Con la crítica y público polarizados, la nueva película del director Andrew Dominik, conocido por El asesinato de Jasse James por el cobarde de Robert Ford, no hace más que dar casi tres horas de martirio insustancial, cubierto de un pomposo artificio.
Por Marcelo Paredes CRÍTICAS / NETFLIX

Norma Jeane Mortenson es una joven que quiso ganarse un lugar en Hollywood como actriz. Cambiándose el nombre, aprovechará su belleza y talento para convertirse en la despampanante Marilyn Monroe. Ya con una nueva vida, con la que querrá dejar su complicado pasado atrás, verá cómo el dolor la seguirá persiguiendo tanto en su trabajo como en su vida privada. Será un precio muy alto por la fama que estará dispuesta a pagar.
El Hollywood de antes y de ahora
Hoy en día sería ingenuo pensar que todo en Hollywood fue o es bueno. Por supuesto que es importante estar conscientes que detrás de tantas obras llenas de energía y deslumbramiento hubo manejos muy oscuros. Basta con investigar un poco para saberlo. Esta tierra de luces y sombras ha sido en más de una ocasión usada dentro del séptimo arte con distintos fines. Y qué figura más atractiva de ese mundo de claroscuros que Marilyn Monroe.
La vida de la actriz de cabellera rubia ha buscado ser contada en múltiples ocasiones y con justa razón. Su carisma, belleza y dotes actorales (tristemente opacados por los dos primeros) le daban un dominio total de la gran pantalla. Es un ícono más grande que la vida misma, que por lo bajo llevaba un tormento constante que la llevaría a su repentina muerte. Es ese tormento lo que la haría tan fascinante de ver en ficciones biográficas, no habiendo hasta ahora alguna que le haga suficiente justicia.

¿Qué hizo grande a Marilyn Monroe?
Pero antes, quisiera comentar brevemente mi opinión sobre las películas donde ella actuó. No podría considerarme un total conocedor de su desempeño actoral, pero eso no quita que con lo visto pueda tener ya una idea de lo que era capaz. Resalto sobre todo lo que hizo en Los caballeros las prefieren rubias (Gentlemen prefer blondes, 1953), excelente musical de Howard Hawks filmado en un precioso technicolor. Ahí es que se aprecia la destreza de Monroe en algo que sería una constante en otras películas suyas: el encanto como arma.
Un arma que, de cierta forma, hacía pedazos a los personajes masculinos de sus películas. Sabía encarnar tan bien este tipo de personajes ingenuos que, en una lectura más sesuda, denotaba mayor profundidad de la que se podría creer a simple vista. En la vida real también encontró el modo de manejar su encanto para fines nada superficiales, que no implicaban pasarla mal. Marilyn fue fascinante como persona real y como personaje ficticio. Una pena que en la nueva película de Netflix no se encuentre nada de eso.

Se ve mucho y se cuenta poco
El nuevo largometraje de Andrew Dominik deja muy en claro sus intenciones desde el inicio. Nos coloca ante aquel “paraíso de estrellas”, cubierto de un fuego infernal, al cual una indefensa Norma Jeane descenderá sin saber lo que le deparará. Como espectadores, ya más o menos podremos saber qué es lo que viene si es que conocemos algo de la vida de la protagonista. Lo que realmente nos tomará por sorpresa es el carácter “eterno” que tendrá ese sufrimiento, frente a lo poco que se terminará transmitiendo con este.
Y si digo que transmite poco con lo que se ve, probablemente esté siendo amable. La película está revestida de una marcada estética visual, pero al querer saber qué hay detrás, parece que uno encuentra solo el vacío. Hace menos de un mes se comentó un problema similar en No te preocupes, cariño (Don’t Worry Darling, 2022) que era floja en cuanto a su inventiva al momento de narrar. Rubia (Blonde) es ya un caso extremo en el que no se logra identificar una narración clara. Es un cúmulo de situaciones que juntas no son más que un largo y sinuoso calvario, y en el peor sentido.
El cineasta hizo bien en querer salirse de la ya tan gastada fórmula del biopic con un libro de ficción como fuente de inspiración, para darse más libertades. No podría opinar del material de origen al no haberlo leído, pero lo que se termina viendo en la cinta no presenta ningún conflicto claro. Incluso la etiqueta de “cine arte” le queda grande en caso queramos verla como una experiencia “surrealista” o hasta “lyncheana” como tanto se le ha llamado. Si algo hizo grande a David Lynch es porque dentro de su extrañeza, sus mundos tenían una coherencia y una atmósfera inquietante única, que acá no está.

Ana De Armas: la heroína de esta tragedia de bonitas imágenes
Se nota que Ana De Armas, quien interpreta a Marilyn, quiso que este sea el papel de su vida, y los pocos buenos momentos de la película son logrados únicamente por su actuación. La carga emocional que le da a su encarnación de la actriz conmueve, particularmente, en los primeros planos, con miradas que transmiten un duro pesar. De todos modos, no puedo llegar a decir que es excelente, ya que una actuación de ese nivel es fruto también de un guion sólido y una buena dirección, atributos que brillan por su ausencia.
De la cinematografía se habló maravillas y en mi opinión, es regular. Con eso me refiero a que definitivamente hay planos que están muy bien pensados, que impresionan de lo potentes que son. Sin embargo, ese logro resulta desconcertante si es visto a través de una edición tosca y cambios de formato imposibles de justificar. Querer ser fiel a la recreación de las fotos icónicas de Monroe aparte de ser un acto poco creativo, no es una buena excusa (dicha por el propio director). Por último, la banda sonora, aunque algo monótona, funciona correctamente.
Conclusión
Por más vueltas que intento darle, me es imposible descifrar lo que Rubia quiso decir, más allá de lo burdamente obvio que expone con su visión maligna de Hollywood. Es una película vacía, revestida de innecesaria grandilocuencia, totalmente alejada del espectador, que solo busca atraerlo mediante un triste espectáculo que raya con lo morboso y explícito. Si quiere mostrar y denunciar el maltrato, no hay por qué recurrir a esa solemne crueldad “artística”, señor Dominik.