"Misión Imposible: Sentencia final" (2025): el fin, si decides aceptarlo
- Marcelo Paredes
- 9 jun
- 6 Min. de lectura
Con esta octava y última entrega, Tom Cruise y Christopher McQuarrie cierran una de las sagas de acción más ambiciosas del cine reciente. En esta crítica, repasarán los temas centrales de la entrega final, su contexto dentro de la franquicia y el legado que deja Ethan Hunt y, por lo tanto, el propio Cruise a todos los espectadores..
Por Marcelo Paredes CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

Ethan Hunt y su equipo enfrentan su misión más peligrosa: detener a La Entidad, una inteligencia artificial fuera de control que amenaza con desestabilizar el mundo. Mientras antiguos aliados regresan y nuevos enemigos emergen, Ethan se embarca en una última carrera contrarreloj que lo llevará al límite físico y emocional, en una lucha por el destino de la humanidad.
Mi acercamiento a la saga de Misión: Imposible fue tardío. Curiosamente, mi compromiso real con la franquicia se dio cuando ya había llegado hasta Misión: Imposible – Repercusión (Mission: Impossible – Fallout, 2018), la cual todavía considero la mejor de toda la saga (con la dirigida por Brian De Palma pisándole los talones). Menciono esto porque, al volver a repasarla a modo de preparación para la nueva película, me di cuenta de que Repercusión funcionaba bien como cierre. Esa gran odisea vivida por Ethan Hunt, llevando la acción y sus motivaciones a otro nivel, parecía el final perfecto para comprender al protagonista y, sobre todo, a Tom Cruise como el verdadero autor detrás de esta saga.
Sin embargo, las cosas no podían terminar ahí. Luego de algunos años de demora debido a la pandemia, Cruise regresó, todavía con Christopher McQuarrie en la dirección, con Misión: Imposible – Sentencia Mortal (Mission: Impossible – Dead Reckoning, 2023). Al tener a La Entidad como villano, se podía entender que el cierre con Repercusión no podía ser definitivo. Más allá del afán por contar nuevas aventuras, tanto actor como director sabían que el mundo aún necesitaba a Ethan Hunt.
Las amenazas, lejos de reducirse, han aumentado, y ambos querían expresar una preocupación latente sobre el rumbo que está tomando la sociedad. A estas alturas ya se puede intuir qué tipo de preocupaciones son esas (aunque se detallarán más adelante) y si a esa visión del mundo se le suma el reconocimiento de que un final debe llegar y que ha llegado el momento de dar un paso al costado, está claro que estamos frente a una octava y última parte a la altura de las circunstancias.

En Sentencia Mortal se nos presentaba a La Entidad como esta nueva amenaza que sería una representación de la inteligencia artificial. Dejando de lado el debate complejo que podría surgir al respecto, aquí es representada en su peor versión, una no muy alejada de una posible realidad futura. Se trata de un ente todopoderoso que manipula la realidad a su antojo y busca trastocar la voluntad humana en pro de un dominio que implique la erradicación de sus creadores. Mediante el personaje de Gabriel, La Entidad se manifestaba ante Ethan Hunt, cumpliendo la función de emisario del mal, un ángel caído que pregonaba este mensaje de destrucción y que debía ser detenido a toda costa.
En Misión: Imposible – La Sentencia Final (Mission: Impossible – The Final Reckoning), tras haber sido contenida momentáneamente, La Entidad regresa con más fuerza, ganando el poder suficiente como para prescindir de su emisario. Por eso, Gabriel, quien tenía ese rol en Sentencia Mortal, será ahora una fuerza independiente (no muy distinta del propio gobierno), que también busca controlar a La Entidad para fines destructivos y de dominio total. Con este panorama mucho más opresivo, Ethan deberá superar una última misión en la que enfrentará cara a cara este mal para acabar con él de una vez por todas. A diferencia de sus adversarios anteriores, quienes de cierto modo podían ser vistos como pruebas personales donde se ponía en juego su lealtad o capacidad de cumplir objetivos, aquí Gabriel y La Entidad ya no buscan desafiar a Ethan: lo consideran inferior.
Ethan es una persona con valores firmes, que siempre pone al colectivo por encima del individuo, impulsado por el poder de la decisión como un don sagrado que poseemos como humanos. Resulta natural que una fuerza que se opone por completo a esos valores quiera sacarlo del camino y aunque lo vea como inferior por su humanidad, no lo subestima, sabiendo que, si se le acorrala lo suficiente, puede ser doblegado. Por eso, la película no deja de sentirse como un campo minado. Cada paso en falso acerca al mundo un poco más a su fin. El poder de La Entidad sigue en aumento, y Ethan tiene una última oportunidad para demostrar que solo él puede dictar su destino, siempre con la gente correcta a su lado.
Otra fortaleza de la cinta, como era de esperarse, recae en el poder del equipo. Este ahora se divide y suma aliados, nuevos o ya conocidos, para abarcar un mayor territorio. Nunca se deja de valorar a quienes acompañan a Ethan, porque mientras más personas se unan a esta causa, mejor se puede hacer frente a un enemigo que niega el valor esencial de lo humano. Esta separación momentánea, muy bien conectada en el montaje, permite que Ethan se adentre más fácilmente en la boca del lobo.

