"Thunderbolts*" (2025): como una hoja seca en el río
- Gustavo Vegas
- hace 2 días
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La nueva entrega del universo cinematográfico de Marvel propone a unos (ex)supervillanos desadaptados que, entre comedia, reflexión e introspección, buscan salvar al mundo.
Por Gustavo Vegas Aguinaga CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

Antes de ver la más reciente película del estudio Marvel leí una serie de comentarios positivos que auguraban un supuesto resurgimiento de sus multiversos cinematográficos y colocaban a Thunderbolts* como un ave fénix hecho filme y demás. Desde ya: nada más lejano de la verdad. O al menos es lo que yo percibí. La película de Jake Schreier está muy lejos de ser mala, hay que reconocerlo, pero tomarla como una suerte de salvadora para el resto de fracasos rotundos (no hablo de taquilla, ojo) de Marvel es una exageración.
Desde el inicio, por si no has sido capaz de superar el tedio de las anteriores películas y series, hay algunas secuencias que te dan una idea de lo que te has perdido y en qué se halla ese mundo: el presidente era malvado, algunos héroes están no habidos, hay otro súper suero y la malvada Valentina (Julia Louis-Dreyfus) busca desaparecer las pruebas de sus villanías matando a sus espías. Estos, claro, se dan cuenta del plan y deciden unirse para revertir tal situación.
Lo que parece ser una propuesta interesante termina por jugarles en contra. Es decir, sí, resulta ingenioso juntar a los “rechazados”, a los no-tan-super-héroes, a los otrora villanos, para lavarles la cara y que ahora puedan obrar bien y ser bien vistos; sin embargo, es a gran escala lo que busca hacer Marvel: así como Yelena, Bucky y compañía pueden redimirse, ellos también, pese a sus errores, fallos, producciones pobres y poco atractivas. Pese a algún pasado complicado, es en el presente donde encuentran refugio a través de una suerte de autocompasión gratuita. Los malos pueden ser buenos; lo malo puede ser bueno.

Por otro lado, la película se concentra mucho en el tema de la salud mental, lo cual también aparenta ser un enfoque distinto y llamativo dentro del cine de superhéroes: vemos cómo Yelena (F. Pugh) salta al vacío al inicio y cómo el resto de personajes también andan melancólicos como si tuvieran un gran agujero dentro de sí mismos. Hasta allí, perfecto. Los más poderosos y en quienes el resto del mundo confía para salvarnos también pueden ser víctimas de periodos depresivos y complicados. El asunto es que en su afán humorístico de que el equipo demuestre su química y que la película resulte fresca, la salud mental se aleja de ser ese asunto importante, serio y poderoso al que la cinta le otorgaba una perspectiva a la altura y pasa a ser un recurso cómico.
Vale mencionar también que por momentos pareciera caer en la autoparodia o en una sátira de estos conceptos e ideas. Todo lo pueden en la comprensión y aceptación, todo se soluciona mediante el lenguaje terapéutico como si se tratase de un glosario o una checklist. Schreier se aleja de las peleas, explosiones, disparos, magia y demás para darnos palabras de apoyo, abrazos y empatía. Esto, claro, está perfecto; sin embargo, es el mismo manejo que tiene la película sobre estas herramientas que pareciera más una salida fácil a las complicaciones del guion o a los sucesos arrítmicos de la historia. La intención de estas resoluciones es la más noble, lamentablemente terminan por sentirse vacías.

The Void (“El Vacío”, en español) es la personalidad maligna de Sentry (Lewis Pullman), un superhéroe profundamente deprimido cuyo nombre advierte sus malestares. La metáfora que maneja la película sobre los asuntos de la salud mental cobran literalidad y se acercan más a lo didáctico, explícito y simplista que a lo sesudo y plausible. La gran pelea del clímax no es la esperada (destaco esto) y se resuelve más como una suerte de terapia grupal y un abrazo que refuerza ese sentido de comunidad del grupo de los rechazados. Por ese lado, bien. Además, celebro y valoro cómo la historia toma como eje central la fuerte presencia que tiene Florence Pugh como líder de ese grupo y como ex-agente también dañada y llena de cicatrices psicológicas.
Uno de los personajes comenta sentirse como una hoja seca que recorre un río, flotando sin saber hacia dónde y sin poder salir. La película, por desgracia, toma ese mismo rumbo en distintos momentos. Se ampara en su humor, en sus diferencias con el resto de producciones del MCU y en sus mini-tramas introspectivas y la historia fluye, pero sin conocer bien su destino. Más tarde se revela que ellos serán los nuevos Vengadores. Si es así, temo por el futuro de la humanidad. En fin, Thunderbolts* demuestra una faceta fresca que no alcanza para advertir un renacimiento del MCU, pero sí para recordar que hasta los villanos tienen oportunidad para redimirse, obrar bien y hasta hacer reír.
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