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“Se levanta el viento” (2013) y los demonios del artista

En el año 2013 el animador japonés Hayao Miyazaki anunció que se retiraba de la dirección. Cambió de opinión tres años después, lo que dio vida a su nueva película, El niño y la garza (2023), que empezó a ser planeada en el 2016. De no haber sido así, su último esfuerzo directoral hubiera sido Se levanta el viento, una obra maestra dedicada a la obsesión creativa.


Por Hitoshi Isa Kohatsu CRÍTICAS / NETFLIX

Este es un largometraje que de un modo u otro explora el biopic, a través de varios detalles románticos y ficticios. Jiro Horikoshi, personaje interpretado por Hideaki Anno (creador de la serie animada Neon Genesis Evangelion), es un reconocido ingeniero de aviones, muchos de los cuales fueron usados durante la Segunda Guerra por el Japón Imperial. Cubre desde su infancia hasta que su país se rindiera en 1945.


Vemos su crecimiento en una nación tecnológicamente atrasada, cómo se enamora de una chica -Nahoko Satomi (Miori Takimoto)- y de qué manera su vida es consumida por su obsesión por diseñar el avión de sus sueños. El protagonista vive el choque entre el contexto en el que vive -bajo un gobierno militar desesperado por fortalecer su maquinaria de guerra- y sus inocentes metas creativas.


Mas la película no está realmente interesada en Horikoshi como figura histórica. Él es un símbolo, es la idea de un artista cuya pasión lo consume por encima de la lógica, de sus relaciones y de sus principios. Es la manera en la que Miyazaki se ve a sí mismo como persona cuyo legado es/será definido por sus creaciones. Aunque para ser justos la idea del artista que Horikoshi encarna no se limita a una autorreflexión exclusiva del director. También contiene una cantidad de detalles que reflejan la vida del novelista Tatsuo Hori y sus obras.


Ese ímpetu natural que nace del artista es explorado desde la primera escena, cuando Horikoshi, de niño, tiene un sueño de vuelo. Esta es la primera de muchas escenas que toman lugar en el espacio del subconsciente, y es donde el mundo interno de nuestro personaje principal es representado, lo cual nos permite entender a profundidad sus acciones en la “realidad”.


Desde su segundo sueño es visitado por una versión del ingeniero italiano Giovanni Caproni (Nomura Mansai) que existe en su cabeza, como una especie de acompañante o guía en el mundo onírico. Además de mostrar la naturaleza de sus impulsos, representa sus temores, sus dudas, y finalmente el cuestionamiento de que si todo para lo que trabajó a lo largo de su vida valió la pena, una vez que aprecia la destrucción que causó no solo en sí mismo, sino también en su país.



Esa pasión por su trabajo también implica el descuido de sus relaciones personales. En una escena, Jiro es incapaz de dejar de trabajar en sus diseños mientras va a ver a su prometida, quien acaba de sufrir una hemorragia pulmonar.


Al final de la película, uno siente que Miyazaki ha logrado crear a un personaje con todas las profundidades, contradicciones y ambigüedades propias de un auténtico ser humano. Todo en medio de la bellísima y fluida animación, lo que no es una sorpresa considerando el calibre usual de Miyazaki.


El acting, específicamente, es de lo mejor que su estudio había producido hasta el momento. Cuando un personaje se mueve no hay manera de no reconocer genuinos movimientos humanos. Desde pequeñas acciones como el protagonista haciendo un avión de papel o comiendo su almuerzo, hasta las sutilezas de su personalidad, por la manera en que se mueve alrededor de los demás, lo que indica cómo son sus relaciones interpersonales, o sus emociones internas, exteriorizadas en el ritmo de la caminata.


Se levanta el viento (Kaze Tachinu, 2013) se llegó a construir como una coda a la carrera de uno de los animadores más importantes de su industria nacional. No es nada menos que una aceptación de todo lo terrible y nefasto que implica seguir las ambiciones creativas, al ponerlas en el foco de nuestra atención, así como la maravilla de poder tener esas ambiciones en primer lugar. Con su animación de emotiva filigrana y un complejo conflicto interno como núcleo, la película es uno de los más fascinantes trabajos de Miyazaki.



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