando bajo la lluvia” (1952): la bella mentira del cine

Actualizado: 26 jun 2023

Con el breve regreso del clásico de Gene Kelly y Stanley Donen a salas de cine, recordamos cómo este musical presenta lo bello de Hollywood, así como una conciencia de su artificio.


Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

Cantando bajo la lluvia (1952). Fuente: Forest Arts Centre
"Cantando bajo la lluvia" (1952). Fuente: Forest Arts Centre

Cuando Don Lockwood y Lina Lamont, dos actores de Hollywood que son pareja para el público, pero que en privado comparten una dinámica en la cual él no la soporta, tengan que afrontar el nacimiento del cine sonoro en su nueva película, que será un musical, las cosas se complicarán más de lo pensado. Mientras que uno lo consigue sin problemas, para la otra es imposible. Es ahí que entra Kathy Selden, una aspirante a actriz, que será quien doble su voz sin que ella lo sepa, y que además tendrá un romance real con Don, generando así más caos en el set de grabación.


Ostentar el rótulo de “la mejor película musical de la historia” no es poca cosa. Por pertenecer a un género de una gran tradición en la historia de Hollywood, ese calificativo podría ir para más de un título. No obstante, más allá de los gustos, si hay una película que, como mínimo, merece estar muy cerca de tenerlo, o ya de plano tenerlo, es sin duda alguna Cantando bajo la lluvia (Singin' in the Rain). Es una dicha total que esta cinta haya vuelto, al menos por un breve tiempo, a la pantalla grande, y haber tenido la oportunidad de experimentar un visionado así, lo que termina de confirmar, desde mi perspectiva, lo buena que es.


Al inicio de la historia, vemos cómo Don Lockwood rememora su vida y lo que lo llevó a donde está ahora. Este hecho será clave de ahí en adelante en el metraje, porque sentará las bases de todo lo que planteará la película: la mentira. Y sí, sabemos que esto suele tener una connotación negativa, pero acá digamos que es tratado de una manera más amable, con un fin más grande que termina justificando todo. Mientras que Don cuenta, con palabras, unos inicios de prestigio y posterior desarrollo en la industria lleno de alegrías, las imágenes generan un efecto disonante con su relato, al ver que nada de eso pasó tal cual. Sin embargo, así como hay este tipo de mentiras, más adelante veremos que el largometraje exaltará una mentira que es mucho más positiva que la vista acá.

Cantando bajo la lluvia (1952). Fuente: Wig-wag
“Cantando bajo la lluvia” (1952). Fuente: Wig-wag

Durante décadas, hemos visto distintas cintas que han querido “desenmascarar” esa ilusión que hay con respecto al cine. Algunos vistos desde fuera de Hollywood como La noche americana de François Truffaut o el muy reciente caso de Babylon de Damien Chazelle que sí era una dedicatoria, poco amigable, hacia esa industria, y que además referencia directamente Cantando bajo la lluvia, buscando al parecer mostrar lo que el filme de 1952 no hizo (sin faltarle el respeto). Lo cierto es que, en esta diversidad de casos que al menos me ha tocado ver, esta hace algo especial con el tema, ya que es un relato que celebra y critica con igual fervor ese mundo.


Primero vamos con lo negativo, por lo que hay que retomar el tema de la mentira. Don miente sobre su humilde pasado y sobre su relación falsa con Lina. De igual forma, Kathy en un inicio miente sobre su trabajo y cuando Don descubre que no era la prestigiosa actriz de teatro que decía ser, es que los enredos comenzarán. Y ya si de mentiras hablamos, está por supuesto la gran mentira de doblar la voz, claramente poco atractiva, de Lina, para que así suene más agradable al espectador. Esta fue una práctica muy común en aquel entonces, condenando al anonimato a mucha gente y podría decirse, al menos desde una interpretación personal, que lo que se busca es reivindicar a esas personas.

Cantando bajo la lluvia (1952). Fuente: Great Charcaster Wiki - Fandom
“Cantando bajo la lluvia” (1952). Fuente: Great Charcaster Wiki - Fandom

Podrá no ser la denuncia más potente del mundo, pero ante todo hay algo más poderoso y es lo positivo, que es el entusiasmo con el que muestra la otra mentira: la de hacer cine. Porque sí, este filme no deja de ser uno rebosante de alegría por la celebración que hace a quienes hacen posible este arte, más específicamente al cine musical, que desde El cantante de jazz en 1927 se convirtió en el género emblema de Hollywood junto a los wésterns. Esa pasión por el género está en todo momento, al ver la entrega que hay hacia cada número realizado, filmados con un vibrante Technicolor que exaltan los escenarios y sobre todo a sus protagonistas, que en buena parte es gracias a ellos que se tiene el clásico que hasta ahora seguimos disfrutando.


Gene Kelly ilumina todo el encuadre con su presencia como Don Lockwood. Lo que hace él junto a Donald O’Connor, que interpreta a su amigo Cosmo, es de no creer, y obvio que para completar el trío se suma Debbie Reynolds como Kathy. Los tres tienen un dominio total de la actuación, canto y baile, con Kelly favoreciendo lo segundo al ser director de la película, manejando una puesta en escena que le da la suficiente amplitud para cubrir estos momentos en su máximo esplendor. Coreografías y melodías muy pegajosas que uno como espectador solo mira anonadado mientras la cámara se va moviendo con tan impecable ejecución.


Cantando bajo la lluvia, más que ser una crítica o celebración de Hollywood, es una obra que nos enseña el valor de lo que a veces se oculta. A través de la realización de una película musical, presenciamos ese lado de la creación artística y del espectáculo que siempre se mantiene en secreto a la audiencia. Y eso no lo hace por matarnos la ilusión de aquello que tanto nos fascina, sino más bien para exponer las cosas bellas que pueden salir de esa mentira que puede ser ya muy sabida, pero que al estar bien hecha continúa impresionando.



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