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“Priscilla” (2023) o dejar de mirar a la estrella

Actualizado: 22 ene

La última película de Sofia Coppola repasa el romance entre la joven Priscilla Beaulieu y el cantante Elvis Presley. La premisa, que parece sacada de Wattpad o de la fantasía de una fangirl, se convierte en una historia de amor oscura, llena de silencios e incertidumbres, muy bien diseñada al estilo Coppola


Por Vanessa Nina CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

Priscilla y Elvis se conocen en Alemania mientras él cumple su servicio militar. La joven de catorce años queda fascinada, pero su corta edad hace que sus padres no aprueben esos encuentros. Hasta ese momento, la actuación de Cailee Spaeny destaca con sus miradas cándidas y un caminar tímido. Sofia Coppola nos presenta a una protagonista en su temprana adolescencia, que todavía guarda características infantiles.

 

El tiempo transcurre y la obsesión de Priscilla crece, Elvis regresa a Estados Unidos y nos quedamos a la espera de noticias. Acompañamos a Priscilla en su angustia por recibir una llamada de él, de no ser olvidada o reemplazada. La ausencia de Elvis nos demuestra que la vida de Priscilla Beaulieu quedó en pausa. Esta pasividad de la protagonista por momentos le juega en contra a Cailee Spaeny, quien pareciera no llegar con la suficiente fuerza en los momentos más tensos: cuando enfrenta a Elvis, luego de mudarse con él a su mansión en Memphis.

 

Coppola nos muestra el desencanto y la resignación que crece en Priscilla conforme su relación avanza. Sus solitarios días en Graceland y las decisiones que él tomaba sobre cada aspecto de su vida, como su forma de vestir, maquillarse, moverse, hablar e incluso opinar. El nivel de control que tiene Elvis sobre ella nos ayuda a entender por qué un ícono de la música elegiría a una chica tan “sencilla” como novia. El rey del rock sabe que ella dejará cualquier sueño o aspiración para dedicarse únicamente a estar a su disposición, eso la diferencia de las famosas actrices o cantantes que lo rodean. 

 

Podría considerarse que el personaje de Priscilla está atrapado por el aburrimiento. Mientras Elvis está de gira, ella no vive más que una rutina. Sin embargo, la directora nos atrapa con un lenguaje visual y diseño de producción maravilloso. El glamour ensombrecido, los colores lavados y planos fijos nos transmiten la monotonía y decadencia en la vida de Priscilla, pues, aunque todo es hermoso y está rodeada de lujos, las sombras devoran la calidez de un hogar o de una vida propia.

 

La edición, aunque por momentos “episódica”, nos hace sentir que nada sobra, que cada escena y cada plano nos ha contado algo importante. Con una cámara fija y una edición ágil, me lleva a pensar en el cariño que le tiene la directora a su protagonista, retratando un mensaje muy sincero sobre el amor propio.

 

Sofía Coppola nos obliga a mirar a Priscilla, a sentir sus silencios y a comprender que no se trataba de una chiquilla tonta o ingenua, siendo así bastante solidaria con su protagonista. Cuando vemos el rostro de Priscilla luego de un arranque violento de Elvis, empatizamos con la confusión, miedo y su necesidad de ser amada por la persona que tanto admira. La directora no enfatiza en el villano Elvis, sino que lo dibuja con sutileza, desde la mirada de la protagonista. La cámara no se queda en la expresión de Elordi, por el contrario, decide mirarla a ella, a empatizar con Priscilla. Coppola no está interesada en contar la tragedia de Elvis ni justificar sus actitudes abusivas. La actuación de Jacob Elordi destaca por interpretar a un Elvis desde los ojos de su joven pareja y no a partir de la mirada de la estrella de rock. He ahí lo interesante.



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