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"Star Wars: El ascenso de Skywalker" (2019): de lo mejor a lo peor

Actualizado: 11 nov 2022

A propósito del estreno del cierre de la nueva película de Star Wars, Giancarlo Cappello nos brinda su punto de vista acerca del cierre de esta nueva trilogía que sigue dividiendo a los fanáticos.


Por Giancarlo Cappello CRÍTICAS / CARTELERA COMERCIAL

Fuente: Collider


Junto a El despertar de la Fuerza y Los últimos Jedi, el Episodio IX de Star Wars clausura la saga de los Skywalker. Ha sido la trilogía del revival, del come back y, quizá por ello, ha estado muy marcada por el tiempo. Es la historia de cómo un grupo de jóvenes toman la posta de un Jedi desencantado, de una princesa guerrera sin influencias ni victorias y de un cazarrecompensas al que se le acabaron los trucos, tres héroes cansados, sometidos por el peso de los años y de lo que fueron alguna vez.


Ha sido la trilogía de los calendarios vehementes, de los estrenos impostergables, de las críticas y taquillas anticipadas. Una trilogía que, curiosamente, fluye mejor al ver sus películas en maratón, una tras otra. Porque a diferencia de las series, donde el tiempo entre episodios alienta expectativas y favorece tensiones, a este último tríptico las pausas le sentaron fatal, se sofocó, se llenó de ansiedad y ruido.


Ha sido, también, la más zarandeada por el público, la que enfrentó a los fans y produjo reacciones virulentas. A esta altura de su historia, no es novedad que Star Wars se ha convertido en algo muy parecido a un tótem que suscita las mismas pasiones que un equipo de fútbol. En tiempo de redes sociales, la convivencia se inflama. Estetas, haters, lovers, prohombres del deber ser, masticadores de canchita, pontífices del buen gusto, todos, establecen etiquetas y definen trincheras. Sin embargo, esta última trilogía ha servido para recordarnos viejas cosas fundamentales: que lo mejor que le puede pasar a las historias es que tengan lecturas distintas, de lo contrario, el hechizo perdería gracia y todo sería previsible; que llega un momento en que el público las hace suyas (“¡ese no es mi Luke!”); y que cuando las visiones alrededor de ellas resultan excluyentes e irreconciliables, lo mejor es dejarlas ir.

Fuente: TierraGamer


Quizá por eso el arranque del Episodio IX peca de frenético. Porque se percibe la urgencia de hilvanar un cierre que conjure los desaciertos y concilie las perspectivas encontradas. A falta de un norte claro desde el principio, Palpatine resurge como el gran elemento aglutinador. Por eso El ascenso de Skywalker se precipita, porque debe insertar una pieza nueva y construir expectativa, resolviendo de un porrazo tosco el ruido alrededor de Snoke y replanteando la deriva. Pero, en general, Episodio IX acelera cuando necesita detenerse. La transformación de Kylo Ren es apresurada, la acumulación de nuevos personajes resta exposición a las relaciones pre establecidas y al interés por personajes ya sembrados, como los Caballeros de Ren.


Como sus predecesoras, es una película irregular. Pero alcanza. J.J. Abrams da nuevas muestras de ser un director eficiente, con sentido del espectáculo y afinidad con la industria. Retomó viejas ideas, cortó con otras derivadas del episodio anterior dirigido por Rian Johnson, e improvisó mucho, confiando en que el fan service se encargaría de lo demás. Se trataba de cerrar un ciclo y relanzar otro. Había que devolver el sabor de boca original a los seguidores. Y hasta cierto punto se ha logrado. Más allá del pie forzado con Palpatine, el arco de Rey funciona, el despliegue visual encandila, los momentos emotivos cumplen a tope, aunque rocen el límite, y los continuos guiños al público hacen llevadero el momento menos afortunado, sobre el final, entre Rey y Kylo Ren.


Como ha ocurrido desde el tiempo de las precuelas, algunos la odiarán y otros dirán que no está mal. Pero sospecho que todos acabarán tranzando, asumiendo las irregularidades como parte constitutiva de la naturaleza de Star Wars, como pasa con las criaturas chirriantes salidas de un mal Plaza Sésamo, como los stormtroopers, ineptos y sin puntería, como la facilidad con que se resuelven cosas que, en otro momento, fueron planteadas como cuestiones imposibles, o como el improbable plan de ir a buscar a un experto en códigos a un planeta lejano para convencerlo de meterse en el vientre del Imperio para arruinarlo y salir de allí en menos de seis minutos. Porque Star Wars siempre fue eso, nunca disimuló ser un artefacto de divertimento con vuelo de cuento de hadas. Algunos nos hacemos viejos y otros pierden la capacidad de sorpresa y la ingenuidad cómplice.

También ha sido la trilogía más gestionada por las finanzas. No solo debió vender entradas en China, ha tenido que velar por el merchandising, las licencias, la inversión multimillonaria y lograr un enganche generacional que asegure el mercado de los próximos años. Y creo que, llegado el momento de las sumas y restas, lo habrán logrado. Porque las posibilidades del universo ficcional están intactas, porque la recepción de The Mandalorian y las series animadas lo confirman y porque lo más duro ya pasó: no habrá que lidiar más con la herencia ilustre y sensible de los Skywalker.

Fuente: CapitalGaming


La lección parece haber calado en Disney y Lucasfilm: hay que ir más allá, explorar otros nombres, otras circunstancias dentro de la galaxia Star Wars. Porque continuar la franquicia significa construir algo nuevo y no seguir dándole vueltas a lo mismo… Solo el tiempo dirá hasta qué punto Rian Johnson estuvo equivocado, o no. Soy de los que piensa que lo mejor que pudo pasarle a Luke ocurrió en Los últimos Jedi. Porque lo alejó de trepar otra vez en un X-Wing para ir a destruir una Estrella de la Muerte más grande. Porque lo devolvió a su condición de humano, como el granjero que era en Tatooine cuando todo empezó. Porque de todos los personajes de esta última triología, fue quien más lució. No hay nada más épico que irse al diablo y llegar a la autodestrucción, para luego rearmarse y salvar el día con una jugada magistral, digna de leyenda. Si eso no es ser un héroe, ya no sé qué es. El tiempo pondrá en su lugar el aporte de Johnson, suyo es el mejor momento de esta trilogía, uno que todos recordaremos, como los niños de Canto Bight, cuando nos dé por jugar con una espada láser y recordar a los Skywalker.

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