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“Saltburn” (2023): el erotismo de la élite

Lo nuevo de Emerald Fennell llegó al streaming en los últimos días de diciembre del año pasado. En esta oportunidad, la directora apuesta, nuevamente, por lo explosivo en sus imágenes y narrativa, contándonos la historia de Oliver y su inserción en la clase alta en un viaje lleno de alcohol, drogas, fiesta y sexo. Se incluyen spoilers.


Por Mariano Viza CRÍTICAS / PRIME VIDEO

Saltburn es la tierra prometida a partir de los ojos de Oliver Quick, interpretado por Barry Kheogan. Es un joven estudiante becado que asiste a la Universidad de Oxford. Se siente diferente al no ser alguien que derrocha dinero hasta por los poros de su piel. Eso hace que su vida en un inicio sea algo complicada, hasta que conoce al apuesto y bondadoso Felix Catton (Jacob Elordi). Poco a poco su amistad se va fortaleciendo entre fiestas, bares y charlas en la universidad.


Desde un inicio, Fennell nos muestra la excentricidad de su nueva película. Empezamos con un monólogo de Oliver en el que nos habla sobre Felix Catton y lo que sentía por él. Se nos dibuja el retrato de un ser angelical y digno de admiración, como si fuese alguien a quien debamos venerar. Esa simple secuencia de imágenes me compró por el hecho de transmitir un aire de misticismo sobre la figura de Felix Catton, pero al mismo tiempo de libertad. Esa que empieza en la adolescencia y temprana adultez, y que se ve en la sonrisa del personaje interpretado por Elordi.


Conforme avanza el metraje vamos viendo esta camaradería que se forma entre el muchacho apuesto y millonario, y el joven que viene de abajo y que no es tan apuesto a ojos de los demás. En diversas partes de la película se presenta una fuerza antagónica hacia Oliver, que es retratada a partir del personaje de Farleigh. Este le recalca que nunca será parte de esta casta social por más que lo intente.


Fennell nos establece las reglas del juego de su película a través del escenario visto en Oxford y que se replicaría con creces en Saltburn, que es donde vive Felix. Una especie de tierra prometida o del País de Nunca Jamás. En esta particular mansión, Oliver conoce las excentricidades del “primer mundo” sea por los padres de su amigo, por su mayordomo impertinente o por simplemente vivir en una mansión con un jardín inmenso.

En este pequeño mundo de fantasía, la directora nos lleva a una especie de utopía, un hueco en el universo en el que todo es posible. Desde cenas muy elegantes, pasar el rato desnudo en el pasto o jugar tenis en terno y vestido. Fennell aprovecha lo grotesco, ridículo y llamativo que es la alta sociedad para llevarnos poco a poco a un abismo de suspenso en el que, si compras todo lo visto anteriormente, ya estás dentro del viaje. Saltburn es un “tómalo o déjalo”, ya que o la excentricidad de este mundo te atrapa o simplemente no viajas en este barco.


Poco a poco se nos va revelando la verdadera personalidad de Oliver y sus motivantes. Este apunta a pertenecer a la alta sociedad, y no dejará que nada ni nadie se lo impida. Hay momentos que pueden hacer que más de uno deje de ver la pantalla, como es la escena cuando Oliver bebe el semen de Felix, o el abuso que este comete contra Farleig por meterse en su camino. Y esto no para conforme avance la cinta. Con la muerte de Felix, Oliver frota sus partes íntimas en la tierra de su tumba, simulando una relación sexual. Fennell no mueve la cámara ni deja a la imaginación los actos, más bien, parte de su encanto es el morbo de las acciones de sus personajes.


Para el final de la cinta, se revela que todo lo que sucede en Saltburn y la muerte de los involucrados fue parte de un plan de Oliver para quedarse con todo. Llegar a este momento es otro punto de quiebre porque, o te crees todo su plan maestro o simplemente sientes una desconexión con lo mostrado. Es una película que desafía al espectador no por una complejidad sino por lo ridícula que puede llegar a ser la cinta misma. Es un viaje que puedes omitir en tu vida.


A pesar de ello, y en lo personal, Saltburn me encantó. Quizá por su fotografía que roza lo “instragameable” o por lo bizarras que pueden ser las acciones de su protagonista en su búsqueda del “éxito”.



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