Semana del Cine 2025: "Magallanes" (2025): exploración de la historia
- Gustavo Vegas
- hace 8 minutos
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Los viajes de Fernando de Magallanes son narrados por el filipino Lav Diaz con maestría y pericia, y nos muestra el otro lado de las aventuras del gran navegante. Vista en la 11 Semana del Cine Ulima. Advertencia: hay spoilers.
Por Gustavo Vegas Aguinaga FESTIVALES / FESTIVAL DE CINE DE LIMA

Con 2 horas y 40 minutos de duración, Magallanes (Magalhaes, 2025) es una película bastante corta en la filmografía del filipino Lav Diaz. La pasividad de sus encuadres y el reposo con el que trabaja sus escenas le permiten narrar a su gusto y paciencia los distintos viajes del explorador portugués. Más que una historia de ascenso y caída, o un biopic genérico, lo que hace Diaz es una suerte de investigación ficcionalizada, un recuento de lo que había detrás del gran telón teatral que protege a la figura del protagonista.
La película abre con la llegada de colonizadores a una isla y la reacción de los nativos que oscila entre la certeza de la amenaza y la creencia de alguna suerte de profecía salvadora. Lo concreto es que terminan por ser avasallados sin pena. El director propone diversas elipsis donde salta años y abusos, pero también se detiene, por ejemplo, a observar cómo Magallanes y compañía cruzan un río en una balsa improvisada donde se contrasta su figura altanera, mirando hacia arriba con la quijada empinada delante de Enrique (Amado Arjay Babon) encogido y cabizbajo. La lentitud de ese movimiento deja que el dolor de tal imagen cale en el espectador.

Sin necesidad de muchos planos cortos, Diaz poco a poco atrapa y encapsula al navegante. Entre la enfermedad y una Corona que no apoya sus misiones, Magallanes se ve disminuido a ser una figura pequeña en los encuadres que favorecen más a sus escenarios, a las construcciones y la selva, al océano y las habitaciones. La desmitificación que hace Diaz de Magallanes no es solo narrativa, sino también visual. No lo engrandece, no lo encuadra como el personaje mítico que es aún en los libros de historia.
En este sentido, resulta interesante su primera aparición, echado entre pilas de hombres derrotados, pues es parte de ellos, aunque siga vivo: una gran masa de muertos (y causará otra) en búsqueda de más lugares para conquistar. Lo que para unos era hazaña y gesta, para los demás era sangre y destrucción, pérdida de identidad. En medio de todo ello, Lav Diaz plantea un deleite estético portentoso, enorme. La grandeza que le sustrae a Magallanes la redirige hacia sus imágenes y sonidos, composiciones asombrosas, algunas como si fuesen pinturas antiguas (lamento el cliché de la comparación, pero es así, al fin y al cabo).
Hay otros momentos de destreza directoral donde Diaz aprovecha los rasgos de su estilo para humanizar también al resto de la tripulación, como el curioso descubrimiento en medio de la noche de dos tripulantes que fornican en la cocina y su posterior castigo. No vemos la ejecución pues se trata de algo rápido, sin sufrimiento casi, un trámite corto. Lo que prefiere hacer Diaz es sostener las imágenes de la tripulación y sus dolencias, cansancios, desesperaciones. Ese es el verdadero terror. Destaca más esta ejecución cuando más adelante Magallanes castiga a unos que intentan amotinarse y la pena de muerte es simplemente saltada por el montaje, ya no interesa, ya lo vimos antes.

Al cuestionar la leyenda que rodea al famoso navegante, Diaz ahonda también en el pasado violento de su país y de las prácticas colonizadoras, de la mano de un Gael García Bernal sublime y tan humano como mitificado. Tiene planos que lo embellecen, de la mano de su jovencísima esposa o al mano de su navío con la bandera de la Cruz de Borgoña a su espalda, por ejemplo. Aunque luego Diaz vuelve a los contrastes: en la cubierta es el gran navegante cuyos ojos brillan ante el horizonte; abajo es el hombre nervioso que espera un milagro para llegar con vida a su destino, que come semillas para calmar sus angustias.
La belleza casi hipnótica de los planos de Diaz permite (y nos invita) que nos sumerjamos en el relato y seamos parte de esas expediciones, con todo el trajín y la violencia que implicaron. Así, construye algunos de sus mejores momentos en su acto final. La evangelización de una isla filipina y el mensaje católico de amor al prójimo encuentra un contraste en la posterior masacre mediada por destrucción de ídolos, violaciones, engaños y más. Magallanes acaba como empieza, entre los cuerpos putrefactos de sus hombres y su figura es rebajada a ser burlado incluso muerto por los isleños. Ahí donde se acaba el viaje, llega a su cumbre el relato de Diaz.

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