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Semana del Cine 2023: entre la ternura y la travesía de "Monstruo" (2023) y "Cerrar los ojos" (2023)

Se vieron dos películas en la novena Semana del Cine que hablan, en distintas formas, sobre la amistad y la libertad. La primera, desde Japón, muestra a dos niños catalogados de monstruos por un sistema que los maltrata y no los deja ser quienes desean ser. Proveniente de España, la segunda se extiende por tres horas para exponer un retrato afectuoso de sus personajes entre sí y con el cine.


Por Gustavo Vegas Aguinaga FESTIVALES / SEMANA DEL CINE

cielo rojo
"Monstruo" (2023) y "Cerrar los ojos" (2023).

¿Quién es el monstruo? La reciente y hermosa cinta del japonés Hirokazu Kore-eda, Monstruo (2023) recupera con frescura y maestría la forma narrativa rashomónica para elaborar una crítica social desde la mirada joven de dos niños: se pone en tela de juicio el sistema educativo, las crianzas, enseñanzas y, de cierto modo, los afectos. Inicialmente, como la mítica cinta de Akira Kurosawa, aparenta tratarse de una historia y mientras se desarrolla resulta en otra e incluso otra más. ¿Hemos de creerle al niño que de pronto empieza a comportarse muy extraño? ¿A su madre sobreprotectora? ¿O al profesor que se presenta idiota e insensible? Kore-eda nos propone tres versiones (y más) para intentar hallar la respuesta a esa pregunta del inicio. Claro está: no será fácil.


En primera instancia el colegio y sus funcionarios son quienes obstruyen la lucha de la madre por justicia. Desde el mismo profesor hasta los asesores, pasando por la indiferencia triste de la directora. ¿Es este un símil de aquel sistema que encubre a los malhechores y trunca toda búsqueda de la verdad? Luego, como segunda historia, tenemos el descargo del profesor y, por último, una visión pura (pero no limpia) de lo que pasó con el niño protagonista y su amigo adorable. Son estos dos pequeños monstruos, catalogados de alienígenas, que ante la lejana pero inevitable destrucción de nuestro universo crea el suyo propio en el vagón de un tren abandonado, allí donde nadie los ve ni los molesta, donde nada implosionará salvo su amistad, allí donde el tiempo no acecha.


Conforman todo este panorama monstruoso una madre heroína a ciegas, un profesor torpemente lujurioso con ecos de bondad, una directora melancólica sin cura que en su posición de autoridad mayor confiesa: hasta ella miente. Es decir, la cabeza de todo el sistema no está limpia de pecado, es otro de tantos monstruos. No olvidemos a los principales, esos dos niños enlodados con la suciedad de la sociedad, con toda esa crueldad que les cae encima como huracán y la cual contrarrestan con la dulzura de sus gestos y de su amistad con baches. Con un amor tan puro y bello que no merece palabra alguna, sino notas desaforadas de un trombón.

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"Monstruo" (2023). Fuente: CineCiutat

Los tiempos cambian. Lo saben ellos y lo sabemos nosotros. Cerrar los ojos (2023) de Víctor Erice empieza con un ficcional metraje recuperado del desaparecido actor Julio Arenas (José Coronado) donde interpreta a un detective que es contratado para rescatar a la hija de un millonario establecido en el castillo Triste Le Roy. Esta otra película llega a ser doblemente meta-ficcional. Me explico: no sólo es una cinta dentro de otra, sino que también está afuera. Erice, a través de todos sus personajes e historias, se busca a sí mismo después de décadas de ausencia. El largo hiato de Julio Arenas es una reflexión sobre su propio cese de producciones de largometrajes. Ese tiempo, entonces, es tiempo sin vida y sin cine, cosa que luego de tres largas horas entendemos: son esencialmente lo mismo.


El protagonista, Miguel Garay (Mariano Solo), se embarca en la odisea de encontrar a su antiguo amigo Arenas y es en esta tarea titánica que se vuelve a relacionar con figuras de su pasado, tanto reales como propias de la ficción. Se reencuentra con el cine mismo y su magia. Cada tanto aparece una película que nos recuerda el poder desolador y arrollador del cine, así como su capacidad reparadora y acogedora. Esta es una de esas. Es eso: ver la vastedad azul del mar con una reja de por medio, ver a tu amigo que creías muerto después de décadas, pero ya no te recuerda. Sin embargo, Erice reconoce al cine como esa maquinaria hermosa casi fantástica que te obliga a abrir los ojos para cerrarlos: soñar, imaginar, introducirte feliz en esa ficción que es y no es, que por un par de horas (y lo que dure el recuerdo) nos deja vivir otras vidas. Arenas salió con muchas mujeres, bebió, jugó fútbol y desapareció, pero también fue profesor de tango, también fue el detective que resolvió el caso. Así como nosotros.

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"Cerrar los ojos" (2023). Fuente: HobbyConsolas

De este modo, el cine, como fabricación fantástica de lo falso, nos regresa finalmente al mismo lugar del principio. Triste Le Roy (el rey triste) no es ese castillo moderno enorme del inicio y final, sino es el mismo Erice (por consiguiente, también podrían ser Garay y Arenas): un rey triste, aquel que lo tiene todo y sin embargo no tiene nada. Esa es la violencia del tiempo, la que te lleva a perderte por años y abandonarte al olvido, a perder tu nombre, al trabajo mecanizado, a la locura. Hasta que un día, por rollos de celuloide desempolvados y amigos que no olvidan que el cine los va a olvidar, uno ha de regresar. Y ya nada es igual, lo dice Arenas al ver una foto: no soy ese y este de acá tampoco eres tú. Esos de ahí ya no son ellos, ese final no es su final y pese a todo existen, están vivos y todavía se pueden -y nos pueden- mirar a la cara entre los últimos brillos de esa inmensa oscuridad.


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