Semana del Cine 2025: lazos de sangre en "Alpha" (2025) y "Father Mother Sister Brother" (2025)
- Gustavo Vegas

- hace 49 minutos
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Las nuevas películas de Julia Ducournau y Jim Jarmusch, muy distintas entre sí, plantean cuestiones interesantes sobre lazos sanguíneos y familiares, conexiones y vacíos. Advertencia: hay spoilers.
Por Gustavo Vegas Aguinaga FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

La cineasta francesa Julia Ducournau, cuya obra orbita alrededor del subgénero del horror corporal, entrega en Alpha (2025) una visión quizá más madura que en sus otras películas y con una aparente mayor seriedad: ya no exhibe esa puesta en escena desenfrenada de Titane (2021) ni secuencias donde la música, los estruendos, el sudor y la sensualidad inundan su pantalla. Ahora, se centra en la historia de la pequeña Alpha (Mélissa Boros) y la epidemia de una enfermedad contagiosa que afecta la sangre y vuelve a la gente progresivamente casi de piedra o mármol. Alpha se ha tatuado y se vuelve una suerte de paria en su escuela mientras Ducournau construye una metáfora, quizá, sobre las enfermedades sexuales y el trato de la gente hacia los afectados.
Es interesante, dentro de su alegoría, cómo plantea la vida como movimiento y la muerte como quietud. Sin embargo, a veces hace muy obvias sus metáforas y entorpece su propio relato cuando es la duda lo que más le favorece. Peca Ducournau de la insistencia, como en el tránsito hacia el hotel donde se revela la verdadera historia del tío Amin (Tahar Rahim) y la conexión que tiene con Alpha. Hasta ese entonces la película se desenvolvía mejor en la duda; la revelación se vuelve expositiva y se vuelve a mostrar a Amin en sus síntomas y postrado en la cama mientras su hermana (Golshifteh Farahani), la madre de Alpha, lo atiende. La sangre que une a estos dos personajes es también la que margina al tío de la sociedad.

Los saltos en el tiempo que trabaja Ducournau funcionan bien en tanto muestran, en primer lugar, lo cíclico de un miedo social encarnado en las diversas tareas de la madre tanto en su hogar con Amin y en el hospital donde trabaja (pasado), así como en su convivencia con Alpha y sus nuevas responsabilidades. En segundo lugar, la cineasta emplea el pasado como explicación del presente y sus personajes evolucionan narrativamente en el pasado y el presente, conforme la historia lo necesite, de forma independiente de la linealidad lógica. Así, la madre del ahora se comunica con su versión anterior para que entendamos mejor la enfermedad y sus peligros, así como la reacción de los demás. Alpha existe en su escuela como una representación del temor en una época clave de desarrollo y crecimiento para ella: la adolescencia se vuelve terror y la experiencia de amistad es socavada enteramente por la soledad, lo mismo que los amagos sexuales que tiene con un pequeño novio.
La escena de la piscina, por ejemplo, donde la protagonista ahuyenta a todos al sangrar en el agua, casi como un tiburón, goza de un giro advertido pero eficaz y una simpleza simbólica que no decepciona. En esos momentos la película triunfa, aunque sean pocos. Luego, se disgrega de sus preocupaciones narrativas por enfocarse más en sus figuras, como la escena donde Alpha es oprimida por las propias paredes de su cuarto o el escape del hogar se vuelve tembloroso y turbulento. Allí la obviedad desborda y hasta entorpece. Sin embargo, la actuación de Tahar Ramin carga con la película en su débil y petrificada espalda y le permite aterrizar en buen lugar. Su performance roza lo animal y el (des)control que manifiesta sobre su cuerpo contrasta de manera bella con una enfermedad que se apodera poco a poco del mismo. En resumen: se trata de una película interesante que se repite una y otra vez y pese a buscar sorprender con ese final, ya se había anunciado varias escenas atrás.

En cuanto a lo nuevo de Jim Jarsmuch, Father Mother Sister Brother (2025), cabe resaltar que se trata de tres historias aparentemente inconexas que se unen mediante un hilo temático: los reencuentros familiares. Los lazos de sangre se hacen evidentes en la distancia, justamente, que existe entre los personajes. La primera historia es la más graciosa gracias al desenvolvimiento de un Tom Waits al que parece ganarle la edad y la pena que sus hijos sienten por el. Estos, Adam Driver y Mayim Bialik, le regalan cosas con el fin de acortar esos vacíos, pero es inútil. Jarmusch elabora un blocking interesante donde hijos y padre cambian de lugar durante su charla para evidenciar cómo caen, poco a poco, en el juego del anciano: se descubre al final que todo era un acto y esto suma a la comedia del fragmento. El director se regocija en la incomodidad del reencuentro, en los silencios absurdos y los chistes que nacen de tres personalidades frías.
La segunda historia, donde Vicky Krieps y su hermana Cate Blanchett visitan a su madre, Charlotte Rampling, para una tarde de tés y postres. Esta segunda parte es, tal vez, la que menos destaca, en parte por el dilema principal de Krieps, que miente acerca de su estatus profesional y sentimental, mientras que Blanchett y Rampling parecieran estar más en sintonía en medio de ese hogar tan delicado y medido en sus colores pasteles y, al mismo tiempo, desanimados. No hay mayores conflictos, aunque destaco el juego que hace Jarmusch con el té y cómo media la conversación. Este fragmento también tiene toques de comedia, pero no llega al nivel de gracia del primero.

Los hermanos que buscan reencontrarse con sus padres, al menos no materialmente, sino yendo al departamento donde vivieron son los protagonistas de la tercera y última historia. La más triste o, digamos, profunda, además. Quizá la seriedad temática le permite parecer más honda. Quizá peco yo de simplista. En fin, Indya Moore y Luka Sabbat interpretan a hermanos que en su carro y en medio de una cafetería indagan en el vínculo que tenían con sus padres y, aunque sea el fragmento con más movimiento (el carro, las calles, etc.), es también donde Jarmusch reposa más y deja que los silencios hablen, que los espacios vacíos atrapen a sus personajes, que el lugar les permita viajar en el tiempo con sus padres. Finalmente, tras hacer películas de zombis, vampiros, vaqueros, samuráis, road trips, prófugos y más, Jarmusch explora los vínculos familiares, la soledad y el duelo en tiempos modernos donde la conexión tecnológica perjudica la real.

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