Eso lo llevará a un obstáculo importante, que es toda la secuencia del submarino en el fondo del mar. Siendo este un momento marcado por el silencio, donde además se le rinde homenaje a Stanley Kubrick por sus similitudes con el clímax de 2001: Odisea del espacio (2001: A Space Odyssey, 1968), lo que vemos ahí es al protagonista descender al peor de los infiernos. Dicho infierno es el mismo que La Entidad ya le había anticipado en su primer contacto: un lugar donde el temor a la muerte está más presente que nunca y donde sus habilidades se reducen a la mera supervivencia. Su objetivo es uno solo y es extraer un objeto clave del submarino, teniendo así, de poder obtenerlo, una oportunidad para renacer, dejando atrás toda duda sobre quién es y cuál es su rol en el destino que encarna. Impulsado por dones lo suficientemente sagrados, logra salir de esas aguas y llegar al tramo final de su misión con el entendimiento y la resistencia necesarios para darle al mundo un nuevo respiro.
Y es que estas películas, lejos de ser simples historias de acción con espías, siempre han sido una declaración de intenciones de Tom Cruise. En cada entrega nunca ha dejado de poner en manifiesto su amor por el arte de hacer cine, dando a su vez una advertencia para quienes pretenden dañarlo. Por eso decía al inicio que la saga no podía acabar en Fallout. Cruise sabe que, antes de despedirse, debe dejar una última advertencia, sin olvidar que por encima de todo está la pureza del cine, funcionando como algo que entretiene y llama a la reflexión por igual. Porque así como el arte está comprometido, el mundo también lo está, al punto de destruirse a sí mismo solo por probar un punto egoísta y basado en una falsa idea de supremacía.
Acá tenemos un último aspecto importante. Si bien la discusión geopolítica en la cinta es su mayor lastre, McQuarrie no logra incluirla en pantalla sin que resulte demasiado invasiva. Podría ser mejor, sí, pero sin entorpecer del todo la fluidez del relato. Estas escenas no dejan de ser otra declaración de intenciones por parte de Cruise y compañía, quienes sin decir de manera explícita lo obvio (“la guerra es mala”), plantea un dilema valioso. El poder de la decisión, uno de los ejes de la historia, por lo que aquí cobra una relevancia tal que, si no lo entendemos como una de nuestras mejores virtudes como seres conscientes, la batalla contra lo digital estará completamente perdida.

En conclusión, aunque La Sentencia Final no alcanza la perfección que otras entregas lograron, sigue siendo un excelente cierre y una de mis películas favoritas de lo que va del 2025. Lejos de ambicionar más de la cuenta con ideas nuevas que podrían pesar en el relato, la cinta confía en lo que ya ha construido. Así, logra hacer de su última aventura una que se recuerde como las anteriores, probando que todo el camino recorrido valió la pena y que quienes supieron dejar su huella no han sido olvidados.
Es cierto que abusa un poco de la nostalgia, dejando muy claro que estamos ante un final que, real o no, pudo ser más sutil. También, como ya mencioné, podría haberse evitado el exceso de subtramas relacionadas con personajes secundarios (como la presidenta o los líderes militares). No obstante, pese a esos fallos, Christopher McQuarrie y Tom Cruise nos entregan otro gran logro cinematográfico, ofreciendo un espectáculo visual y narrativo que mantiene al espectador al borde del asiento hasta su gran final que literalmente, surca los cielos. El espectáculo y el mensaje sobre la unión y la renuncia al ego para enfrentar a un mal común están expuestos con suficiente inteligencia como para disfrutarlos y reflexionarlos.
Las despedidas son difíciles, y como alguien que siente un gran afecto por esta saga, me cuesta creer que sea el final (quiero creer que sí lo es). Despedida o no, si algo nos deja claro hasta sus últimos minutos es que, aunque Ethan Hunt ya no esté, nosotros, como él, podemos tomar las riendas del destino. Podemos aprender de sus enseñanzas y forjar nuestro propio camino, si decidimos aceptarlo. En fin, gracias por todo.
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