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"Una batalla tras otra" (2025): el trabajo sucio

Con Leonardo DiCaprio y Sean Penn a la cabeza, Paul Thomas Anderson da vida a una nueva y gran obra, inspirada, una vez más, en una novela del mítico escritor Thomas Pynchon. Advertencia: hay spoilers en el texto.


Por Gustavo Vegas Aguinaga          CRÍTICA / CARTELERA COMERCIAL

"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: Slant Magazine
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: Slant Magazine

En su última película y con ganas de demostrar una faceta mucho más madura como cineasta, Paul Thomas Anderson entiende que hay cosas más allá del muy noble idealismo revolucionario y la parodia ultraconservadora, como comprarle leche y pañales a tu hija; pero también hay fuerzas incontenibles (como Perfidia/Teyana Taylor) y consecuencias inevitables del pasado que tardan, pero llegan. Ya no es, pues, el joven rebelde que jugaba a matar a su padre en Hard Eight (1996) ni el incomprendido y erecto de Boogie Nights (1997). Hay lecturas sobre los Estados Unidos y su actualidad política, sí, pero todas llegan a ser una simple carcasa de humor e insania debajo de la cual se desliza la verdadera revolución de los afectos y la conexión padre e hija que la película intenta unir.


Por algo Bob (DiCaprio) grita su aliento revolucionario dos veces: la primera, en el pasado, cuando colocaba bombas en un ataque a las fuerzas migratorias; la segunda, en el ahora, cuando se dispone a rescatar a su hija. Se trata de un DiCaprio que se maneja entre su propio Rick Dalton y el Doc Sportello (también pynchoniano) de Joaquin Phoenix. La película alberga una galería enorme de actuaciones geniales y en el clavo, sobre las cuales resalta un Sean Penn incontrolable y fantasioso de una pureza étnica que contrasta su deseo por Perfidia (Teyana Taylor). Anderson se divierte con un supremacista de ecos fascistas que desea a la revolucionaria racializada.


"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB

En la misma línea, coloca tanto a los espíritus revolucionarios y represores tan naturalizados como el impulso sexual. Tal como Lockjaw (Penn) es víctima de su inevitable deseo y erecciones,  también es innato que un individuo quiera vivir en su subjetiva tranquilidad, y que para otro esa tranquilidad se trate de (o se justifique en) una injusticia con la cual hay que rebelarse, manifestar. El tema sexual en Una batalla tras otra se asocia con la idea de poder. Lo demuestra una sensual y sensible Teyana Taylor, no sólo en su rol dominante, sino también a partir de sus ansias revolucionarias. Cuando tiene sexo con Bob, la revolución avanza, ni un embarazo la detiene de disparar ametralladoras o lanzacohetes, pero el nacimiento de Willa (Chase Infiniti) deviene en una depresión post-parto bien manejada por la actriz en la que su descuido y afán ideológico prima por encima de su familia. Cuando Penn se acuesta con ella, la revolución fracasa. La fuerza castrense somete y doma el espíritu rebelde y les da caza uno por uno.


Incluso cuando, una vez bajo el programa de protección de testigos, Perfidia decide escapar, el mensaje que le deja a Lockjaw sobre cómo ella ya no estará bajo su control, refiere a una metáfora vaginal. Si en un momento el sexo con ella le otorgaba cierta idea de poder, la consecuencia (Willa), lo despoja de tal autoridad cuando busca pertenecer al grupo neonazi de los Aventureros de Navidad (el Ku Klux Klan fue creado un 24 de diciembre). Su búsqueda se vuelve, entonces, retrato del estadounidense que usa todas las herramientas posibles para aspirar a un estatus de sofisticación, élite, pureza, que avasalla a los que piensan distinto, a los luchadores de la justicia social y demás.


"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB

Cabe resaltar que en la caricatura andante de Lockjaw (con su andar peculiar y sus movimientos de mandíbula desesperantes, excelentemente trabajados por Penn), Paul Thomas Anderson se burla, sí, de ese lado ultraconservador norteamericano, pero también apunta sobre la fragilidad de algunos grupos izquierdistas una vez llegado el momento de la verdad, incluso años después de su llamada revolución. No creo, claro, que el director se ubique en el medio de ambas posturas (si imaginamos el discurso como dicotómico) para parodiar a diestra y siniestra, sino que se permite una crítica con el fin de cuestionar las formas y los cambios.


De este modo, no sólo cuestiona los ideales que flaquean ante la presión enemiga, como Perfidia y su traición, sino también coloca a revolucionarios queer y un personaje de identidad no binaria que resulta ser un soplón. Aquella la más revolucionaria, la que literalmente se excitaba con los levantamientos, la que podía descuidar a su hija recién nacida por ir a enfrentar militares, es quien vende a sus camaradas por su propia seguridad. A partir de ella, Anderson forja en Willa un contraste de ideales y un noble distanciamiento generacional. La ausencia de Perfidia le suma más a la película al explicar parte del vacío existencial Bob, la desconexión con su hija, la culpa de Penn, el eco fantasmal de una revolución que ya no existe.


