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“The other me” (2022): David Lynch y su última producción

Actualizado: 19 jun 2023

La cinta escrita y dirigida por Giga Agladze, y producida por David Lynch, atrae por sus secuencias oníricas. Narra la historia de un hombre al que se le diagnostica una rara enfermedad ocular que lo conducirá a una pérdida total de la vista.


Por Sebastián Zavala Kahn CRÍTICAS / SCREENER

“The other me” (2022). Fuente: IMDB
“The other me” (2022). Fuente: IMDB

The other me es el tipo de película que puede ser interpretada de distintas maneras: como una historia de pareja, como un drama de ensueño, y por qué no, como una metáfora transexual. Claramente, el filme no se lleva a cabo en un mundo muy similar al nuestro. Se impone un tono algo surrealista que combina muy bien con las actuaciones (a veces lacónicas, a veces histriónicas). No debería sorprender, de hecho, que aparezca el nombre de David Lynch en el rol de productor ejecutivo en los créditos iniciales. El director-guionista Giga Agladze no tiene miedo de demostrar sus influencias, y desarrolla una narrativa que funciona mejor a nivel simbólico que literal.


El protagonista de The other me es Irakli (Jim Sturguess), un barista y arquitecto que se encuentra frustrado, preso en una vida monótona con su esposa, Nutsa (Antonio Campbell Hughes). Las cosas empeoran cuando sale de la oficina del doctor con una noticia: ha sido diagnosticado con una rara enfermedad que lo volverá ciego en poco tiempo. Molesto, Irakli abandona a su esposa y se mete en un bus, que lo lleva a un bosque donde se encuentra con un viejo; y luego, con una Mujer Sin Nombre (Andreja Pejic), de quien parece enamorarse. Volverse a encontrar con dicha persona resultará difícil, especialmente mientras Irakli trata de lidiar con su enfermedad, así como con el hecho de que su esposa lo esté engañando con su mejor amigo, Giorgi (Michael Socha).


Desde la primera escena, se nota a leguas que The other me no es una película que debe ser tomada de manera muy literal. Desde el diálogo, acartonado y a veces incómodo, hasta las reacciones algo chocantes de los personajes, el filme se presenta a sí mismo como una suerte de realidad paralela, en donde las misteriosas enfermedades no necesitan de mayores explicaciones, y en donde las emociones explotan de manera repentina. La relación entre Irakli y Nutsa, por ejemplo, se siente más amical que romántica —algo que uno de los personajes de hecho recalca—, y muchos de sus problemas podrían ser resueltos si es que se comunicaran más. Pero The other me no se centra en su relación, necesariamente. Todo está presentado desde el punto de vista de Irakli, cuya perspectiva del mundo va cambiando gradualmente.

“The other me” (2022). Fuente: IMDB
“The other me” (2022). Fuente: IMDB

Agladze no está interesado en dar explicaciones lógicas ni en desarrollar personajes que se comporten como seres humanos comunes y corrientes. Lo que sí le interesa es desarrollar un mundo en el que a nadie parece importarle que una mujer carezca de nombre, o donde el único personaje con sentido del humor es el del mejor amigo, un cliché andante del “tipo fiestero y mujeriego”. Súmenle a eso una serie de flashbacks —con Jordi Mollà interpretando al padre de Irakli—, y una pintura de museo que cobra bastante importancia hacia el final, y The other me se convierte rápidamente en una experiencia más sensorial que intelectual, que cobra más sentido si es considerada de forma metafórica.


Consideren, si no, que esta cinta se podría interpretar como un comentario sobre la transexualidad (lo cual, de hecho, va de la mano con el título de la película). Irakli es una persona profundamente infeliz, que no se lleva bien con su pareja heterosexual, pero descubre una nueva dimensión al encontrarse con su “otro yo” del título, la mujer interpretada por Pejic. Por algo su relación nunca se torna sexual o siquiera romántica: son dos lados de una misma moneda, o dos identidades que para el final deberían juntarse. Por otro lado, el filme también puede ser entendido como una reflexión sobre el arte, tornándose ligeramente metatextual cuando los personajes visitan un museo, y comentan que una pintura puede ser admirada superficialmente, o como si fuese un mundo en sí mismo, hondo y lleno de capas.


Podría argumentarse que todo lo que está haciendo Agladze con esa escena es tratar de justificar la condición ciertamente hermética de su película; como diciendo que solo aquellos que la analicen de manera “profunda” serán capaces de entenderla. Casi como poner el parche antes de que se termine de hacer el agujero. Se trata a los personajes como símbolos o como representaciones de temas, más que como humanos de carne y hueso. Entendiendo eso, resulta más sencillo aceptar algunas de las decisiones actorales tomadas por el reparto.

“The other me” (2022). Fuente: IMDB
“The other me” (2022). Fuente: IMDB

The other me no es una cinta perfecta, ni mucho menos. La trama secundaria que involucra a Nutsa y a su jefa, Martha (Rhona Mitra) no es particularmente interesante, y se siente despegada del hilo narrativo principal. Algunas escenas pueden llegar a sentirse tediosas precisamente por ello, frustrando al espectador. Lo que sí es cierto es que hay que tenerle paciencia a la película.


La cinta termina siendo, pues, una de autodescubrimiento, en la que el protagonista utiliza su nueva condición y su nueva percepción del mundo para averiguar exactamente quién es, y cuál es su propósito en la vida. Tal como ya se dijo, si consideramos que es una propuesta de aire surreal, todas las actuaciones van acordes al estilo de Agladze. Sturguess es suficientemente intenso como Irakli, siempre duda de sí mismo y de sus relaciones más cercanas, y Pejic interpreta su rol como una figura nebulosa, que podría ser real o no. The other me no es una película fácil de descifrar, pero posee una dimensión temática y emocional que puede resultar satisfactoria para cierto público.




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