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Semana del Cine 2025: "Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025), "La danza de los zorros" (2025) y los hombres heridos

Las películas de Joel Alfonso Vargas y de Valéry Carnoy presentan protagonistas marcados por sus roles de género: uno va a ser padre joven mientras el otro es un boxeador juvenil. Vistas en la 11 Semana del Cine. Advertencia: hay spoilers.


Por Gustavo Vegas Aguinaga          FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

"Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025). Fuente: IMDB
"Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025). Fuente: IMDB

El puertorriqueño-estadounidense Joel Alfonso Vargas plantea el inicio de Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo) como si fuese una fiesta, llena de algarabía, colores, música y más. Rápidamente Vargas nos lleva a la resaca, donde Rico (Juan Collado) hace las veces de su padre y saca a su hermana Sally (Nathaly Navarro) de una fiesta para que su madre (Yohanna Florentino) la regañe. La cámara se queda quieta mientras los personajes habitan y se mueven en el encuadre. La familia, de inmigrantes que hablan spanglish, se ve envuelta constantemente en griteríos que parecieran nunca detenerse. La escena puntual se corta y vemos a los hermanos que antes peleaban ahora pasando un momento tierno juntos, hasta le celebran el cumpleaños a la madre.

                                                                                                           

Luego de algunas secuencias donde Rico trabaja en la playa vendiendo sus nutties, unos cocteles caseros, llega nuevamente la resaca de Vargas: ha embarazado a Destiny (Destiny Checo), una chica de 16 años, quien se muda con ellos. La presencia de Destiny en la familia, el hogar y la película irrumpe con fuerza como la luz que inunda el cuarto de Rico cuando la madre abre las cortinas. No es en sí un rol luminoso, aunque llega casi a todos los lugares, tanto espaciales como emocionales de Rico. En ella se dibuja un tránsito hacia la madurez que pareciera llegar nunca en el caso del padre de su futura criatura, de 19 años. Ella quiere acabar la escuela, estudiar, buscar un trabajo. El quiere seguir rondando las playas del Bronx en Nueva York, cortejando otras mujeres y no adaptarse nunca a la sociedad que lo obliga a trabajar de otra forma, a lucir de otra forma, a ser de otra forma.


"Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025). Fuente: Film At Lincoln Center
"Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025). Fuente: Film At Lincoln Center

La cámara de Vargas se acerca varias veces a los rostros de sus personajes, pero opta por largos ratos por los planos generales, conjuntos y abiertos que permitan observar a los personajes en sus entornos: el Rico de la playa no es el mismo del trabajo que consigue luego como mesero, ni como el de la habitación a solas con Destiny. El peso de convertirse en padre a los 19 cae sobre sus hombros y no sabe qué hacer tanto. Le pesa, también, la ausencia de su propio padre y el destino fatídico de ser como el y abandonar a su pareja e hijo. Aquí entra a tallar el factor de la masculinidad mellada de Rico: quiere ser el dandi, el triunfador, pero en el fondo es torpe e inseguro, no logra mantener sus trabajos, no es el padre que Destiny quisiera para su hijo.


Los cambios de humor de los personajes (como los hermanos que discuten y después se ponen tiernos) los vemos también en los vaivenes de la relación de Rico y Destiny, pero también en el guion de Vargas. Las escenas pasan de momentos donde pareciera que las cosas irán bien para la pareja a otras donde se pelean o todo va cuesta arriba. La película vuelve también sobre la madre, enfermera, que madruga para ir a trabajar y mantiene a dos hijos, y la hermana Sally que aún busca aprovechar su juventud y salir de fiesta. Se contrasta así la vida acorde a la edad que mantienen ellas versus la súbita madurez a la que son echados Rico y Destiny.


De este modo, Rico debe ser hombre, padre, hijo, hermano, trabajador y más para cumplir con lo que su situación actual requiere. Claro que no lo logra del todo, y ahí es donde Joel Alfonso Vargas deja que su cámara respire y se adentre en las heridas de un personaje complicado de querer, enteramente humano y común. Los sueños que hace y deshace con Destiny llegan a un punto de quiebre del cual busca volver con un cambio de ‘look’, mas no de personalidad, al parecer. El final, en clave de El graduado (1967) y con “Medicina de amor” de Raulito González, cierra de manera perfecta la película. Más que un debut prometedor, es el canto y pregón de esos “otros” que existen, que sufren y también ríen. Vargas construye a sus personajes desde el cariño, así como desde las falencias más humanas.


"La danza de los zorros" (2025). Fuente: Caimán Cuadernos de Cine
"La danza de los zorros" (2025). Fuente: Caimán Cuadernos de Cine

 

Por otro lado, en La danza de los zorros (La danse des renards, 2025) Valéry Carnoy, cineasta francés, elabora un sentido estudio de la masculinidad a partir de jóvenes de una escuela para deportistas y se centra en un grupo de boxeadores. Cuando el mejor de todos, Camille (Samuel Kircher) sufre un accidente, se genera un quiebre grande en toda la camada de jóvenes. Esta grieta no sólo se exhibe en la relación que se desarrolla a tropiezos con sus amigos, sino también en su brazo herido con el que ahora se le dificulta boxear (es decir, existir), sino sobre todo en su masculinidad. Hay una escena genial donde Camille llora de dolor y a los ojos de sus compañeros deja de ser el número uno y deja de significar el modelo de hombría y excelencia deportiva que fue.


Entre los días donde Camille no puede seguir boxeando y, en la misma línea, no puede seguir siendo hombre (hablamos de una ‘performance’ de género, claro), conoce a Yas (Anna Heckel), estudiante que practica artes marciales y toca trombón (puede ser trompeta, no recuerdo con exactitud) en su tiempo libre en medio de la soledad del bosque donde Camille y Matteo (Faycal Anaflous). Son momentos de intimidad donde puede permitirse ser más el mismo, fuera del ring. Con Yas se permite incluso profundizar en su observación del mundo, sus intereses y más. Carnoy dibuja una suerte de deconstrucción que nace desde una herida.


"La danza de los zorros" (2025). Fuente: IMDB
"La danza de los zorros" (2025). Fuente: IMDB

Es interesante también la figura de Matteo: a solas es el mejor amigo de Camille, pero luego, cuando se hace parte de la “manada” de los demás, se vuelven una masa uniforme que actúa, piensa y violenta en conjunto. Así, Carnoy muestra el actuar en conjunto de los hombres jóvenes y la libertad que supone saber alejarse de grupos así. La violencia inherente del boxeo se equipara a la de la adolescencia masculina y se contrasta con la delicadeza de Camille una vez es herido; es decir, una vez se permite cuestionar su propio rol en la escuela, en su círculo y en su vida, cuando aquello que constituía su identidad como varón adolescente es suspendido un tiempo.


La danza de los zorros captura bien la crisis de la masculinidad joden de forma grupal, pero también a partir del mejor atleta de todos ellos: el que lidera es quien alberga los quiebres. Carnoy sorprende y conmueve. Su elenco se desplaza por el colegio, el ring y la adolescencia como pequeños animales que están todavía descubriendo su lugar en el mundo a punta de la convivencia entre sus pares, de la violencia y las máscaras de sus propios rituales. La gran victoria de Camille, entonces, no está en el cuadrilátero, sino en ese intercambio de gestos que tiene al final con Matteo, casi como dos zorros que aún se reconocen en medio del bosque.


Tráiler de "Mad Bills to Pay (or Destiny, diles que no soy malo)" (2025)

Tráiler de "La danza de los zorros" (2025)


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