"Drop: amenaza anónima" (2025): violencia virtual
- Gustavo Vegas
- 19 jun
- 4 Min. de lectura
Tras un paso medianamente inadvertido por la cartelera comercial, comentamos esta nueva cinta de suspenso que plantea una discusión interesante sobre el mal y la tecnología.
Por Gustavo Vegas Aguinaga CRÍTICA / VIDEO ON DEMAND

Christopher Landon abre Drop con fuerza y varias sentencias sobre su visión de la actualidad y cómo la película está moldeada alrededor de esta: el impacto, tanto positivo como negativo, de la tecnología en nuestras vidas. Vemos la escena de la terapia virtual, el hijo que se comunica con la madre a través de un carrito a control remoto, las alarmas y herramientas de su casa, sus cámaras de seguridad, etc. Incluso nos colocan en medio de una cita que se concretó por aplicaciones en línea y así Violet (Meghann Fahy) se halla de pie frente a un edificio enorme. Con poco, Landon ya nos muestra que ante ella hay un obstáculo gigante que superar.
Rápidamente nos colocamos en los zapatos de Violet para percibir a varios de los hombres con los que se topa como potenciales victimarios, desde el tipo que va a revisar el cableado en su casa hasta los hombres que intentan, sin éxito, cortejarla en el restaurante de la cita. Es interesante, además, como Landon juega con las expectativas de la audiencia pues coloca a Henry (Brandon Sklenar), la cita de Violet, como un añadido al grupo de hombres sospechosos, pese a su aparente madera de buen tipo, bello y cortés. Incluso el inexperto mesero que los atiende parece tener posibilidades de ser malo, pero termina siendo una cuota cómica bastante bien empleada por Landon, tanto en periodicidad como en intensidad.

Esta amenaza anónima que advierte el título para Hispanoamérica de Drop se evidencia en esa cita, pues es dentro de ese espacio con luces tenues que empieza el juego macabro del que Violet es víctima y, aunque intente incansablemente, es una tarea casi imposible desenmascarar al criminal al otro lado del teléfono. Landon sabe retratar un mal de estos tiempos, ese terror invisible que se manifiesta desde las sombras en línea. Ese es el camuflaje y refugio de los malhechores y es donde el antagonista de esta película se regocija. No se trata, entonces, del hombre que opera los aparatos, sino del concepto de estos en sí. No es casualidad que repetidamente veamos a Violet desde planos bastante picados, casi desde las esquinas, como si la cámara que filma fuese una de seguridad.
Estos encuadres son bien acompañados también por otros que enfatizan el rol de víctima de Violet al capturarla desde lejos, como si fuésemos nosotros los espectadores también parte de ese sombrío grupo y encontremos placer en esa violencia y ese juego siniestro. Quizás sí. Landon añade los clásicos planos contraplanos y demás recursos clásicos, pero estos cambios tonales desde la fotografía le dan un valor agregado a su propuesta y aumentan la tensión de la situación. Lo mismo con la iluminación: en repetidas ocasiones, cuando se dan los giros de la trama o pequeñas revelaciones que nos acercan hacia la resolución, hay cambios de luz (unos explícitos y obvios, otros más sutiles) que acompañan a los personajes en sus dudas e indagaciones.

La película juega un poco con la idea de que la tecnología permite también corromper a la gente y hacer de las víctimas los victimarios, de modo que Violet, en su faceta de estar afectada por la situación en la que la han puesto (tienen a su hermana y su hijo de rehenes), es capaz de hacerle daño a otras personas, incluidas el pianista del restaurante o el siempre bueno de Henry, su cita. Claro que Violet es perjudicada de doble manera por ser ella víctima de un abuso anterior, como nos muestran en flashbacks. Pese a la importancia de esta historia personal, la película peca de querer darle más capas a su protagonista con motivo de justificar sus acciones, sus temores y dudas, pero esta dimensión termina por sentirse un poco en deuda con el resto de aspectos que están trabajados de manera más puntual y con mayor pericia.
El último acto de Drop cae por su propio peso cuando se nos revela como culpable uno de los tantos posibles sospechosos de hacía un rato. De este modo, la película nutre su logrado thriller con escenas de acción donde vemos un trabajo de cámara más arriesgado y exagerado, lo cual no es un paso en falso, sino todo lo contrario. Estos breves cambios de ritmo le dan al filme ese toque de energía que le faltaba ante el encierro (tanto para los personajes como para los espectadores) de estar siempre en el restaurante.
Claro que este suspenso no sólo es mezclado con esas gotas de acción, sino también con las mencionadas cuotas de humor (al mesero se le suma la hermana de Violet) y eventualmente de romance entre los protagonistas. La tecnología, finalmente no sólo es empleada para el mal, pues vemos cómo Violet se ayuda del carro de Henry, quien usó su cámara para desentrañar un caso de corrupción y el pequeño Toby usa su carrito a control remoto para colaborar con su madre y repeler el ataque de un criminal. En suma, Drop no solo plantea un thriller interesante, sino que hace énfasis en los peligros de la tecnología y cómo esta afecta el romance o las relaciones interpersonales en tiempos de Internet.
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