"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: Reddit
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: Reddit

Sigo: en una actualidad donde existe una generación que sale a marchar disfrazada de Elmo, pancartas de Pataclaun o banderas del anime One Piece, Paul Thomas Anderson pone en escena a Junglepussy, una revolucionaria que roba un banco en minifalda y muestra las piernas largas, a resistencias entorpecidas bajo códigos secretos que parecen adivinanzas, a skaters antifascistas que ayudan a los inmigrantes ilegales, a monjas que cultivan y fuman marihuana y disparan rifles de asalto, a asesinos a sueldo amparados en un espíritu navideño, y mucho más. Se cuestiona también: ¿quién regula cómo viste un revolucionario?, ¿quién mide cuán revolucionario es cada quien? Acaso, cuestiono ahora yo, es más corajudo Bob por salvar a su hija de las garras supremacistas o el mismo Sensei Sergio que esconde en su hogar a familias inmigrantes. La película se cobija en estas dudas y no planea responderlas.


Así, en una historia que se dibuja como un recorrido, los personajes secundarios entran y salen, existen en función de cómo afectan a los principales. Veamos al Sensei Sergio (Benicio del Toro) que, bajo un esquema clásico del viaje del héroe y asuntos similares, cumple ese rol de mentor, como su nombre advierte. Su tránsito narrativo y físico se vuelve más literal, por ejemplo, en la escena donde lo acerca al convento y hace que salte desde el carro. Ahí termina el camino para el Sensei, impulsando la proeza de Bob. Anderson no abandona a sus personajes, sino que los encumbra hasta donde la historia les permite participar. Por algo Benicio del Toro enamora con su humor, ternura, gentileza, y demás características que hacen de su personaje un sujeto enteramente entrañable. Asunto similar ocurre, en mayor medida, con Perfidia, y, en menor, con el personaje de Regina Hall, con una escena sublime en el baño donde el espejo separa al pasado (ella) del futuro (Willa).


"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB

La distancia que se marca entre padre e hija es también una regida por sus roles y su protagonismo. DiCaprio ya no es Romeo, Jack del Titanic o un heroico renacido, sino un desaliñado fumador (vapeador, incluso) que vive tranquilamente. Su época ya pasó, su revolución no llegó a ninguna parte. No es protagonista ni de su propia vida: en la primera parte, con los French 75, quien lleva la batuta es Teyana Taylor y él le sigue el juego (entran los Steely Dan: ¿I’m a fool to do your dirty work?). En la segunda parte, que inicia con un primer plano de Chase Infiniti, se efectúa ese cambio de posta hacia la hija que de algún modo vaticina el nombre de la película. Ella toma las riendas de la historia y si bien es ayudada por personajes adyacentes al relato (Regina Hall, las monjas, el sicario mestizo), termina por salvarse sola. La primera revolución de Bob termina con la aparición de ella, pero gesta por su cuenta la segunda.


Si entendemos la película como un drama (creo yo que no es por ningún lado un drama político, eso sí, pese a tocar asuntos de dicha índole), permite incursiones de la comedia, desde un DiCaprio que tartamudea y no se acuerda códigos secretos, hasta un Sensei Sergio que baila cuando es arrestado, incluso un maquiavélico Lockjaw que enfrenta a Bob y le pregunta si le gustan las mujeres negras, como a él (o cuando niega su homosexualidad). Claro que esta última escena comprende en sí misma una atmósfera de suspenso y tensión, elemento perfectamente trabajado hacia el tramo final de la película. Allí, la carretera se asemeja a las olas proféticas con las que calmaba Sergio a Bob y cada subida y bajada propicia un vértigo temeroso y curiosamente disfrutable. Una batalla, una autopista, una carrera, una persecución, una revolución, tras otra.


"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB
"Una batalla tras otra" (2025). Fuente: IMDB

En fin, casi como apéndice, al albergar también la película la duda sobre la paternidad de Willa, su emocionante búsqueda por estas dos figuras paternas que quieren matarla y rescatarla, respectivamente, resuena con el recorrido largo que hace John Wayne en The Searchers (1956). En Penn y DiCaprio conviven esas dos caras paternales del Ethan Edwards fordiano que busca a la niña ahora mestiza. Uno es el martillo fascista que ansía la raza pura (y muere en una suerte de cámara de gas), el otro entiende el paso del tiempo y, rendido, deja que la nueva generación libre las batallas siguientes: un revolucionario que vapea y se toma selfies en un iPhone. Es otra época. Nuevamente Steely Dan:


Times are hard

You're afraid to pay the fee

So you find yourself somebody

Who can do the job for free

When you need a bit of lovin'

'Cause your man is out of town

That's the time you get me runnin'

And you know I'll be around



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