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“El diablo a todas horas” (2020): todos somos pecadores

Actualizado: 9 nov 2022

Esta interesante y oscura radiografía de los Estados Unidos de Norteamérica, protagonizada por Tom Holland y Robert Pattinson, está disponible en streaming.


Por Diego Olivas Arana CRÍTICAS / NETFLIX

Robert Pattinson como el pastor Preston Teagardin. Fuente: Sensacine

Un veterano de la Segunda Guerra Mundial obsesionado por la práctica religiosa, un niño solitario que desde temprano aprende a lidiar con la violencia, un policía corrupto muy preocupado por las apariencias, un falso predicador que no está libre de pecados y una pareja de asesinos con aspiraciones artísticas. ¿Cómo juntas esta gama tan variada de personajes siniestros en una historia coherente de dos horas? El último gran estreno de Netflix ensayó una respuesta.


El diablo a todas horas (The Devil All the Time) es una película del 2020 dirigida por Antonio Campos, basada en la laureada novela homónima de Donald Ray Pollock. Este thriller psicológico nos traslada a los pueblos boscosos del estado de Ohio, una de las partes más auténticas de Estados Unidos. Allí vemos cómo la tragedia y la muerte convergen a través de distintas generaciones y en torno a una serie de personajes desdichados y no pocas veces deleznables. En el centro del vendaval se encuentra Arvin Russell (Tom Holland), un jovencito infortunado, pero con una fuerte voluntad para el bien, enfocada en proteger a sus seres queridos. Vemos a Arvin crecer, rezando muchas horas al día, desde su traumática infancia como hijo del veterano Willard (Bill Skarsgård) hasta su adolescencia cuidando de su hermana adoptiva Lenora (Eliza Scanlen) y lidiando con el corrupto Reverendo Teagardin (Robert Pattinson). Todo el caos acaba girando alrededor de Arvin.


Antonio Campos es conocido por su notable Christine, el dramático biopic del 2016 de la periodista Christine Chubbuck, y aquí de nuevo juega con temas tan oscuros como atractivos. Estamos hablando de los años de la posguerra en Estados Unidos, de familias pobres llenas de secretos, marcadas por asesinatos, suicidios, corrupción y brutalidad.


Tom Holland como Arvin Russell. Fuente: Forbes

Dos temas resaltan a lo largo de la ficción. El primero es la relación padre e hijo, encarnada en Willard y Arvin. Se trata de una relación bastante compleja, donde los demonios del pasado del padre, sus miedos a la pérdida y la soledad y su extrema devoción religiosa marcan la forma de ver la vida del hijo, quien, en cierta manera, se descubrirá emulando las acciones del padre y quedará bajo su propia decisión escapar o no de ese mundo que ha naturalizado la violencia. Esto va enlazado al otro tema: el contraste entre la violencia y la religión. A través de toda la película vemos cómo la fe religiosa, o para ser más exactos, el fanatismo o el fundamentalismo conducen a la tragedia: gente que engaña, abusa o mata en nombre de Dios. Podría sugerirse incluso cierto descreimiento de la religión y la Iglesia por parte de la película. Aspectos interesantes en los que detenerse en este frenesí de escenarios nefastos que acaban hilvanándose.


Al final del camino, todo esto es muy fuerte para procesar y son demasiados personajes y situaciones en poco tiempo, mas de alguna manera funciona. El diablo a todas horas quizá no sea una película para todo el público y su ambiciosa —y espeluznante historia quizá hubiera funcionado mejor en otro formato. Pero su excepcional elenco y enrevesada narración acaban atrapándote donde destacan las fascinantes interpretaciones de Holland, quien prueba ser más que Spider-Man, y Pattinson, quien deslumbra en cada película. La película de Antonio Campos es una invitación a poco más de dos horas de entretenimiento que de pronto no te convenza, pero que podría invitarte a la reflexión.



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