La novena Semana del Cine de la Universidad de Lima presentó la más reciente película del director alemán Christian Petzold. En esta nueva cinta, el realizador explora las relaciones humanas durante unas vacaciones en las que acontecen incendios forestales descontrolados.
Por Alberto Ríos FESTIVALES / SEMANA DEL CINE
El cineasta alemán Christian Petzold se ha caracterizado por una cinematografía en la que busca explorar la complejidad de las relaciones humanas y el papel que juegan los individuos dentro de las mismas. Director de películas notables, como la aclamada Fénix de 2014, ahora presenta en salas su más reciente obra: Cielo rojo (Roter Himmel).
La premisa inicial de la cinta es bastante simple. El joven y engreído escritor Leon (Thomas Schubert) se une a Felix (Langston Uibel), su amigo y fotógrafo que busca terminar su portafolio para ingresar a la escuela de arte, en unas vacaciones de verano cerca del Mar Báltico para completar su novela. Cuando llegan, descubren que su casa ya está ocupada por Nadja (Paula Beer), una mujer despreocupada. Mientras tanto, los incendios forestales azotan a su alrededor.
Es innegable la influencia del francés Éric Rohmer dentro de la premisa de la cinta. Películas como Pauline en la playa, Cuento de verano o La coleccionista son obras que uno relaciona inmediatamente con las primeras escenas de Cielo rojo. Y es que, al igual que en las cintas del francés, un grupo de jóvenes se congregan de manera deliberada o fortuita en una residencia de verano ubicada junto al mar, donde conversarán sobre el arte, la vida o sus pasiones, y se verán enfrentados a situaciones de desamor. Pero en la cinta del alemán hay un elemento más, una sensación de oscuridad que los rodea. Un mal subyacente representado mediante ese incendio forestal que es cada vez más cercano.
A lo largo de la película, el bosque próximo a la playa adquiere una importancia creciente. Siguiendo la tradición de la mitología alemana, Petzold revela un misterio en este lugar, acto en el que destaca magníficamente el uso del fuera de campo y del sonido como elementos dramáticos. En consonancia con la tradición de los cuentos folclóricos para niños, el bosque alberga también un peligro, pero los dos jóvenes deciden hacer caso omiso al mismo, aunque desde la primera escena el viaje parece no salir como lo planeado. Se les avería el coche en medio del bosque, no hay señal para pedir auxilio, deben caminar hasta la casa de campo y esta se encuentra ocupada por una visitante cuya presencia no había sido comentada por la madre de Felix.
Leon, un escritor enfrentando una crisis tras la publicación de su primera novela, opta por pasar algunos días en una casa de campo para revisar el borrador de su próxima obra. Él es acompañado por un amigo con sus propias tareas pendientes, aunque este último muestra una despreocupación aparente. El novelista tiende a reaccionar como si todo estuviera en su contra, viviendo con la constante paranoia respecto al estado de su trabajo, que lo torna hosco y agresivo.
La misteriosa presencia de Nadja despierta de inmediato la ira del protagonista, temeroso de que sus preciadas horas de soledad se vean perturbadas por alguien ajeno al riguroso proceso creativo al que todo autor debe someterse. Sin embargo, al día siguiente, mientras la observa desde la distancia montando su bicicleta, el resplandor de su vestido rojo lo envuelve por completo. Este destello enciende en él una extraña atracción.
Esa misma pasión se ve enmarcada por el fuego que poco a poco se acerca y los rodea. Ese calor, esa pasión asfixiada que tienen Leon y su incapacidad para expresar sus sentimientos de manera adecuada, es representada por los incendios que suceden a su alrededor. Hay un deseo que recorre al protagonista como una pulsión latente. Petzold agrega capas de intensidad dentro de su obra sobre el placer y el trabajo, la diversión y la obsesión.
Un momento que condensa lo planteado por el alemán es cuando Nadja, en una cena en la casa a la que asiste el editor de Leon quien ha ido a revisar el manuscrito, lee el poema “El Asra” de Heinrich Wilhelm von Kleist, una figura central del romanticismo alemán:
Día tras día, al caer la noche,
iba la bella hija del Sultán
de paseo hasta la fuente
donde las blancas aguas murmuran.
Día tras día, al caer la noche,
el joven esclavo, junto a la fuente
donde las blancas aguas murmuran,
cada vez más la color perdía.
Una noche, la princesa
acercósele balbuceando:
dime, esclavo, ¿cuál es tu nombre,
cuál tu patria y tu linaje?
Y el esclavo dijo: Me llamo
Mohamet y soy de Yemen,
y mi pueblo son los Asra
quienes mueren cuando aman
Al final de la cinta uno se pregunta ¿Cuánto estaba dispuesto a perder Leon para poder expresar sus sentimientos? ¿Qué es lo que se necesita para ser un artista? Preguntas cuya única respuesta son una mirada y un repentino corte a negro.
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