"Superman" (2025): 'punk rock' y bondad alienígena
- Gustavo Vegas
- 1 ago
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En uno de los estrenos más esperados del año James Gunn ofrece una nueva mirada al clásico superhéroe a medida que busca su lado más humano.
Por Gustavo Vegas Aguinaga CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

Paradójicamente, todavía queda mucho por explorar sobre Superman, el superhéroe más conocido de la historia universal. Su historia de origen, mil veces contada y repetida, es obviada por James Gunn y funciona. Nos entrega a un Superman in media res con su primera derrota en la vida. Desde ya tenemos pistas del arco del personaje: empieza vencido, en el suelo, herido. Ideas contrarias a lo que usualmente se suele ver. Claro que con este inicio derrotista resulta simple revertir su situación más tarde y encumbrar al héroe hacia el final, pero, claro, lo que interesa es el cómo.
Si la previa versión cinematográfica del superhéroe a cargo de Zack Snyder rebosaba en oscuridad y “seriedad”, Gunn propone una película más luminosa y colorida, tanto pictórica como en tonalmente: es un Superman (David Corenswet) con sentido del humor, con dudas y vacíos, con dolores. Su relación con Lois Lane (Rachel Brosnahan) destaca por la dinámica variable que manejan: pasan de un beso tierno a una entrevista que deviene casi en interrogación. Las preguntas de Lois difuminan la línea que divide Clark Kent de Superman y es allí donde su vínculo destaca.

Ese estilo característico de James Gunn, que alcanza puntos de disfrute absoluto en sus entregas de Guardianes de la Galaxia (2014-2023) y El escuadrón suicida (2021), aquí se siente por momentos algo desgastado. Sí, resulta fresco ver a un Superman más ameno y entretenido, pero se arriesga a que termine siendo una parodia de sí mismo. No está de más, eso sí, un poco de carisma. Es innegable el hecho de que es un héroe agradable y enteramente un héroe para los tiempos modernos. Esa comedia a veces medio absurda de Gunn se combina bien con la delicadeza de un “hombre de acero”: salva ardillas, evita dañar edificios, se acuerda del vendedor de falafel que salvó, etc.
La película hace lo mismo que su protagonista, pues le da cabida también a estos personajes que orbitan alrededor de Superman, como Hawk Girl (Isabela Merced), Guy Gardner (Nathan Fillion) o Mr. Terrific (Edi Gathegi). No sucede igual con otros roles más pequeños como los otros periodistas, Steve Lombard y Cat Grant, cuyas acciones son mínimas y participan del clímax como mero relleno, acaso gratuito o evitable. En tanto a Lex Luthor (Nicholas Hoult), siento que el personaje se deja percibir como torpe o quizá no lo suficientemente astuto para ser el supervillano y némesis de Superman. Convengamos que es parte del enfoque cómic de Gunn. Pese a ello, la interpretación de Hoult es excelente. La más destacada del elenco, diría.

En una actualidad donde la ultraderecha sigue ganando terreno internacionalmente y las juventudes se inclinan cada vez hacia ideales fascistoides, es importante que los modelos a seguir, desde el cine de superhéroes, manifiesten posturas rebeldes ante lo que buscan los que están en el poder. Así, el otro héroe clásico que funciona como sinécdoque de los Estados Unidos, el Capitán América, ahora es afrodescendiente y Superman es técnicamente un inmigrante ilegal. Lo que parecería un chiste de tintes políticos es retratado con humor ingenioso por la película: si Kal-El llegase hoy en día a EEUU sería detenido de inmediato, si no lo someten antes los matones enmascarados de ICE.
Dentro del planteamiento del director hay una crítica a su propio país. Superman no se preocupa solamente por los inmigrantes sino también por los desplazados y refugiados, por las víctimas de conflictos internacionales y más. Así, la invasión del territorio de Jarhanpur a manos de las fuerzas de Boravia (financiadas por Estados Unidos) es, respectivamente, una representación de la masacre en Palestina perpetrada por Israel. Gunn pone el ojo también sobre la gran grieta (social, política, económica, etc.) que divide a Estados Unidos, representados en el filme mediante los estragos que causa Luthor. Lo mismo con las políticas migratorias: no es casualidad que en esa dimensión alterna que crea Luthor para enemigos y aliens, como llama Trump, su régimen y sus fanáticos a los extranjeros, estén todos en prisiones que se asemejan a las jaulas metálicas en las que, como animales, colocan a los inmigrantes.

En una actualidad donde reina la violencia y los conflictos, la apatía e indiferencia, colocar a un Superman que busca unir estas brechas y dar un ejemplo sobre ser simplemente un buen tipo, funciona. Es, quizá, algo simplista, pero nuevamente convengamos que es parte de la lógica del cine de superhéroes. Es una lástima que este mensaje tan positivo, agradable y noble que propone Gunn a través de casi dos horas de película sea, pues, comprimido, filtrado, licuado y puesto en la boca de cada espectador como papilla con cucharita en ese acto final donde Superman habla sobre cómo el mismo es bueno y humano. Le faltaba salir de la pantalla y decírnoslo personalmente, butaca por butaca. De este modo Gunn vuelve texto el subtexto y ya no hay nada que descubrir ni esperar: todo está dicho, expuesto, sobreexpuesto, en tu cara y la mía.
En fin, equivocarse es humano y es una fortaleza, dice Superman. Es importante que aquel que aparenta perfección y una fuerza literalmente no humana, sea quien transmita este mensaje. Aplica, claro, para el personaje y no necesariamente para la película. Sin embargo, aunque a veces el enfoque resulta lúdico y otras veces didáctico, Superman ofrece lecturas interesantes sobre conflictos actuales y plantea la humanidad del personaje como contracultura (¡punk rock!) en un mundo deshumanizado. Es en estos aspectos donde, pese a cualquier crítica posible, la película triunfa. Medianamente, sí, pero emociona de todos modos.
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